sábado, enero 25

La Soledad, esa difícil compañera


La soledad es un sentimiento, una percepción a menudo equivocada de nuestra posición en el mundo. Suele ser un sentimiento negativo, raramente es percibido como algo positivo.

Generalmente cuando alguien pide consejo sobre cómo solucionar su soledad, la respuesta que se le da es salir de casa, buscar amigos, dedicarse a alguna actividad, apuntarse a algún club, para así estar menos solo; sin embargo estas soluciones no son muy útiles, porque la soledad es algo de orden subjetivo mientras que las soluciones son de tipo objetivo.


Solos nos podemos sentir en medio de la multitud, rodeado de amigos, e incluso con nuestra familia. La soledad de hecho es algo que nos acompaña en el mismo acto del nacimiento y de la muerte, pues nadie puede sufrir por nosotros esas experiencias.

Y tras nuestra llegada al mundo, como seres distintos que somos surge con ello el egoísmo, o sea la tendencia necesaria a afirmar la propia existencia. Y esta afirmación, para asegurar la supervivencia del ser, puede hacerse en dos niveles: en el ser inferior o en el ser superior. Como "ser inferior" entendemos todo el conjunto psicológico y mental unido a nuestro aparato fisiológico y orgánico. Por "ser superior" entendemos los valores morales y espirituales, es decir aquella parte que es portadora de los valores superiores del ser humano.

La tarea de hacer crecer y sobrevivir el ser inferior es centrípeta, o sea que nos lanza al mundo exterior para demandar toda clase de cosas que aumenten e incrementen nuestra falsa sensación de seguridad, de supervivencia. Nuestro ser inferior necesita pues ser alimentado: de amor, de nutrientes físicos y psíquicos, de cosas interesantes, de entretenimiento, necesita engordar sin limites. A nuestro ser inferior sólo le interesa un tipo de comunicación  e interacción: desde el resto del mundo hacia uno mismo, es unidireccional.

Por contra la acción de nuestro ser superior es centrífuga: los valores morales nos conducen a mirar por los demás antes que por nosotros mismos, a dar más que a recibir, a amar más que a ser amados, en definitiva a buscar el bien y crecimiento de los demás antes que el nuestro.


Una maravillosa ley de la naturaleza, la ley de compensación, tan ignorada y tan presente en cada acto, se encarga de ajustar las cosas: porque en el segundo caso, cuando por impulso de nuestro ser superior centramos nuestra actividad en los demás, dándolo todo, esta ley natural se encarga de hacer crecer a este mismo ser espiritual. O sea que funciona de manera contraria al ser inferior, cuanto más se niega a sí mismo más crece.

La soledad aparece pues como consecuencia de adoptar la primera actitud, o sea alimentar en exclusiva al ser inferior, porque el ser inferior desde un comienzo está destinado a perecer, a fragmentarse y desaparecer, y porque es insaciable, no importa cuanto le provean los demás, siempre está hambriento, sediento, y solo... La soledad es pues simplemente la consecuencia de una atención desmedida dirigida exclusivamente a nosotros mismos, a escatimar lo que le damos a los demás, y a pedir inmoderadamente para uno mismo. La soledad es propia de los pordioseros.

Sentirse acompañado, por el contrario, es sobre todo sentir de cerca la presencia de Dios, un sabio dijo una vez "Nadie que esté con Dios se siente solo". Y estar con Dios significa desarrollar en uno mismo los valores morales, el servicio y la dedicación a ese gran huérfano que es la Humanidad. No lo dudes, en el Servicio encontrarás la cura a tu soledad.