En cualquier universidad o colegio del mundo, la formación intelectual ocupa un lugar muy importante. Pero para el filósofo, aunque ésta es necesaria, no es suficiente. Se necesita dar un paso más. Pero aclaremos conceptos.
Por intelecto (inter-electo) entendemos aquello en nosotros capaz de int-eligir, o sea elegir o distinguir de forma racional las ideas y los impulsos que nos llegan a través de los sentidos. El intelecto nos ayuda a comprender y se convierte en un instrumento totalmente necesario, imprescindible en la vida diaria y mucho más aún en el estudio y la investigación.
Cuando aprendemos a utilizarlo, cuando se dan las circunstancias adecuadas, puede ser de gran utilidad. Pero se da el caso de personas que abusan en exceso de esta facultad sacralizándola y haciendo de ella su único instrumento de juicio, la única vara de medir de todo lo humano y lo divino.