VOCACIÓN Y CAPRICHOS
El término "vocación" fue utilizado en el pasado para referirse a la "llamada religiosa", a la llamada divina para consagrarse a su servicio.
Con el paso del tiempo el uso se fue generalizando, de tal manera que se empezó a hablar de vocación artística, científica, literaria, etc. Con el tiempo incluso se aplicó también a las llamadas carreras tradicionales, tales como la abogacía y judicatura, medicina, arquitectura, carrera militar.
La vulgarización aún más acentuada ha conducido hoy en día a posturas que ya rozan casi el ridículo. Los jóvenes utilizan el antiguo y alto significado de vocación como una suerte de generalización que les confiere el derecho a todo lo que sus caprichos les sugieran.
Así se habla de vocación por ser "diseñador industrial", "diseñador de moda", "periodista", "cineasta", fotógrafo”`,''astronauta”, ''cantante de moda", "presentador de televisión", "pìntor", "futbolista", etc., etc. Añádale lo que se quiera a esta lista y se podrá comprobar que no tiene fin.
Pero lo peor es que en nombre de tan alto concepto el joven reclama sus derechos inalienables (?) para seguir la vocación de su alma, y ser... chef de cocina por ejemplo. Sus padres tienen que avenirse a ello, pues no querrían de ningún modo matar el "alma" de sus hijos por ser cicateros y no pagar la fortuna que cuesta la "carrerita" del nene o la nena, que seguramente no le dará de comer, o quizá sí pero en una cantina de mala muerte.
Y lo peor de todo es que no se trata de una vocación verdadera, porque si tener una vocación significa una llamada del alma o divina, aunque ésta no sea para profesar una religión, al menos será una llamada de tipo global, o sea una llamada hacia las artes, las ciencias, la medicina, la ley, las armas, etc., pero no para ser publicista, modelo de una pasarela, azafata o estilista, porque no creo que ni Dios, ni el alma, ni el destino llame a nadie a ser eso.
Más que una llamada divina, lo que hay es una necesidad de nuestra alma para desarrollarse en una cierta dirección general, para confrontar una serie de problemas determinados, y a veces para fortalecerse haciendo justamente lo que no nos gusta.
La única vocación real y eterna es la de convertirse en un ser humano en plenitud, un ser humano que sirva de enlace natural entre los Arquetipos y su plasmación en el mundo como realidades, y ser así un nexo eficaz entre este mundo y la Verdad, el Bien, la Belleza y la Justicia, y para eso no hace falta ser coreógrafo ni maniquí de moda, ni es más importante un médico que un minero.