LIBERACIÓN INDIVIDUAL Y SOCIAL
(Individual and Social Liberation 🇬🇧)
La ultérrima liberación del ser humano es una tarea colectiva. Salvo los Robinsones Crusoes, que de por sí sufren su propia esclavitud, el resto de los seres humanos son sociales por naturaleza. El ideal budista de los Bodhisattvas plantea como finalidad la liberación de todos los seres, sin excepción.
Los avances sociales dependen fundamentalmente del conocimiento, la educación y su difusión, que no trae la liberación per se, pero lo permite. En la ilustre Atenas sólo los que se liberaron de las necesidades básicas de la vida pudieron dedicar su tiempo a filosofar. La brecha entre los más poderosos y los más humildes se cierra y converge precisamente gracias a la expansión del conocimiento y a la participación en su elaboración y difusión.
Por eso, para liberarse de la carga acuciante de la pobreza extrema, que no permite ni siquiera levantar la vista al cielo, enseñar y aprender es la más revolucionaria de las tareas de aquellos que quieren dedicarse a los demás. Compartir e intercambiar es la actitud más humana.
La nobleza no consiste en tener una pose señorial, sino en la acción sincera y verdadera, sin que haya barreras de clase, raza, género o condición social. El servicio abstracto a la humanidad, también consiste en el servicio concreto a nuestros semejantes de manera individual, siendo éste un escalón necesario en el aprendizaje de esta tarea, pues no se puede servir a la humanidad sin servir primero al prójimo y al más próximo.
Un pedazo de pan, una moneda, una palabra, una idea que eleve, dada de forma directa, vale más que cheques anónimos sin corazón a las ONGs de moda. Pero servir así tampoco es suficiente, pues el objetivo final es el género humano en su totalidad, paso previo y necesario para encontrar a Dios en la naturaleza entera.
Los Patricios, los Señores de la guerra, los Nobles, los Jerarcas, en definitiva los Líderes auto-iluminados, que no poseen más luz que la que ellos se atribuyen, han sido los hijos de la separación, del individualismo y del orgullo, siempre más preocupados en cuidarse de ser reconocidos, imponiendo para ello las "adecuadas reverencias" propias de la corte.
También, su opuesto, la falsa modestia, la auto-flagelación, el sentimiento del pecador redimido, son formas soterradas de ambición sin límites que “invierten” en conseguir prebendas en el otro mundo, a cambio de renunciar a éste. Quien busca así la liberación nunca la encontrará.
Mi liberación inmediata no consiste en la búsqueda de objetivos inalcanzables, señuelos puestos en el camino de mi ambición, sino en la comunión perfecta y el sentimiento profundo de la divinidad en la Naturaleza, en mí mismo, en mis hermanos los hombres, en mis pequeños hermanos los animales, y en toda la extensión de este maravilloso universo en heroica evolución. Tarea bien difícil, pero que produce innumerables frutos, personales y comunitarios, como en la vieja parábola del sembrador.
Porque en vez de lamentar mis múltiples carencias y defectos a cientos, dándome golpes en el pecho, lo que tengo que hacer sólo consiste en trabajar sobre mi yo, porque el egoísmo, el egocentrismo, la ignorancia de este yo condicionado, es la fuente de toda separatividad y del millón de errores que cometo. Concéntrate solamente en derrotar al Rey Destructor de la realidad, y todo ese ejército enemigo sucumbirá.
Mi liberación de la tiranía del yo se alcanza sin buscarla, sin esfuerzos de concentración mentales, sin repeticiones mantrámicas, sin análisis bizantinos de conceptos filosóficos. Se alcanza por medio de las manos que trabajan y de las espaldas que se doblan en la tarea de liberar a otros de mi propia ignorancia. No hay liberación en las altas torres del orgullo de los que sólo se contemplan a sí mismos.
Liberación es la serenidad y la alegría interior que hace que el reino de los cielos comience aquí en la tierra. No hay que morir para ver el cielo.