lunes, enero 20

Héroes


Cuando hablamos acerca de los héroes siempre imaginamos hombres poderosos, raramente mujeres, dotados de grandes músculos, y con un poder inigualable. Sin embargo este punto de vista es para empezar bastante injusto, porque deja fuera del concepto de héroes al menos a mitad de la población, si nos referimos al sexo, y una gran mayoría si nos referimos al músculo.


Otra imagen que se abre camino día día, especialmente a través de la inmensa maquinaria de propaganda que fabrica noticias y modelos sociales, y que sirven para que los poderosos controlen mejor a las masas, es la del "héroe cotidiano", en otras palabras el "héroe vulgar", el ciudadano anónimo, al que se le quiere presentar como un héroe, precisamente por ser rutinario y mediocre. Este modelo sirvió a los propósitos de los regímenes comunistas y nazis, y a todos los regímenes que necesitan tener ciudadanos dóciles: es el héroe de los enanos.

En los tiempos modernos, dado que la vulgaridad es la norma, se han propuesto como héroes a los grandes atletas, que de alguna manera recobran en parte la imagen del "héroe músculo". Otras veces, dada la exagerada importancia que se le da a lo intelectual en nuestra cultura, se trata del héroe intelectual, aquel que quizá nunca hizo nada práctico pero que está dotado de un "gran cerebro", no importando los valores morales que lo acompañan. Es el típico caso que vemos exagerado en los concursos de preguntas y respuestas, donde la admiración por el ganador se convierte en una forma idiotizada de culto por el "héroe mental" que en realidad nunca consiguió algo en la vida, salvo unos minutos de gloria televisiva.

Pero todos estos ejemplos yerran en algo fundamental: no tienen para nada en cuenta la definición clásica del héroe. Esta palabra de origen griego significa "semi-dios", y el significado profundo es que un ser humano, debido a sus altas cualidades, puede reflejar algo divino que dota a sus actos de contenidos superiores. No tiene nada que ver con ser un “iluminado”, que de esos ya hay muchos para nuestra desgracia, ni con los grandes músculos, ni con ser una simple oveja rutinaria, ni con el atleta, ni con el gran cerebro, sino que tiene que ver con la presencia de valores en un ser humano y su determinación para aplicarlos a pesar de todos los obstáculos inimaginables.

Esa es la auténtica raíz de la heroicidad: saber que existe en nosotros algo más que carne y sangre, que poseemos principios lo suficientemente fuertes como para mostrarnos libres, independientes y poderosos en nuestra acción diaria contra las adversidades del mundo.

El héroe además está dotado de cierta sabiduría, de claridad de percepción, de tal manera que sabe reconocer desde el interior las señales que el destino pone ante si. Ve en las ilusiones del mundo lo que realmente son, un mar de espejismos que tratan de convencerle una y otra vez que nada es posible, que todo está perdido, que hay que abandonar la batalla. El héroe sin embargo reconoce estas mentiras, y continúa adelante, incesante, incluso aunque eso suponga la pérdida de todo lo material, pues el héroe sabe desde el comienzo que sólo subsisten y permanecen los valores del espíritu.

Pero además al héroe le caracteriza algo muy importante, un Auténtico Sentido del Amor. En un mundo en el que a todos se les llena la boca con palabras blandas de amor, sólo el héroe conoce su auténtico significado y sabe ciertamente que el amor es autonegación y dedicación al deber, y lo distingue del amor que sólo es palabrería barata, del amor de aquellos que esconden detrás de ese término su egoísmo y que utilizan esa palabra-totem como instrumento para adormecer hipnóticamente, como si fuesen serpientes, a sus víctimas inadvertidas.

El auténtico Amor del Héroe no puede estar separado de la guerra, como en las viejas mitologías. Venus y Marte caminan juntos, porque ¿cómo se puede amar sin batallar contra nuestras ambiciones y egoísmos, con nuestra avaricia, pereza y orgullo? Y cómo se puede realmente ser guerrero sin la moderación del amor, que hace dirigir sus fuerzas de combate hacia el propio ser interior, hacia la guerra interna, que es la primera y necesaria guerra de un guerrero espiritual.

Tu, que tanto gritas y llamas a la guerra fratricida, lleno de odio, recuerda que la única guerra que merece la pena es la guerra interior, y que la externa se vuelve crueldad, carnicería y odio, cuando no responde a los valores nobles y serenos del deber y la justicia. No llames a otros a la guerra, pelea tú solo en tu interior y entonces sabrás.

Y yo mientras tanto, mientras encuentro el camino, miraré en la estela dejada por los auténticos héroes, miraré en sus ejemplos de valor y sacrificio, sus enseñanzas morales, y para otros dejaré la admiración por los músculos.