jueves, febrero 25

El Cambio Gradual, el valor de los Pequeños Pasos

 El Cambio Gradual, el valor de los Pequeños Pasos

Todos hemos visto alguna vez esas películas de la América profunda donde un predicador atrae al nuevo converso hacia la luz.

Pero como puede verse en dicha escena, el recién converso cree que todos sus pecados han sido borrados, incluso sus crímenes más recientes. De la misma manera que el famoso cantante Hank Williams cantaba aquello de "I saw the light": "Ví la Luz, no hay más oscuridad, no hay más noche, ahora soy tan feliz, no hay pena en mi interior..."


En los países de tradición hispana muchos ignoran que la mayoría de las "perversas" canciones de Elvis Presley trataban sobre temas de fondo religioso:

Desde luego su movimiento de caderas, "Elvis Pelvis" como se le llamaba, anunciaba destrozos en la moral de todas las familias honestas y religiosas. Pero lo cierto es que Elvis Presley pertenecía a ese mismo Sur de los Estados Unidos, anclado en una tradición religiosa protestante y puritana, donde la posibilidad de la "conversión" in extremis podría salvar hasta el alma del mismísimo diablo.

Otro ejemplo, aunque éste de tipo humorístico, es el famoso episodio del "Hermano Warren Sánchez" de Les Luthiers, que ejemplifica el paso de los grupos evangelistas a una suerte de New Age cristiana.  


Dentro del "Orientalismo", tema para otro artículo, también se proponen experiencias similares como las realizaciones tántricas, la iluminación súbita del Satori japonés, los estados de Samadhi obtenidos por imposición espiritual del supuesto maestro, o por revelación de la "palabra" o mantram secreto, o por efecto de la droga mística, ya sea peyote u otra cualquiera.

En todo estos grupos, lo que se vende  es el cambio súbito, la espiritualidad tipo flash que genera una reacción emocional, tipo risa tonta. 

El cambio real no consiste en lo anterior, sino en aquél cambio que poco a poco nos libera realmente de nuestras propias trabas, de nuestras barreras mentales, emocionales y hasta físicas. En todos los ejemplos anteriores un factor externo produce el cambio. ¿Cómo es eso posible? El cambio debe ser gradual e INTERNO. El mundo exterior sólo nos sirve para contrastar y para ejercitar los poderes de nuestra alma, sabiduría, paciencia, simpatía, compasión, etc.

El cambio real es la confianza en uno mismo, conocerse a sí mismo, medir los propios músculos, no establecer cambios irreales más allá de nuestras propias fuerzas que más bien son ataques de orgullo o envanecerse. Muchos que se auto torturan sufren de esto. 

Sin embargo, la paz y tranquilidad no se obtiene de esta manera. Hay que recobrar la confianza en el Dios-Naturaleza, quien rige el cambio gradual de la semilla pequeña que crece, ignorada por todos, debajo de la tierra en lo más crudo del invierno, pero que lo hace sin dudar, sin sentirse por encima de las demás semillas.  

¿Podéis imaginar una conversación entre hormigas? 

-El gran Hormigón Padre exige de nosotros mortificación y penitencia. Somos los escogidos, somos la luz contra la oscuridad.... 

Entonces, las hormigas reunidas, en un gesto introspectivo inclinan la cabeza, y luego la levantan sintiéndose iluminadas y elegidas escuchando con fe ardiente al líder que sí que sabe.  

Vuelta a caer en lo mismo, una y otra vez, porque la debilidad del ser humano, su fragilidad física, emocional y mental, hace que caigamos una y otra vez en los lazos de las sectas, de los grupos religiosos que nos prometen "la iluminación súbita". Y cuando nos desengañamos, caemos en brazos de los otros grupos, los que van a reformar el mundo mediante la revolución social y el odio, que creen que sólo con repartir la pizza entre todos el ser humano alcanzará la plenitud, y puede que tengan parte de razón, pero hay algo más que el estómago.

¡Qué grande e infinito es este Dios-Naturaleza! ¿Acaso no crees que todo tiene un fin y un por qué? ¿Acaso no sabes que el primer deber y fundamental trabajo consiste en trabajar nuestra conciencia individual? Y para ello, paradójicamente, hay que trabajar con los demás, paso a paso, en pequeñas cosas al principio, con tranquilidad, cambiando poco a poco el primer hábito nocivo, que consiste en creer que hay un yo y olvidar que hay un nosotros.