Egipto: Cápsula Dorada Fuera del Tiempo
Las múltiples correspondencias ─ entre cielo y tierra, en las direcciones del espacio, entre el Nilo terrestre y el Celeste, la Vía Láctea ─ se completan con el Tiempo Mítico: el tiempo de los Inicios y de los dioses, tiempo al cual los egipcios siempre trataban de volver, una vieja nostalgia simepre presente a lo largo de toda su historia. Por eso cada nuevo Faraón inauguraba su reinado en ese tiempo de los inicios, el año primero. Egipto es una Cápsula Dorada, eterna, siempre repetida, un lugar habitable para los dioses, hombres y animales, más allá del tiempo.
El Curso del Nilo y Osiris
Egipto y el Nilo son uno, el río sagrado es el regalo de los dioses, sus aguas benditas, representadas por la figura de Hapi, de pechos henchidos y vientre lleno, generoso y siempre dispuesto a alimentar y dar vida a todos los seres que bebían de sus aguas.
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Hapi, el dios del Nilo |
Cuentan que cierta tribu de libios, que se asentaron en el Delta, se negaron a pagar los tributos al faraón. Alegaban que ellos no eran egipcios. Consultado el Oráculo de Siwa, famoso en toda la antigüedad y en cuyo templo el dios Amón hablaba, éste dictaminó que todos los que bebían de las aguas del Nilo eran egipcios. No se era egipcio por raza, ni por descendencia, sino por formar parte de aquella extensa comunidad asentada en sus márgenes. El río significaba regadíos, y regulación del uso de sus aguas, parcelación de las tierras, y los derechos hereditarios y consuetudinarios, significaba la Civilización frente a un mundo externo, más allá de sus fronteras, donde la miseria, el despotismo y la crueldad eran prácticas diarias.
Ta Mery, la "tierra amada", o también Kemet, la "tierra negra" y rica en limo, constituía Egipto. El Valle Viviente, con sus alternantes tres estaciones, su poder de regeneración y vida, se identificaba y se hacía uno con Osiris, dios redentor y rey legendario, que enseñó a los hombres la civilización, pero sobre todo les enseñó el camino para adquirir la inmortalidad, vencer la muerte y conquistar la Eternidad, como la misma vida del Nilo.
Las dos tierras reverdecen por tu causa, en presencia del Señor de los Confines (Osiris)... tú, de cuerpo dorado, azul la cabeza, y cuyos brazos son de turquesa...
[Libro de los Muertos, Himno a Osiris]
Osiris es Egipto: su cabeza es el cielo azul, su pecho dorado el espacio por el que circula el Sol, y sus brazos son las aguas turquesas del río. Osiris era la fertilidad de la tierra, el poder de renovación. En otras civilizaciones clásicas encontramos un paralelismo: el rey justo y legítimo hace por su sola presencia florecer las tierras: “El Rey y la Tierra Son Uno”. Por el contrario, las catástrofes naturales, el hambre y la devastación eran consideradas el resultado de la destrucción del lazo que unía el Cielo con la Tierra, como consecuencia de un rey indigno.
La primera estación del año, llamada Ajet, se extendía aproximadamente del 19 de Julio al 15 de Noviembre, era la estación de la Inundación, la llegada en abundancia de las aguas que procedían de la corriente arriba.
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Desde las Aguas del Océano, el Gran Verde, y desde el Tiempo Primordial, representando por la vara de los cientos de años en sus manos, surge Hapi, el dios del Nilo, que transfiere las Aguas Primordiales a las Aguas del Río.
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La segunda estación era la de la siembra, Peret, del 15 de Noviembre al 15 de Marzo. Era el momento de la Germinación, En las tumbas se depositaba una maceta con la forma de Osiris, maceta de la que en medio de la oscuridad de la muerte brotaba el trigo, como promesa de resurrección.
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Osiris Nepra, germinando |
La tercera estación era la de la cosecha, Shemu, del 15 de Marzo al 13 de Julio, la época de la Siega y el Trillado.
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El Osirificado en el Más Allá recoge lo sembrado en la vida. El paraíso de los egipcios era el trabajo efectivo en el plano espiritual. |
La vida de Osiris era la misma vida del Valle y del Nilo, ciclos recurrentes de muerte y vida, inundación y sequía. Pero, no hay que confundir el río como accidente geográfico, aunque obviamente estaba relacionado con el "Nilo Mítico". Así, el Nilo físico tiene su origen tal como la geografía nos enseña en las entrañas del África Negra, pero el Nilo Mítico, como el mismo Osiris, tiene también un nacimiento mágico en conexión con su imagen celeste, el Nilo Celeste conocido hoy como la Vía Láctea.
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La isla de Bigeh en primer plano, Philae al fondo |
Al sur de Egipto, hay una isla llamada Bigeh, está situada enfrente de la isla de Philae. Bigeh, era llamada también "Abaton", "la inaccesible", pues era considerada como una isla sagrada e importante, y además era santuario de Osiris con 365 altares, uno por cada día del año dedicado al dios. El acceso a la isla sólo estaba permitido para los sacerdotes, que siempre accedían en silencio.
En una cueva de esta isla, bajo el agua, se situaba el origen mítico del Nilo. En dicha cueva se encontraba grabado en las paredes el símbolo del nacimiento del río: Hapi, el rio Nilo, rodeado y protegido por una serpiente, mientras que él vierte dos jarras de agua, símbolo de Acuario.
Este punto geográfico, la isla de Bigeh, era la imagen especular en la tierra de la Constelación del Muslo, la Osa Mayor. La leyenda cuenta que el cuerpo de Osiris fue troceado en 7 ó 16 (1+6) partes, según las versiones, y que cada parte se encontraba enterrada en un lugar sagrado diferente a lo largo del valle. Pero aquí en Bigeh, de manera especial, la constelación reflejaba su poder. Osiris, era el "dios monopodio", de una sola pierna, porque su cuerpo era el reflejo de esa misma constelación, el Muslo:
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Osiris y la constelación del Muslo (Osa Mayor) |
A partir de ese lugar mágico se extendía la influencia de las estrellas de la Vía Láctea, haciendo surgir en las orillas del Nilo templos y ciudades sagradas a lo largo de su recorrido mágico. El egiptólogo Georges Daressy (1864 – 1938) fue quien estudió y cartografió dicha distribución (PDF adjunto, descargar
Daressy.pdf) haciendo corresponder a cada nomo o provincia las constelaciones y planetas sagrados.
Caminar a lo largo de las orillas del Nilo, era caminar por las estrellas, era encontrar un lugar sagrado en sus orillas donde Osiris había dejado su huella y recuerdo. Hoy día, en nuestras agitadas ciudades, apenas recordamos que hay que mirar al cielo, si es que todavía puede verse...
Continuará