viernes, febrero 19

Los Últimos Elegantes

Los Últimos Elegantes


Estos extraños días, nos hacen sentir a veces perdidos, sin saber si unirse a la rabia y frustración que nos rodea, o si volverse frío como el mármol que cubre los descarnados huesos.

No, no tienen razón, pero quizá eso es lo de menos, porque lo que importa es que yo sepa quién soy, que reconozca el camino andado, que sepa de dónde vengo y a dónde voy. 

Efectivamente nuestra generación es la última generación que ha cruzado el océano que separa "la vida de antes", la vida con otros valores, de esta sinrazón que nos rodea y que anuncian el hundimiento de los cimientos y estructuras de esta sociedad. Porque si no todos, al menos la mayor parte de la juventud ha quedado atrapada en la protesta, en la reivindicación, en la violencia de la frustración. Es la protesta que nace desde lo más interno, que nadie crea que es superficial, porque la tormenta es una tormenta interior, un huracán de pasiones y frustraciones que no encuentran salida natural en la creación sino en la destrucción.

Nosotros, la generación anterior, sabemos lo duro que fue salir adelante, luchar no sólo en lo material, sino incluso en la búsqueda del sustento espiritual. Sí, desde luego rechazamos entonces modelos sociales y espirituales caducos e hipócritas, pero al mismo tiempo aprendimos que los cambios reales tienen que suceder primero en uno mismo, en cumplir con lo que nos toca. 

Hemos estudiado carreras, pero antes hemos cargado bultos, hemos sido albañiles y vendedores, hemos vestido pobremente, y hemos regalado en Navidad cosas sencillas con mucho cariño. Y en la época esa que dicen que fue maldita, aprendimos a estudiar de noche, a trabajar, a ahorrar. Y nos atrevimos, sí señor, vaya que sí nos atrevimos a romper moldes sociales, desde negarnos al adoctrinamiento espiritual, hasta salir fuera de los aceitados rieles de lo burgués, abriéndonos a nuevas ideas, a nuevas aventuras espirituales, mientras que remendábamos la ropa, poniendo suelas nuevas a los zapatos agujereados de tanto andar.

Y a pesar de todo, a pesar de nuestras carencias, éramos elegantes, porque la elegancia es ante todo del espíritu, de no andar lloriqueando, de no hacer crecer la crueldad y maldad de este mundo con nuestro mal genio, con nuestras reivindicaciones falsas.

Porque ciertamente hay reivindicaciones que nacen del sentido de lo justo y lo injusto, de la lucha contra el explotado material y espiritualmente, o contra la discriminación racial, social o religiosa. Una lucha generosa por los otros.

Somos pues los Últimos Elegantes, los que se remiendan todavía su ropa o al menos estiran su uso, y a pesar de ello caminamos con la cabeza bien alta, ¡porque lo valemos!  Gracias a D. Anibal Malatay por "¿Mi generación quién nos va a sustituir?: