El Liderazgo Neanderthal
"Es invierno, fuera de la cueva todo está cubierto por nieve, los pequeños están refugiados junto a su madre bajo mantas de pieles en lo más profundo de la cueva. Después de cubrirte bien con gruesas vestimentas, tomas el hacha y la lanza y sin apenas mirar hacia atrás sales a enfrentarte con toda la naturaleza. Despejas el rostro del cabello desordenado que cae sobre tu frente y avizoras hasta donde puedes el horizonte hostil. Ahí está la comida, ahí está la posibilidad de sobrevivir un día más, quizás unas lunas más. Pero también están los lobos, tan hambrientos como tu mismo, y los osos pardos fuertes y peligrosos, y los precipicios sin fondo al lado de los cuales tendrás que caminar sin resbalar y caer en la sima profunda. El viento que sopla furioso puede dejarte helado en cuanto te detengas. Tu presa, esos enormes mammouths, a pesar de su tamaño se mueven ligeros, son listos y muy peligrosos. La última vez cuatro de los que formaban la partida fueron heridos, tres murieron entre grandes dolores y congelados. Tú pudiste sobrevivir, pero te cuesta mover tus piernas, y la herida persistente en el brazo casi te impide levantar el hacha, pero hay que sobrevivir a toda costa. Una última mirada triste hacia la cueva desde la distancia, porque presientes que no volverás".
Dejemos por el momento a nuestro hombre primitivo en su lucha diaria. La pregunta es cómo pudimos sobrevivir, cómo llegamos hasta aquí, hasta el lugar preferente que ocupamos los seres humanos frente al resto de la naturaleza. La respuesta es que todo el potencial de nuestra mente se dirigió y se especializó en prever el peligro, en adelantarse a las dificultades, evitándolas o superándolas, o inventando cosas que nos ayudasen a vencer en la batalla diaria. En esa guerra interminable de la subsistencia, desarrollamos un instinto "negativo", una inmensa capacidad para prever el desastre, para ver los peligros, las amenazas, en definitiva para analizar todas los elementos en contra de antemano.