jueves, junio 13

El Misterio de las Encarnaciones Divinas III - Los Avataras y el Misterio del Buddha

El Misterio de las Encarnaciones Divinas III

Los Avataras y el Misterio del Buddha

A menos que se sea un materialista empedernido, la lógica natural lleva a pensar que si existe un Orden, o un atisbo de organización inteligente de este Universo, si existe un misterio insondable que sólo se expresa por medio de Leyes Inexorables, que apuntan a lo que podríamos llamar divinidad ─aunque no en el sentido que le dan algunas religiones, el de un dios rector sentado en su trono celeste─, repito, si no se es materialista acérrimo entonces es lógico y razonable pensar que el camino ascendente evolutivo de todo el Universo es algo que ningún científico podrá negar, y que este camino depende de un Plan.

Ahora bien, para la mayoría de los seres inconscientes (minerales, vegetales) semiconscientes (animales) y conscientes como el hombre, necesariamente debe existir un mecanismo rector que guíe su evolución apuntando en la dirección correcta. En el caso de los animales, plantas y minerales, dado el pequeño margen de libertad individual que poseen, la Ley Natural es suficiente para conducirlos.

Pero ¿qué ocurre en el caso de los seres inteligentes y conscientes? Una piedra, si se la golpea se rompe en pedazos, una planta muere si se la aplasta y se la depriva de agua y nutrientes, y crece si se la riega, pero todo ello ocurre pasivamente. Eso no los convierte en mejores ni en peores. En el caso del hombre es diferente, porque el hombre tiene la capacidad de ser un ángel o un demonio. Ejemplos no faltan en la historia. Su naturaleza, más delicada que la del bruto, le permite ascender, pero, como en el mito de Ícaro, también puede caer desde esa altura y estrellarse, puede convertirse en un ser semi-humano, peor que las bestias, depravado y maligno. Y la razón para ello consiste en que aquello que es tan delicado es también muy frágil. El bruto no cambia demasiado, sin embargo la delicadeza y sutilidad del ser humano es su bendición y su maldición, porque puede ser su punto de partida hacia el cielo o hacia el abismo.

Por todo lo anterior, en toda época y lugar se ha considerado la Educación como un elemento fundamental para el desarrollo humano, y sobre todo la educación profunda en valores, así como el autocontrol personal y el servicio a los demás. En definitiva, educación en valores auténticamente humanos en oposición a los hombres (?) semianimales o sólo regidos por los instintos.

Las doctrinas religiosas y filosóficas, tanto de Oriente como de Occidente, insisten en que la Divinidad Rectora, o como se quiera llamar, o la Inteligencia Rectora, no escatima esfuerzos de formas diversas para enseñar también a los seres humanos. No les enseña matemáticas, ni biología, ni trigonometría, sino a mantener su condición humana, a pesar de las desgracias y los contratiempos. Por eso es universal la creencia en la intervención de los Hijos de Dios, de los Ángeles que caminan entre los hombres, de los Avataras o encarnaciones divinas como se les llama en Oriente.

Esta es una palabra que deriva del sánscrito: “ava” o descender, y la raíz “tr”, cruzar, o sea descender o cruzar hacia abajo, como el rayo al caer o el río o manantial de agua que corre hacia abajo.

En la mitología romana y griega se corresponde con los llamados “héroes” o encarnaciones semidivinas, los hijos de un dios y una mortal, de la misma manera que en la mitología cristiana Jesús es un hijo de Dios y de una Virgen.

Esta conjunción de lo divino y lo humano presenta tres elementos constitutivos: la emanación divina que inspira al Avatara o Semidiós, y un alma humana muy elevada, que es el canal a través del cual se manifiesta, además de un cuerpo físico sobre el que se asienta. Dice el Bhagavad Gita:

“Cuando quiera que la Ley desfallezca, y cobre bríos la iniquidad, entonces renazco, para proteger a lo buenos, confundir a los malos y restaurar firmemente la justicia. De edad en edad renazco Yo con este intento”. (BG, cap. IV, 7-8)

Quien habla es Krishna, un avatara o encarnación divina de Vishnu, o en otras palabras un descenso hasta los seres humanos de la Sabiduría del Logos. No hay que dejarse llevar por los nombres, sino por lo que representan. Así en el caso del Maestro Jesús, es en el rio Jordán cuando su iniciación se completa, tras ser bautizado por San Juan. Entonces sobre el ser humano descendió el Espíritu Divino, como sucede con todos los avataras, y esto sucede en el río “Jordán”, o según su traducción: “lo que fluye hacia abajo”, o sea con el mismo significado que la palabra Avatara:

«Bautizado Jesús, salió luego del agua; y en esto se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba en forma de paloma y venía sobre él. Y una voz que salía de los cielos decía: "Este es mi Hijo amado, en quien me complazco"». (Mt 3,16-17)

según comenta HPB:

“Todos los avataras son uno y el mismo; son los Hijos de su “Padre” en directa descendencia. El “Padre”, o una de las siete Llamas, llega a ser con el tiempo el Hijo y, en consecuencia, uno con el Padre desde toda la eternidad.

El Padre en los cielos se refiere al Logos, o Dios tal como lo entiende el común de la gente, y no es un padre físico sino espiritual, porque es su rayo el que **encarna en la forma ilusoria**, como todo lo que existe en este mundo, del **Adepto que ya ha superado todas la limitaciones humanas,** y que por su pureza puede recibir al Padre en el seno de sí mismo. Por eso, el receptor de la divinidad, el Adepto, no es un ser humano común, ni necesita reencarnarse en este plano material, ni le afecta el karma de las acciones realizadas en el mismo: su apariencia humana es sólo una ilusión, que dura lo que tenga que durar el drama representado.

Por eso la tradición musulmana dice, según la Sura IV del Corán, que Jesús no fue crucificado realmente, sino que se trató de una ilusión que engañó a sus verdugos, de tal manera que ascendió a los cielos estando vivo, pues sólo era un cuerpo ilusorio:

“Y por haber dicho: Nosotros matamos al Ungido, hijo de Maryam, mensajero de Allah. Pero, aunque así lo creyeron, no lo mataron ni lo crucificaron. Y los que discrepan sobre él, tienen dudas y no tienen ningún conocimiento de lo que pasó, sólo siguen conjeturas. Pues con toda certeza que no lo mataron.”

El Misterio del Buddha

Tal como hemos explicado anteriormente, un Avatara es una encarnación divina en una forma ilusoria y con la participación de un Adepto que ha superado la etapa humana, y que por tanto también él mismo es una ilusión en su manifestación en este mundo.

Sin embargo, en el caso del Buddha, ocurrió algo diferente, porque llegó al estado avatárico por sus propios méritos y esfuerzos, no fue simplemente el receptor pasivo de un rayo de la divinidad, sino que alcanzó ese estado por sí mismo.

Expliquemos esto un poco más: El nacimiento de las religiones, su renovación en nuevos mensajes adaptados a la Humanidad en cada momento de su historia, es un mecanismo natural, se produce de manera cíclica y cada vez que la Humanidad se aleja peligrosamente del Sendero. Este mecanismo cíclico y natural es protagonizado por los Avataras (los que descienden) de la Divinidad, tal como hemos explicado. Este sería el Mecanismo General, digamos que la forma estándar.

Pero también existe otro mecanismo especial, cuyas razones para existir sería demasiado complejo para un artículo como este. Ese otro mecanismo especial es el que corresponde a las llamadas Escuelas de Misterios y sus Adeptos. A través de este sendero los seres humanos pueden llegar, de manera muy excepcional y rara, hasta la condición de Avatara. Estamos hablando de aquellos que caminan su propio sendero: los Jivanmuktas. (de Jiva, vida, ser viviente + mukta, libre, liberado), es decir un ser que se ha liberado por sí mismo, que ha alcanzado el nirvana y el más alto nivel de evolución en conciencia y poder durante su vida terrenal.

Según nos explica H.P. Blavatsky:

“Un avatara es el descenso de Dios a una forma ilusoria. Un jîvanmukta ha pasado por innumerables encarnaciones en las cuales puede haber ido, acumulando méritos, pero no alcanza el nirvâna por virtud de estos méritos, sino a causa del karma producido por ellos, que le conduce y guía hacia el maestro que ha de iniciarle en el misterio del nirvâna, y que es el único capaz de ayudarle a llegar a esta morada.“

Como ejemplo, podemos decir que también en la mitología del Antiguo Egipto, aparecen también dos mecanismos, el regular y el extraordinario: así los dioses en contacto con los hombres, sus directores, nacen de manera natural de la diosa Nut, el cielo. Pero Seth, nace violentamente del costado de su madre Nut. Su jeroglífico, cuando aparece en una oración, es sinónimo de revolución, violencia, sorpresa. Seth en Egipto representa a los sistemas iniciáticos, el “segundo” sistema de emergencia, inventado para regular la Evolución Humana.

Lo demás hay que dejarlo a la intuición.

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