sábado, junio 22

El Arte y la Técnica

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El Arte y la Técnica

El significado de las artes, hoy en día, es “cualquier actividad con una finalidad estética y también comunicativa” [Arte - Wikipedia]

Según esta definición tan amplia que nos facilita Wikipedia, un locutor de televisión también está haciendo arte, así como una telefonista o una azafata de vuelo, o simplemente el que arregla los productos en un escaparate, o la pescadora vendiendo sus productos. El arte es también, según este punto de vista moderno, sobre todo una cuestión de gusto, o sea no de intelecto, inspiración, admiración, etc., sino de mi gusto personal, algo sobre lo que, como todo el mundo sabe, no hay nada escrito.

Por consiguiente, la evaluación de una obra de arte en el mercado capitalista es sólo una cuestión de gusto impuesto, de modas pasajeras, y sobre todo de dinero.

Se dice también que en sus orígenes el arte tuvo en principio una función ritual, mágica o religiosa y que cambió adquiriendo, con la evolución (involución ?) del ser humano, aspecto sociales, pedagógicos, mercantiles y ornamentales.

Hasta aquí hemos llegado, hasta el punto de colocar al lado del Réquiem de Mozart, o del David de Miguel Angel, en la misma categoría, aquellas obras que destacan por su valor mercantil de moda y especulativo, o que simplemente que asombran por su descaro y originalidad: estatuas recubiertas de piel humana disecada, detritus y heces en una lata de conservas, o las obras producidas por un aparato mecánico. Todo estos son hoy ejemplos reales de arte en las galerías y museos del mundo.

Cuando fallamos en delimitar y definir lo que es arte, y no lo conseguimos encuadrar en margenes concretos, es porque debe corresponder a una actividad muy esencial y general del ser humano. Veamos su origen en los lenguajes antiguos:

En sánscrito, la lengua madre indoeuropea, encontramos el término तक्षति (tákṣati): Formar, cortar, cincelar, dividir en trozos, dar forma, crear, formar en la mente, inventar, reducir dividiendo, despellejar

En la variante de Punjab encontramos la palabra tacchnṇā relacionado con el τέχνη, téchnē en griego que significa arte y técnica.

En Matemáticas reducir dividiendo y simplificando, así como en escultura usar el corte del cincel es delimitar, hacer visible y objetiva una idea o una visión, o una imaginación, algo mental, o bien un sentimiento que se hace visible.

Todos esos significados sánscritos, nos llevan a entender el doble significado de la téchnē griega, arte y técnica, es decir dos cosas iguales en origen y que son operaciones humanas por excelencia, sirven ambas para traducir al mundo material concreto las ideas, intuiciones, pensamientos y emociones humanas:

Mundo Ideal, Mental, Inspiración, Sentimientos → [arte y técnica] → Obra

Este reflejo mundano de la Idea o del Pensamiento o del Sentimiento, hace que sea tan difícil y controvertido definir qué es Arte y qué es técnica o aplicación práctica. Así tenemos dos fenómenos distintos:

Mente, ingenio, razonamiento práctico → [Técnica] → Obra práctica, suntuaria, o decorativa.

Mundo Ideal, Inspiración superior, Intuición espiritual → [Arte] → Obra artística, que sirve de canal de acceso a la Idea contemplada o inspirada en el artista.

La contemplación de la supuesta obra “artística” genera en el observador reacciones distintas, de placer, de rechazo, de excitación de las pasiones, o por el contrario de elevación del pensamiento, de sentimiento auténticamente estético que nos eleva a intuiciones poderosas, como cuando se contempla la obra de la Naturaleza virgen.

Por consiguiente, no hay que luchar con las definiciones, sino que hay que aclarar cuál es su origen y cuál es el efecto, y deberemos juzgar si la técnica o arte empleado es el más apropiado para captar y ofrecer su contenido.

Así sólo deberíamos hablar de Arte cuando existe una armonía entre origen medios y fines, procediendo la Idea de la inspiración superior, de las Ideas Sublimes, de los Arquetipos (Bien, Verdad, Belleza, Justicia), poseyendo así el objeto artístico la capacidad, en su belleza y armonía, de elevar nuestro pensamiento, emociones y deseos, hacia lo superior.

Si no posee las características señaladas más arriba, hablaremos más bien de técnica, en el sentido moderno, o de arte menor, no por su belleza más o menos objetiva, sino porque el valor e intención con el que ha sido construido no es el de elevación de la conciencia, sino meramente una satisfacción sensual, utilitaria, o relacionada con el mundo material en el que vivimos, ya se trate de reivindicaciones políticas, sociales, o meramente una búsqueda de la sensación y el asombro, del “épater”, como dicen los franceses, o sea deslumbrar, encandilar, impactar, pasmar y sorprender.

En el Arte Verdadero, el artista ejerce un esfuerzo intuitivo, contemplativo, y mental por captar verdades y esencias ideales, es un ejercicio casi ascético, de renuncia a uno mismo en pos de la visión suprema.

En el llamado arte moderno, sin embargo, ya no se busca representar la esencia de las cosas, o simplemente la representación de las cosas tal como son, sino que el artista se convierte en el centro, se trata pues de MI VISIÓN, MI PENSAMIENTO, MI PLACER O GUSTO, O INCLUSO MI DISGUSTO. Así de la obra anónima de arte, como ocurrió durante siglos, se ha evolucionado a centrar y hacer girar todo el valor del arte alrededor del “nombre del autor”, que es quien le da valor en la sociedad capitalista y comercial. La aspiración de muchos artistas modernos es la de ser reconocidos, de ser famosos, de que se les admire a través de su obra. La explicación o la visión personal que el pseudo-artista proporciona o su adscripción política cuenta más que el valor de dicha obra en sí.

El contemplador del arte moderno, movido por la misma vanidad que el autor, se convierte en diletante, en arbitro de la elegancia, en “entendido” cuya opinión buscan y halagan todos los artistas noveles, y sobre todo los marchantes.

Este es el resultado y otra desgracia más de nuestro siglo materialista, basado en una economía vendedora y compradora de almas.

Recuperar el Arte significa recuperar al artista, o sea, alguien que, además de conocer profundamente las habilidades de su oficio, al mismo tiempo se inspira en los Ideales del Bien y de la Belleza, que persigue con su oficio, para dejar que los demás también contemplen esos arquetipos.

En este sentido Oriente ha sabido conservar en mejores condiciones ese espíritu, así un Maestro de Ikebana, o un artista de Kabuki, o un danzante de Bharatanatyam de la India, están más cercanos al concepto clásico de artista que los pseudo-artistas occidentales, porque lo esencial ha permanecido: el largo trabajo sobre sí mismo, el perfeccionamiento sin límites, y la búsqueda sin fin de la belleza.
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jueves, junio 13

El Misterio de las Encarnaciones Divinas III - Los Avataras y el Misterio del Buddha

El Misterio de las Encarnaciones Divinas III

Los Avataras y el Misterio del Buddha

A menos que se sea un materialista empedernido, la lógica natural lleva a pensar que si existe un Orden, o un atisbo de organización inteligente de este Universo, si existe un misterio insondable que sólo se expresa por medio de Leyes Inexorables, que apuntan a lo que podríamos llamar divinidad ─aunque no en el sentido que le dan algunas religiones, el de un dios rector sentado en su trono celeste─, repito, si no se es materialista acérrimo entonces es lógico y razonable pensar que el camino ascendente evolutivo de todo el Universo es algo que ningún científico podrá negar, y que este camino depende de un Plan.

Ahora bien, para la mayoría de los seres inconscientes (minerales, vegetales) semiconscientes (animales) y conscientes como el hombre, necesariamente debe existir un mecanismo rector que guíe su evolución apuntando en la dirección correcta. En el caso de los animales, plantas y minerales, dado el pequeño margen de libertad individual que poseen, la Ley Natural es suficiente para conducirlos.

Pero ¿qué ocurre en el caso de los seres inteligentes y conscientes? Una piedra, si se la golpea se rompe en pedazos, una planta muere si se la aplasta y se la depriva de agua y nutrientes, y crece si se la riega, pero todo ello ocurre pasivamente. Eso no los convierte en mejores ni en peores. En el caso del hombre es diferente, porque el hombre tiene la capacidad de ser un ángel o un demonio. Ejemplos no faltan en la historia. Su naturaleza, más delicada que la del bruto, le permite ascender, pero, como en el mito de Ícaro, también puede caer desde esa altura y estrellarse, puede convertirse en un ser semi-humano, peor que las bestias, depravado y maligno. Y la razón para ello consiste en que aquello que es tan delicado es también muy frágil. El bruto no cambia demasiado, sin embargo la delicadeza y sutilidad del ser humano es su bendición y su maldición, porque puede ser su punto de partida hacia el cielo o hacia el abismo.

Por todo lo anterior, en toda época y lugar se ha considerado la Educación como un elemento fundamental para el desarrollo humano, y sobre todo la educación profunda en valores, así como el autocontrol personal y el servicio a los demás. En definitiva, educación en valores auténticamente humanos en oposición a los hombres (?) semianimales o sólo regidos por los instintos.

Las doctrinas religiosas y filosóficas, tanto de Oriente como de Occidente, insisten en que la Divinidad Rectora, o como se quiera llamar, o la Inteligencia Rectora, no escatima esfuerzos de formas diversas para enseñar también a los seres humanos. No les enseña matemáticas, ni biología, ni trigonometría, sino a mantener su condición humana, a pesar de las desgracias y los contratiempos. Por eso es universal la creencia en la intervención de los Hijos de Dios, de los Ángeles que caminan entre los hombres, de los Avataras o encarnaciones divinas como se les llama en Oriente.

Esta es una palabra que deriva del sánscrito: “ava” o descender, y la raíz “tr”, cruzar, o sea descender o cruzar hacia abajo, como el rayo al caer o el río o manantial de agua que corre hacia abajo.

En la mitología romana y griega se corresponde con los llamados “héroes” o encarnaciones semidivinas, los hijos de un dios y una mortal, de la misma manera que en la mitología cristiana Jesús es un hijo de Dios y de una Virgen.

Esta conjunción de lo divino y lo humano presenta tres elementos constitutivos: la emanación divina que inspira al Avatara o Semidiós, y un alma humana muy elevada, que es el canal a través del cual se manifiesta, además de un cuerpo físico sobre el que se asienta. Dice el Bhagavad Gita:

“Cuando quiera que la Ley desfallezca, y cobre bríos la iniquidad, entonces renazco, para proteger a lo buenos, confundir a los malos y restaurar firmemente la justicia. De edad en edad renazco Yo con este intento”. (BG, cap. IV, 7-8)

Quien habla es Krishna, un avatara o encarnación divina de Vishnu, o en otras palabras un descenso hasta los seres humanos de la Sabiduría del Logos. No hay que dejarse llevar por los nombres, sino por lo que representan. Así en el caso del Maestro Jesús, es en el rio Jordán cuando su iniciación se completa, tras ser bautizado por San Juan. Entonces sobre el ser humano descendió el Espíritu Divino, como sucede con todos los avataras, y esto sucede en el río “Jordán”, o según su traducción: “lo que fluye hacia abajo”, o sea con el mismo significado que la palabra Avatara:

«Bautizado Jesús, salió luego del agua; y en esto se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba en forma de paloma y venía sobre él. Y una voz que salía de los cielos decía: "Este es mi Hijo amado, en quien me complazco"». (Mt 3,16-17)

según comenta HPB:

“Todos los avataras son uno y el mismo; son los Hijos de su “Padre” en directa descendencia. El “Padre”, o una de las siete Llamas, llega a ser con el tiempo el Hijo y, en consecuencia, uno con el Padre desde toda la eternidad.

El Padre en los cielos se refiere al Logos, o Dios tal como lo entiende el común de la gente, y no es un padre físico sino espiritual, porque es su rayo el que **encarna en la forma ilusoria**, como todo lo que existe en este mundo, del **Adepto que ya ha superado todas la limitaciones humanas,** y que por su pureza puede recibir al Padre en el seno de sí mismo. Por eso, el receptor de la divinidad, el Adepto, no es un ser humano común, ni necesita reencarnarse en este plano material, ni le afecta el karma de las acciones realizadas en el mismo: su apariencia humana es sólo una ilusión, que dura lo que tenga que durar el drama representado.

Por eso la tradición musulmana dice, según la Sura IV del Corán, que Jesús no fue crucificado realmente, sino que se trató de una ilusión que engañó a sus verdugos, de tal manera que ascendió a los cielos estando vivo, pues sólo era un cuerpo ilusorio:

“Y por haber dicho: Nosotros matamos al Ungido, hijo de Maryam, mensajero de Allah. Pero, aunque así lo creyeron, no lo mataron ni lo crucificaron. Y los que discrepan sobre él, tienen dudas y no tienen ningún conocimiento de lo que pasó, sólo siguen conjeturas. Pues con toda certeza que no lo mataron.”

El Misterio del Buddha

Tal como hemos explicado anteriormente, un Avatara es una encarnación divina en una forma ilusoria y con la participación de un Adepto que ha superado la etapa humana, y que por tanto también él mismo es una ilusión en su manifestación en este mundo.

Sin embargo, en el caso del Buddha, ocurrió algo diferente, porque llegó al estado avatárico por sus propios méritos y esfuerzos, no fue simplemente el receptor pasivo de un rayo de la divinidad, sino que alcanzó ese estado por sí mismo.

Expliquemos esto un poco más: El nacimiento de las religiones, su renovación en nuevos mensajes adaptados a la Humanidad en cada momento de su historia, es un mecanismo natural, se produce de manera cíclica y cada vez que la Humanidad se aleja peligrosamente del Sendero. Este mecanismo cíclico y natural es protagonizado por los Avataras (los que descienden) de la Divinidad, tal como hemos explicado. Este sería el Mecanismo General, digamos que la forma estándar.

Pero también existe otro mecanismo especial, cuyas razones para existir sería demasiado complejo para un artículo como este. Ese otro mecanismo especial es el que corresponde a las llamadas Escuelas de Misterios y sus Adeptos. A través de este sendero los seres humanos pueden llegar, de manera muy excepcional y rara, hasta la condición de Avatara. Estamos hablando de aquellos que caminan su propio sendero: los Jivanmuktas. (de Jiva, vida, ser viviente + mukta, libre, liberado), es decir un ser que se ha liberado por sí mismo, que ha alcanzado el nirvana y el más alto nivel de evolución en conciencia y poder durante su vida terrenal.

Según nos explica H.P. Blavatsky:

“Un avatara es el descenso de Dios a una forma ilusoria. Un jîvanmukta ha pasado por innumerables encarnaciones en las cuales puede haber ido, acumulando méritos, pero no alcanza el nirvâna por virtud de estos méritos, sino a causa del karma producido por ellos, que le conduce y guía hacia el maestro que ha de iniciarle en el misterio del nirvâna, y que es el único capaz de ayudarle a llegar a esta morada.“

Como ejemplo, podemos decir que también en la mitología del Antiguo Egipto, aparecen también dos mecanismos, el regular y el extraordinario: así los dioses en contacto con los hombres, sus directores, nacen de manera natural de la diosa Nut, el cielo. Pero Seth, nace violentamente del costado de su madre Nut. Su jeroglífico, cuando aparece en una oración, es sinónimo de revolución, violencia, sorpresa. Seth en Egipto representa a los sistemas iniciáticos, el “segundo” sistema de emergencia, inventado para regular la Evolución Humana.

Lo demás hay que dejarlo a la intuición.

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miércoles, junio 5

El Misterio de la Encarnacion Divina II - El Mantra Gayatri

El Mantra Gayatri de la India,

En toda la India, por todas partes, resuena el canto del Mantra Gayatri desde hace milenios. ¿Por qué?¿Qué tiene de especial?.

En primer lugar hay que aclarar para los lectores occidentales el significado de la palabra Mantra. Esta palabra es la combinación de otras dos: Manas (mente) y Antra (interior), y se refiere a la internalización y seguimiento profundo de un estado mental o pensamiento.

A veces se ha usado esta término como equivalente a encantamientos, o simplemente la recitación de un himno védico, pero su auténtico sentido es más profundo y místico, porque no es la mera repetición de una palabra, sino la meditación intensa fijando nuestra mente en el significado y fin del mantra.

No obstante esta técnica de la repetición se convierte a menudo en una práctica mecánica, cuando no supersticiosa, como ocurre con los famosos molinillos de oración tibetanos, que contienen oraciones en su interior que supuestamente son “recitadas” y arrojadas al aire con el movimiento giratorio del molinillo. Algo similar ocurre con los famosos rosarios, tanto cristianos como musulmanes. En todos estos casos, la automatización rítmica de la oración, ya se trate de “aves marías”, o de frases sobre la presencia o nombres de Allah, o de molinillos de oración tibetanos, o de fórmulas védicas, sólo poseen un valor emocional, tranquilizador, otras veces solamente son exhibiciones externas frente a los demás, que tratan de reafirmar la pertenencia a una determinada secta o religión.

Conocido es el efecto hipnotizador que posee cualquier palabra repetida. Así, por ejemplo, se observa este fenómeno en los corredores de Maratón, quienes repiten secuencias numéricas, o cuentan el número de respiraciones.

De la Divinidad Desconocida, más allá de cualquier definición o concepto, lo que los hindúes denominan como Parabrahman, o sea “más allá de Brahma”, surge la Trimurti, la Primera tríada divina, Brahma Vishnu y Shiva. La famosa sílaba OM, tan usada en Oriente, resume en sí misma estos tres aspectos, pues en realidad OM es la abreviación del sonido AUM, representando así a los tres movimientos divinos o logos, y aún más profundamente representa también su presencia en el interior del ser humano, o sea su Tríada espiritual.

Según los hindúes de este sonido primordial proceden los Vedas, los libros sagrados de la India, y de los Vedas procede el Mantra Gayatri (verso 10.14.16 del Rig-veda) En otros palabras, la vibración o sonido primordial de la creación, se expresó para los seres humanos en unos textos sagrados, que se expanden más allá de los 4 Vedas clásicos en otros muchos textos védicos (Upanishads, Puranas, etc.)

Todos estos textos poseen una gran profundidad y sutileza, están plagados de un simbolismo complejo sólo al alcance de los más sabios. No obstante, también se derivan de los mismos algunas formas poéticas y musicales populares, más accesibles para el común de los mortales. Este es el caso del Mantra Gayatri, nacido del corazón mismo de los textos védicos. Sus traducciones han variado a lo largo de los siglos y según las distintas sectas hindúes, ya que el lenguaje en el que está escrito este mantra permite una multitud de interpretaciones simultáneas, sus versos en sánscrito son:

om bur buvá suá
tat savitúr vareniám
bargo devásia dímahi
díio io na prachodáiat

Su traducción para algunos místicos sería la siguiente:

AUM, Sol de Vida,
Destructor de lo sufrimientos
Encarnación de la felicidad que brilla como Sol
La mejor de las elecciones
Divino destructor de los pecados
que impregnas nuestra inteligencia para inspirarse

Si desgranamos sus significados, serían los siguientes:

  • oṃ - La sílaba sagrada o AUM;
  • bhūr - La Tierra;
  • bhuvaḥ - el aire o atmósfera;
  • svaḥ - El cielo;
  • tat -que, aquél;
  • savitur - de Savitri o el Dios Sol;
  • vareṇyam - el mejor entre todos;
  • bhargaḥ - el Esplendor;
  • devasya - de los Devas o seres divinos ;
  • dhīmahi - Que podamos meditar;
  • dhiyaḥ - con nuestra Inteligencia Superior (Buddhi);
  • yaḥ - aquel;
  • naḥ - nuestra;
  • pracodayāt: nos guie.

y la traducción sería:

AUM, tierra, aire, cielo, de la Luz Divina (Sol), la más excelente, el esplendor de los seres divinos, que nos guíe y que podamos meditar con nuestra Inteligencia Superior (Buddhi, Sabiduría)

Hay múltiples traducciones de esta oración, pero en esencia todas son un clamor del alma dirigido a lo celeste pidiendo sólo una cosa, quizás la más importante para nosotros los seres humanos, que podamos pensar, razonar y meditar, siempre iluminados por la Luz de la Sabiduría, que encarne en nosotros.

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