El Misterio de la Encarnación Divina I
El Ave Verum de Mozart
La Verdad se refleja en múltiples formas en el tiempo y el espacio. Para aquellos que la viven intensamente, en su interior, transformando su acción en el mundo, no importan los colores, las formas, los nombres, las iglesias ni los diferentes cultos, sino el sentimiento de comunidad con el Universo entero y con todos los seres humanos. Veremos pues, en los siguientes artículos, diferentes doctrinas que sólo son una para los ojos que saben ver.
El misterio de la Transubstanciación y el Ave Verum
Este mes de Mayo, bendecido por la tradición, es el de la Vírgen Madre en el cristianismo, y por extensión el de todas las madres. Su símbolo es el Lirio de 6 hojas, símbolo de pureza. Toda su simbología se refiere a la Anunciación, al momento en que el Ángel Gabriel o “El Poder de Dios”, a quien le corresponde la constelación de Tauro, anuncia a Maria que tendrá un hijo de Dios.
Su simbolismo se resume en el doble triángulo, imagen de la Sabiduría, en la que encarna castamente la divinidad, cuya encarnación está representada aquí por el punto central, y en el lirio de 6 pétalos equivalente al Loto oriental, por los estambres fertilizadores. Es la unión del Cielo y de la Tierra, del triángulo superior y del inferior:
Esta es la base fundamental de todas la alegorías de la Encarnación del Verbo, o del Logos: la encarnación en la Naturaleza Virgen de la divinidad.
En la liturgia cristiana católica, se preservan las formas consagradas en el Sagrario. Este receptáculo tiene inscrito sobre el mismo un Sol. La misa cristiana se celebra en Domingo, o sea el día del Señor Sol (Dominis Solis). Del interior del sagrario el sacerdote oficiante extrae los pequeños soles representados por las hostias que serán recibidas por los fieles. Él mismo levantará el cáliz que contiene el vino, y sobre el mismo suspenderá otra hostia representando al Gran Sol que desciende hasta los seres humanos, en carne y sangre, celebrando así el Misterio de la Transubstanciación, como ha ocurrido siempre a lo largo de los siglos: la encarnación de todos los divinos Avataras, enviados para ayudar a los seres humanos.
Este Misterio también se realiza en cada ser humano, porque cada uno de nosotros posee en su interior la promesa del renacimiento espiritual. Así el fiel acepta en su interior el sacrificio de la misa, y renueva así el sentimiento de cercanía con la divinidad.
Obras magníficas, expresión de la piedad intimista, representan y expresan a su manera este misterio. Así por ejemplo es el Ave Verum de Mozart. El gran compositor, sujeto a los vaivenes de la fama, de sus propias pulsiones y de sus traumas familiares, sin embargo vuelve en ciertas obras al sentimiento profundo y místico, como ocurre en este caso. Esta pequeña obra, un motete, fue dedicada al Misterio de la Transubstanciación, o sea el momento en que en la misa cristiana el Jesucristo encarna en la hostia consagrada, o sea el “Christos”, el Iluminado o Buddha, pues ese es el significado de todos estas denominaciones. La pregunta no es tanto en qué consiste el Iluminado, sino más bien la pregunta es ¿Qué Luz es la que lo ilumina? En todas las tradiciones, incluso en la egipcia, el Resucitado, el Iluminado, el Osiris, es aquél que ha vuelto desde la oscuridad de la muerte de este mundo, desde el sarcófago iniciático de las pruebas y el sufrimiento en la carne, hasta volver a colocar el alma diamante bajo la Luz del Sol Espiritual.
El texto de esta obra es el siguiente:
Ave Verum Corpus,
Natum de Maria Virgine,
Vere passum, immolatum
In cruce pro homine,
Cujus latus perforatum.
Unda fluxit et sanguine
Esto nobis praegustatum
In mortis examine.
La traducción al español es la siguiente:
Salve, Verdadero Cuerpo,
nacido de la Virgen María,
verdaderamente atormentado,
sacrificado en la cruz por la humanidad,
de cuyo costado perforado
fluyó agua y sangre.
Sé para nosotros un anticipo
en el trance de la muerte.
Y su traducción esotérica y simbólica es:
“Ave, encarnaciones verdadera de todos los Avataras Mensajeros de Dios, nacidos en la Divina Madre Naturaleza, entre los hombres como uno más, sufriendo el martirio, la persecución, la calumnia, y la mentira, llevando sobre vuestros hombros todo los pesares de nuestros propios errores, y a pesar de ello, sacrificados siempre por nosotros, vertiendo vuestra sangre, símbolo de vuestro sufrimiento, y el Agua de Vida que derramáis generosamente sobre nosotros desde vuestras heridas. Que vuestros triunfantes Espíritus Divinos, que con vuestra resurrección nos enseña el Sendero, sea para nosotros también anuncio de nuestro propio despertar y del día de “Sed con Nosotros”, cuando retornemos al Seno Divino para allí encontrarnos”.
Así de esta manera profunda y sencilla, con esa emoción contenida y delicada, contemplamos el descenso hasta nuestro interior del Espíritu Divino, que hace renacer en nosotros lo que los budistas llaman el Buddha Datu, o la semilla del Buda, del Cristo, del Iluminado con el que todos nacemos, anuncio de la Liberación Final.
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