lunes, febrero 7

Yo, Robot

 YO, ROBOT

En el plano físico las leyes son deterministas porque sus posibilidades de acción son conocidas y hay mecanismos estrictos.

En el plano de la física atómica hay un determinismo menos marcado. Las partículas y las energías fluyen y se transforman. La mecánica cuántica nos indica que las cosas pueden ser o no ser, no hay un determinismo estricto, aunque sí hay unas leyes inexorables.

En el plano humano y psicológico encontramos factores que actúan de forma  generalizada y aparentemente indeterminada debido a su complejidad. La dificultad en reducir a términos simples la conducta humana, parece indicar que existe un cierto libre albedrío que permitiría modular las consecuencias y causas de los hechos. 

Pero si examinamos a fondo la personalidad humana, el compuesto físico-energético y el aparato psíquico-mental, vemos que éstos dependen y son influenciados por muchos factores materiales, externos e internos, de tal manera que el posible libre albedrío del ser humano se reduce a nada en algunos casos o a muy poco en otros.

En el plano físico-energético, esta dependencia es bien visible, las influencias genéticas y ambientales son evidentes. En el plano psíquico-mental esas influencias deterministas son menos evidentes, actuamos bajo la impresión de ser libres en nuestros sentimientos y pensamientos. No obstante, un somero análisis muestra que casi cada pensamiento y cada sentimiento que circula incesante en nuestra mente, aparentemente espontáneos y libres, están en la mayoría de los casos influenciados por el pensamiento de otros, por algo que hemos observado, por un sonido, una imagen, por el calor que sentimos o el frío que sufrimos, por la pesadez de la comida, por el último anuncio publicitario, o el último coche que hemos visto pasar ante nosotros. Siguiendo esta misma línea de argumentación, basta con hacer un ejercicio de observación adecuado sobre nuestros pensamientos, sensaciones y emociones, para darse cuenta de que están muy condicionados, muchos más de lo que creemos.

Como médico, he podido observar en múltiples ocasiones fenómenos muy conocidos:

- Personas equilibradas que tras un accidente traumático, con afectación del cerebro, cambian hasta tal punto que adquieren una nueva personalidad, a veces destructiva para otros.

- Un tratamiento hormonal puede cambiar no sólo las tendencias instintivas sino también la modulación de los sentimientos y pensamientos.

- La falta de ciertas vitaminas, puede llevar a la psicosis e incluso graves demencias.

- Una lesión en algunas vías cerebrales, puede hacer que se disocien completamente la emoción y la sensación. Se puede constatar un dolor fortísimo y no sentir ni la más mínima alteración emocional. O por el contrario, ante pequeñísimos estímulos banales de los que ni siquiera somos conscientes, en ciertos casos pueden provocar una auténtica tormenta emocional llena de sufrimientos.

- Una alteración genética familiar puede, a partir de cierta edad, dar lugar a depresiones incontrolables que pueden acabar en el suicidio.

Sirvan como ejemplos los anteriores casos, de los que hay muchísimos en los libros de psicología y neurología. ¿Dónde queda pues la supuesta libertad mental incondicionada?

Todo ello sin mencionar además las enseñanzas destructivas, llenas de fanatismo, de supersticiones, de tabúes que condicionan nuestra psicología desde la más tierna infancia.

¿Podemos decir con franqueza, después de estudiar con detenimiento todos estos casos, después de analizar nuestro pensamientos y emociones, que somos libres, que tenemos nuestra propia opinión, que sabemos quiénes somos y qué queremos, y que nuestros actos no están condicionados de antemano?

Pues bien, aquí es donde entra la Pachamama... y el vudú, la New Age, la magia Wicca, la curación por cristales, el horóscopo, las iniciaciones de "no se sabe qué", el chamánico peyote, los dogmas de las cultos religiosos de todo tipo, las imposiciones de manos...

Pero no acaba ahí la lista, porque también hay el cambio de mis aspecto físico a la carta, sin que haya razones médicas, como si fuese un juego, porque me siento tal o tal o quiero parecerme a este o a aquél. Me tienen que respetar mis derechos, aunque nunca seré marciano aunque quiera, ni pobre ni humilde porque no me interesa, ni tampoco quiero que hablemos de mis deberes. También están los que defienden la "patria" y ondean banderas para mejor vender la traición del gran capital sin corazón, y las ideologías materialistas que matan el alma, en aras de una igualdad que nunca llega...

Y luego vienen los que venden, de todo, hasta seres humanos si hace falta. Los mercados, los "valores" bursátiles, los que controlan los medios de desinformación, que curiosamente mantienen las mismas opiniones fundamentales de fondo, ya que las diferencias son solo o bien cosas que no son realizables o que no merecen la pena, pero eso no importa, se trata de vender más y mejor y colar de rondón la intención real. Hay cientos de expertos al servicio de los grandes centros de poder económico-militares que se encargan de colar por cualquier pequeño resquicio de nuestra mente los que ellos quieren. 

Entonces, pregunto de nuevo ¿Podemos decir, con franqueza, que somos libres en nuestras opiniones, ideas, decisiones? ¿No hay pues otra alternativa, salvo conformarse a ser manipulados, teledirigidos, condicionados sin capacidad de independencia?

Esta es la diferencia fundamental entre los poderes terrenales de las religiones de todo tipo, los pensadores de carril, la obediencia a los poderes de este mundo, el esoterismo barato pseudo místico, y llevar a cabo una auténtica re-consideración de nosotros mismos, una verdadera evaluación de nuestras capacidades reales. Necesitamos considerar con cuidado qué hay en nosotros que corresponde realmente a nuestro ser robotizado y además tener el valor de colocar filtros o barreras, según el caso, ante la avalancha manipuladora del mundo externo.

Todo eso sólo sería una condición previa. No es ni más ni menos que lo que recomendaban los antiguos sabios griegos, así en el frontispicio del templo de Delfos, se escribieron las líneas fundamentales a seguir. El primer mandato délfico era "Conócete a Ti Mismo", que hace referencia a organizar nuestro ser confuso. El segundo mandato délfico era "Nada en Exceso", o sea el control de todo aquello que, procedente del mundo externo físico, emocional o mental, al ponerse en relación con nosotros  nos influencia, excitando los apetitos correspondientes.  

Pero no es suficiente. Con eso sólo controlamos parcialmente el "robot" y el ambiente material que intenta robotizarnos aún más. Necesitamos un elemento más, algo que nos haga salir de esa doble tenaza interna y externa. Y la solución es dada por el Tercer Mandato Délfico, simbolizado por la quinta letra del alfabeto griego, la Épsilon, o sea el conocimiento de lo celeste o divino en nosotros.

Pero ¡cuidado! porque esa quintaesencia no es algo creado o imaginado por nosotros, no es sublimada, ni adorada, ni suplicada, ni otorgada. Ese quinto elemento de hecho está ahí desde el principio, no se vende ni se compra, no grita, ni escucha salvo la voz sincera del que trabaja por el bien de los demás. Es una luz que se abre camino poco a poco, en la oscuridad del robot silenciado, que pugna por salir entre nuestros herrumbrosos engranajes y tuercas, y que persistente a través de los siglos trata de hacer valer sus derechos en este mundo salvaje.

Podrías preguntarte ¿cómo llegó el diamante a ser lo que es? ¿No está acaso hecho de carbón negro? Cierto, pero era negro porque sus moléculas estaban erráticamente desorganizadas, la luz no podía pasar a través de su cuerpo. Pero el tiempo, la evolución constante, la presión a la que se sometió hizo que sus moléculas re-alineadas permitieran pasar la luz de nuevo. Nadie bajó del cielo, la luz estaba allí, se trataba sólo de descubrirla trabajándose a uno mismo. Esa es la única receta para dejar de ser robot.