Justicia en Egipto
La Dualidad Cósmica: Maat e Isfet
¿Qué constituye realmente el bien y el mal? ¿Acaso el mal se personifica en una entidad externa, como el diablo de otras tradiciones? ¿Surge el bien de agentes celestiales que guían hacia un destino idealizado?
Para la cosmovisión egipcia, el Bien se encarnaba en Maat: principio cósmico que fusionaba Justicia, Orden y Armonía. Lejos de la rigidez asociada al término "orden" en la modernidad —a menudo vinculado a estructuras de poder opresivas—, Maat representaba el equilibrio orgánico donde cada individuo alcanzaba su plenitud en sintonía con el colectivo. Era la libertad consciente: mi realización personal entrelazada con el respeto hacia el espacio vital ajeno, tejiendo así una red de interdependencia luminosa.
Este Orden trascendente evoca la estructura molecular de un diamante: átomos de carbono dispuestos con precisión geométrica para refractar la luz en destellos compartidos. No se trata el Orden de Maat de una uniformidad impuesta, sino la coordinación espontánea donde quien posee mayor sabiduría o poder sublima su ego para servir al todo. Maat era, en esencia, la arquitectura ética del universo: un sistema donde la excelencia individual alimentaba la gloria colectiva.
Cierto es que Egipto no estuvo exento de injusticias —¿qué sociedad lo está?—, pero su grandeza radica en haber erigido estos ideales como brújula existencial. Hoy, bajo el espejismo de democracias que han usurpado la soberanía popular en favor de corporaciones y élites, esta sabiduría ancestral resuena con urgencia.
El Mal, personificado en Isfet, no era un demonio externo, sino la entropía o tendencia inevitable nacida de la ruptura del equilibrio. No era la tentación personificada, sino la oscuridad emanada del caos social y del desorden interior. Cuando la injusticia —propia o colectiva— nubla nuestra percepción, tropezamos en errores que dañan la trama de la existencia.
Maat se simbolizaba con una pluma de avestruz: ligereza de lo etéreo frente a la densidad de la materia. Sus alas irisadas abrazaban a dioses, humanos y bestias por igual, recordando que la Justicia trasciende especies y estatus. Isfet, en cambio, adoptaba formas serpentinas: Apep, la serpiente del inframundo que amenazaba la barca solar de Ra, o las criaturas reptantes que se arrastran en espirales de autodestrucción:
No obstante, la serpiente también tenía su contraparte sagrada: la serpiente uraeus erguida en la frente de los faraones, emblema de vigilancia espiritual. Esta dualidad refleja la esencia de lo humano: la sombra que repta y la conciencia que se yergue.
Mientras tanto,
¡Vida, Prosperidad y Salud!