martes, marzo 3

Conócete a Ti Mismo VI - Virtudes Prácticas y Virtudes Intelectuales

Virtudes Prácticas y Virtudes Intelectuales
Podríamos definir pues la virtud, en el hombre que posee una quintaesencia activa, como el poder de ese quinto factor manifiesto sobre los otros cuatro. También lo podríamos comparar como una especie de luz que intenta penetrar una masa oscura, que sería nuestra personalidad cuaternaria, y que puede ser más o menos intensa o clara, correspondiéndose así con virtudes maduras, logradas, y con virtudes sólo en potencia, o malogradas.

Aristóteles, afirmaba que las virtudes del alma podían dividirse en intelectuales, aquellas obtenidas mediante aprendizaje mental, y prácticas o aquellas obtenidas por repetición en sucesivos intentos. Según decía él, las virtudes intelectuales son más débiles que las virtudes prácticas, mucho más sólidas y fijas. No obstante, a mi parecer, no hay que confundir el poder intrínseco de una virtud, medida desde el punto de vista de los principios éticos o sea su mayor o menor cercanía o similaridad a la Ética superior, con el poder o resistencia de una virtud frente a los embates diarios de la vida.


Un ejercicio moral, ejercido de manera repetida para obtener la afirmación de una cierta virtud práctica, puede dar lugar a monstruos morales. Así, lo que un fanático considera como virtud no es considerado de la misma manera por los demás. Porque las virtudes prácticas, sin el apoyo, guía e inspiración de las intelectuales, no son más que las virtudes del cuaternario, sin relación con la Ética de la quintaesencia.

Por ejemplo, si bien la fortaleza y templanza son valores morales prácticos que nos dotan de una gran capacidad de resistencia e indiferencia ante influencias externas que traten de desviarnos de nuestro camino, sin embargo estas virtudes no tendrían valor alguno si no fuesen guiadas por la inteligencia y la prudencia, que son virtudes intelectuales. Un fanático puede estar en posesión de una gran templanza, incluso pureza de vida, y puede mostrar en todo su vigor la virtud de la fortaleza y sin embargo le pueden faltar las virtudes esenciales del discernimiento y la prudencia.

Las llamadas virtudes intelectuales son el resultado de la inspiración de los principios éticos, son los pequeños rayos de luz que intentan penetrar la masa oscura de la personalidad humana. Débiles, por su propia naturaleza, al manifestarse en un plano que no les corresponde, son sin embargo las generadoras de las otras virtudes prácticas, más adaptadas a su aplicación en el mundo cuaternario. Convirtiéndose así éstas en especie de tropas avanzadas, de reductos fronterizos, que desde luego actúan como fortalezas que protegen frente al mundo a los pequeños rayos procedentes del quinto elemento. Digamos pues, a modo de comparación, que el rey (virtudes intelectuales) es débil en el tablero de ajedrez, pero no obstante no deja por ello de ser el rey, al que las tropas (virtudes prácticas) deben proteger.

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