viernes, marzo 6

Mente Lógica y Mente Analógica - Ciencia y Cientificismo 06

Mente Lógica y Mente Analógica


Nuestra cultura materialista se ha convertido en un obstáculo cuando tratamos de conectar con la realidad natural, nos ha convencido de que el agua es sólo H2O, de tal manera que olvidamos que también es Vida. Rechaza instintivamente todos los valores espirituales, dado que no pueden ser medidos y afirma que nuestra actividad mental es solamente la producción de nuestras neuronas, como si el pensamiento se tratase de una especie de jugo segregado pasivamente por la actividad fisiológica de las células del cerebro.

Además, nos fuerza a vivir en una especie de realidad paradójica y contradictoria, pues de un lado, en nuestro trabajo, en la universidad, en el laboratorio, creemos solamente en las cosas que pueden ser tocadas, que son densas y visibles. Pero por otro lado, el mismo individuo que mantiene los principios anteriores en sus operaciones diarias, puede creer en ciertos valores morales o credo, la mayor parte de las veces relacionados con "principios invisibles" y con un plano superior no reconocido por la "lógica".

Hemos sido sometidos a esta especie de esquizofrenia durante los últimos siglos, obligándonos a aceptar este estado de cosas. Toda otra alternativa es considerada como el retorno a un tipo de pensamiento pre-lógico propio, según los sacerdotes de la nueva religión lógica y científica, de sociedades primitivas y atrasadas, de gente inculta y crédula, indigna de participar de forma seria en un mundo dirigido por las lineas maestras de la ciencia y el conocimiento tecnológico. 

En todo caso, las creencia en valores espirituales, en puntos de vistas suprasensibles del mundo, sólo es aceptadas en el marco de la vida privada e individual. Se trata de una concesión menor: sea usted científico, racional y materialista en su vida pública, aunque si le place puede entregarse a sus "locuras" en la vida privada, como especie de fantasía personal y relajante.

No nos referimos aquí a los científicos verdaderos, que preservan en su trabajo el amplio sentido de la palabra ciencia y que trabajan devotamente en búsqueda de la verdad y sólo de la verdad, ni rechazamos, sino todo lo contrario, los últimos avances y descubrimientos en los campos de la física, la astronomía, etc., sino que nos referimos a esa actitud de parte de la sociedad, e incluso de parte de sus líderes y pensadores, que SIN REAL PREPARACIÓN CIENTÍFICA, pretenden ser sus sacerdotes y acólitos imponiendo ciertos puntos de vista pseudo-científicos y ramplones. Tenemos que distinguir entre la Ciencia verdadera y la pseudociencia que se enseña y se publicita para justificar ciertas actitudes políticas y sociales, y que no pasa de ser una mera propaganda materialista aparentemente justificada por principios científicos.

Inevitablemente, por su propia naturaleza, esta explicación pseudo racionalista del mundo y sus fenómenos enfoca nuestra mente en el plano material y, al mismo tiempo, nos distancia de los valores morales y arquetípicos. La realidad es así percibida exclusivamente a través de un estrecho filtro pretendidamente intelectual y lógico, en que el análisis se constituye en el método de conocimiento por excelencia. En todo caso este análisis no es un método neutral, sino que parte de prejuicios ideológicos.

Cuando alguien intenta aplicar el limitado instrumento humano, la mente, al análisis de algún problema, o trata de averiguar cómo algo funciona, y finalmente consigue controlarlo, usualmente es dominado por un sentimiento de orgullo y posesión, aunque para lograrlo, como hacen los niños cuando quieren conocer lo que hay dentro de un juguete, haya tenido que destruir el objeto de su análisis. 

Entonces, guiado por ese sentimiento de orgullo, el hombre se siente con el derecho de hablar acerca de lo que es el alma, de la vida y la muerte, del universo entero e incluso puede llegar a afirmar, dado que su instrumento de análisis no puede encontrar Creador alguno, que ni Dios ni el espíritu existen. Así, por ejemplo, para investigar la vida, se destroza y fragmenta a esta para someterla al microscopio, y cuando el científico encuentra una porción muerta de ese todo vivo que pasó por alto, cree haber encontrado el secreto de esa vida.

No obstante, el hombre posee también otros instrumentos para el conocimiento, aunque cada instrumento tiene que ser aplicado al plano adecuado.


Los sabios de todas las épocas conocían bien como utilizar ese otro instrumento que el hombre posee: el poder de la analogía y la intuición para alcanzar las grandes verdades. Fueron sabios porque antes que nada se consideraron servidores de la Sabiduría, que no es mera acumulación de conocimientos, pues un computador también puede almacenarlos y posiblemente los avances tecnológicos nos permitirá crear en el futuro poderosas formas de "inteligencia" artificial, pero eso no nos haría más sabios en absoluto. 

Todos conocemos casos de personas que acumulan varios títulos universitarios y que al mismo tiempo son ejemplos de caos e ignorancia en sus vidas privadas. Por el contrario, a veces nos topamos con personas que son casi analfabetas y que no obstante de alguna manera poseen cierta sabiduría, pues la sabiduría consiste en conocer como aplicar el conocimiento vivo. No es tan importante en un momento dado la cantidad de conocimiento, sino que este conocimiento sea esencial y practicable. En eso consiste la Sabiduría.

Si contemplamos globalmente la naturaleza y el hombre, encontraremos algunas características o cualidades que son compartidas por ambos, lo que podríamos llamar esencias compartidas. Por ejemplo, si escribimos una lista de conceptos como los siguientes:
Niñez, juventud, adultez, vejez.
amanecer, mediodia, ocaso, noche.
primavera, verano, otoño, invierno
verde, rojo, pardo, negro.

probablemente cierta "campana" repicará en nuestra mente. En esta lista podemos encontrar elementos que "suenan" parecido, que son comparables, que comparten cierta esencia o cualidad. La reacción que esta lista produce en nuestra mente indica una cierta forma de pensar bien diferente de la del análisis lógico. Esto es lo que se llama pensamiento simbólico o analógico.


El análisis, como la palabra en su origen expresa, divide. Sin embargo, al usar la analogía encontramos cosas que unen, hay un movimiento general de ascenso de la conciencia, un acceso a una realidad más grande y global, donde las cosas aparentemente disimiles comparten algo de esa unidad esencial del universo.

Cuando leemos las fabulas de Esopo, o los libros sagrados, encontramos cuentos, mitos, leyendas, comparaciones, metáforas, o en otras palabras encontramos analogías. La mayor parte de las enseñanzas de la sabiduría se expresan de esa forma, utilizando a menudo elementos extraídos de la naturaleza, tales como plantas, animales, minerales, ríos, etc. Todas ellas contienen no sólo expresiones de esa semejanza fundamental sino también valores morales. Y es que la lógica no tiene alma, suele ser fría, e incluso cruel: la "lógica" justificó, desde cierto punto de vista, la bomba de Hiroshima o los campos de exterminio. Sin embargo, la analogía al permitir compartir valores, buscar elementos comunes, es más moral, pues busca la unidad y promueve valores de fraternidad y entendimiento.

Las enseñanzas de la Sabiduría se dirigen pues a la parte más noble de ser humano, y por consiguiente al otro tipo superior de mente que poseemos, la mente analógica, que es adecuada para alcanzar puntos de vista profundos acerca del hombre y de la creación.

La mente analítica, que controla hoy el mundo, es también útil, pero solo para propósitos prácticos, e inútil para las grandes cuestiones de la vida y la muerte, del cielo y la tierra.

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