viernes, febrero 28

Conócete a Ti Mismo II - "El Conocimiento de Sí Mismo y lo Moral"

El CONOCIMIENTO DE SI MISMO Y LO MORAL

Si en una hoja de papel, arreglado en tres columnas, anotásemos en la primera nuestros datos personales (trabajo, títulos, lugar de nacimiento, nombre, etc.), en la segunda columna nuestras carencias o faltas, y en la tercera nuestras buenas cualidades o virtudes, se nos haría evidente que si quisiéramos que alguien nos conociese íntimamente como seres humanos, la columna menos importante sería la primera, la de los datos personales, siendo por otro lado fundamental para llegar a ese conocimiento la segunda y la tercera, aquellas que tratan de los poderes del alma que poseemos y los que nos faltan.

Y los poderes del alma son las virtudes afirmadas, mientras que los defectos no son más que el vacío o la falta de desarrollo de la virtud correspondiente. Virtud, como el origen de la palabra indica, virtutem, valor del guerrero, se trata de una afirmación, de una elección clara y poderosa que se refleja en nuestro comportamiento, más allá de adversidades, críticas u opiniones contrarias.

Por consiguiente, el conocimiento de sí mismo no consiste en la mera adquisición de datos, sino el conocimiento profundo del alma y el dominio de los diversos factores humanos en juego. Es imposible pues conocerse a sí mismo sin tener en cuenta el factor ético/moral, o sea sin el conocimiento de los principios que rigen la acción humana, la ética, y sin la práctica acorde con ella, la moral.

La moral estaría pues relacionada con el segundo consejo délfico, nada en exceso o la búsqueda de la armonía, mientras que la ética o principios, fuente de inspiración de lo moral, vendría representada por la épsilon grabada en el frontispicio del templo, éste sería el quinto elemento o quintaesencia del hombre. Veremos esto con un poco más de detalle.

Si el hombre solo fuese lo que es, bien organizado y establecido, si no yacieran en su interior elementos en potencia, a menudo ignorados o silentes, factores que instigan e inspiran para adquirir un tipo de conocimiento diferente, sería entonces un ser acabado y completo, sin otras aspiraciones salvo la de persistir en su propio ser, manteniendo la misma acción, preservando las formas establecidas, incluso ya gastadas, y el mismo grado de conocimiento.

Pero basta observar al género humano para darse cuenta de que hay un principio activo, un impulso hacia la búsqueda y el conocimiento que no se satisface en sí mismo. Esta es la búsqueda de la Épsilon.


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