jueves, diciembre 9

Las Edades del Hombre y Tener los Ojos Abiertos

Las Edades del Hombre y 
Tener los  Ojos Abiertos

Un muy querido amigo y compañero de aventuras en Egipto, me escribe diciéndome que mis artículos le recuerdan esos viejos tiempos que compartimos, en los que su ayuda fue tan fundamental y necesaria. No obstante me dice que ahora no se siente adscrito a nada en particular, y que solo trata de mantener los ojos bien abiertos, alerta. 

Eso me hizo pensar que mantener los ojos bien abiertos, especialmente a ciertas edades, es un buen consejo. Tanto mi amigo como yo estamos a punto de entrar en eso que llaman jubilación, o sea el periodo supuestamente de alegría o júbilo, aunque desgraciadamente muchos llegan a esas edades llenos de rencor, de amargura, de culpabilidad y de miedo.

¿Por qué sucede esto? Hay muchas posibles causas personales, resultados de elecciones vitales equivocadas. Pero globalmente hablando, en nuestros días la causa principal radica en que ya no se siguen los patrones clásicos que se aplicaban en la antigüedad al ciclo vital. Hubo también otros momentos históricos en que no se aplicaron estos patrones pero al menos fueron instintivamente reconocidos. En nuestra época jóvenes y niños adoptan falsos papeles de adultos, y los adultos juegan a ser y vestirse como jóvenes alocados, los hombres adoptan estilos femeninos y las mujeres masculinos. Eso les puede parecer a algunos un signo de avance e igualitarismo y de una mayor libertad de elección. Pero la verdad es que también fomentan un cierto desequilibrio y desorientación.  

En las culturas antiguas se proponían modelos diferentes de desarrollo personal, distintos pero con algo en común: la necesidad de establecer guías, patrones a través de los cuales crecer personalmente. Tomemos por ejemplo el sistema utilizado en la antigua India llamado los 4 Ashramas. La vida se dividía en cuatro etapas fundamentales, que simbólicamente podríamos calificarlas como la de los "Ojos Cerrados", la de los "Ojos con Anteojeras", la de los "Ojos Abiertos" y la de los "Ojos que Miran al Cielo". En realidad no recibían esos nombres, pero creo que describen bien esas cuatro etapas. 

Sus verdaderos nombres eran el de Brahmacharya o estudiante, Grihastha o padre de familia, Vanaprastha o caminante del bosque,y  Sannyasa o el renunciamiento.

LOS OJOS CERRADOS
El Brahmacharya y el Dharma

En esta primera etapa el neófito no puede ver, carece de las herramientas fundamentales para percibir el mundo alrededor e incluso a sí mismo. Necesita ser educado y entrenado en los modos de la sociedad, necesita instrucción en los textos sagrados básicos y para ello es puesto bajo la tutela de un gurú, que será el maestro que le introducirá en el entendimiento de los textos básicos completando así su enseñanza y ayudando al pupilo a abrir los ojos para percibir adecuadamente el mundo y a sí mismo. 

Nuestros sistemas educativos han recogido en parte esa idea, pero desgraciadamente han olvidado los componentes míticos que explican el mundo en el que se vive, y sobre todo la percepción del ser humano como un ser compuesto en viaje transitorio. También se ha olvidado enseñar que toda acción y pensamiento en este mundo tiene consecuencias inevitables tanto aquí como en los planos sutiles, marcando así nuestro futuro, se ha preferido hacer hincapié en la libertad como valor absoluto. Al menos tendría que enseñarse que no existe la libertad absoluta para los seres condicionados. 

En la India clásica, desde estas tempranas épocas de la vida, ante el pequeño se presentaban los fines fundamentales de la vida o Purushartha: el Dharma, o sea la moralidad, los deberes y la religiosidad. El Artha, o la riqueza y salud, y los medios correctos de ganarse la vida. El Kama, o sea el amor y el placer, no sólo en la pareja, sino también el amor filial y paternal, y el de los amigos. Finalmente el Moksha o liberación y autorrealización.

Todos estos fines están presentes a lo largo de toda la vida, pero en ciertas etapas se acelera la necesidad de cada uno de ellos, y eso es lo que define los 4 estadios básicos de la vida.

LOS OJOS ENFOCADOS O CON ANTEOJERAS
El Grihasta o Jefe de familia 

En esta etapa el joven preparado se inicia en las vías que le llevarán al triunfo en la vida cotidiana. Es la etapa del Artha o riqueza, donde hay que triunfar, hacer fortuna, constituir una familia, establecer un negocio, o conquistar una ciudad, aprender también a disfrutar de los placeres mundanales. Imaginemos un joven cualquiera que ya se ha independizado, que ha terminado sus estudios profesionales o universitarios, que ha conocido también a otra persona joven de la que está enamorado y se plantea unirse a ella. A través del duro esfuerzo consigue finalmente un trabajo o un negocio o aprobar una oposición. Luego vendrán los hijos, y con ellos una nueva batalla para conducirlos a través de las dificultades de la vida. 

Pero sea cual fuese la actividad a la que se dedique, todo lo anterior tiene que ser hecho de manera legal, honesta, sin recurrir a caminos tortuosos o a la traición ni a la mentira o a la calumnia. Es decir esta etapa consiste en probarse a sí mismo conquistando todo lo conquistable en esta vida pero de una manera honorable. El triunfo auténtico es un triunfo ético.

LOS OJOS ABIERTOS
El Vanaprastha o Caminante del Bosque

Uno ya ha visto de todo, una cierta sabiduría de la vida y cierto escepticismo sano se ha ido acumulando a través de los años de lucha por la supervivencia. Ahora, ya constituida la familia, ya obtenidos los requerimientos básicos y sociales, comienza la etapa del retiro progresivo. Ya no es el jefe ejecutivo de la familia. Aunque se le sigue consultando, la decisión final es de otros. Los nietos reciben sus consejos, y en caso de duda sobre lo divino y lo mundano, es a él o a ella a quien se dirigen los demás. 

Entrar en esta etapa requiere de nuevo cierto ejercicio de voluntad, de preparación e ideas claras. Muchas personas alcanzan la edad de la jubilación llenos de amargura, protestando contra todo, queriendo todavía estirar un poco más la etapa anterior, sin aceptar que su aparato físico y mental ya no está capacitado para ello. Tiene que entender que está entrando en otra etapa, muy importante, y tiene que aprender a permanecer con los ojos muy abiertos, por un lado atento a lo que ocurre realmente sin dejarse engañar por las apariencias, observando el mundo alrededor como nunca antes pudo hacerlo, cuando estaba totalmente inmerso en la lucha, y también observándose a sí mismo de manera profunda e intensa, con la sabiduría que deberían traer las canas. 

Tendrá que releer los textos sagrados, no importa cuáles, lo importante es que sean sagrados para uno mismo, quizás sólo sea poesía o cualquier otra cosa que le llegue hasta los huesos del alma. Leerá adquiriendo ahora un significado más profundo, tendrá tiempo para meditar e incluso tendrá acceso a textos sagrados que están reservados sólo para los hombres ya en vías de retiro. No es que nadie le prohibiera leerlos antes, sino que eran las urgencias de la vida las que se lo impedían. 

Dicen en la India antigua que los leerá en secreto, donde nadie pueda verlos, en el bosque, en las grutas, en los lugares apartados, para que nadie los oiga. Hoy quizás eso ya no sea necesario, pero no obstante también los leerá en secreto, sin que nadie los vea, porque lo que lee y siente sólo podrá entenderlo los que están en “retiro” como él mismo.

LOS OJOS MIRANDO HACIA ARRIBA 
El Sannyasa o el Renunciamiento

Ya apenas puede enderezarse, con las espaldas encorvadas y el caminar lento propio de los ancianos, se dirige hacia el bosque, para enfrentar los últimos años de su vida, ha decidido vivir de manera ascética, se conforma con el mínimo para su subsistencia, y en realidad poco le hace falta, porque permanece con los ojos perdidos, allá arriba, en la contemplación de lo celeste, de aquello que nadie puede ver, salvo el que está a punto de dejar el cuerpo para emprender el camino de las estrellas.

Hoy quizás ya no dirigiremos nuestros pasos hacia el bosque, pero sí que nos adentraremos en el bosque espeso de nuestra psicología, de nuestra mente para vislumbrar allá al fondo los pequeños reflejos del espíritu. Seremos ascetas, no porque ayunemos hasta parecer esqueletos, sino porque aprenderemos a dejar atrás los lujos innecesarios, las llamadas desatadas del consumismo y el griterío del mundo. 

Mi querido amigo y su querida esposa, en grandes momentos de dificultad, tuvieron el genio y figura suficiente para impulsar un viejo proyecto idealista en tierras egipcias. Gracias a ellos se hizo realidad, y hoy cientos de jóvenes pueden estar agradecidos a su trabajo, a su etapa Artha, ahora al cabo de los años, permanecen con los ojos abiertos, y estoy seguro que cuando les llegue su momento sabrán dirigirlos hacia arriba para encontrar la belleza que sabiéndolo o sin saberlo les empujó a través de las cuatro maravillosas etapas de la vida. Amén.

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