miércoles, enero 26

Elevar el Nivel de Conciencia

 ELEVAR EL NIVEL DE CONCIENCIA

Eso que llamamos conciencia está sobrevalorado. Por ejemplo, a veces decimos cosas como "no puedo aceptar esto, mi conciencia no me lo permite", o "afirmo tal y cual cosa contundentemente porque así lo dicta mi conciencia". Eso suena bien en las película dicho por el héroe, en los demás queda un poco ridículo.

La realidad es que tenemos un nivel de conciencia de pena. O sea, que la cuestión no es si tengo una gran conciencia, una conciencia vitaminada o raquítica. Conciencia es conciencia, y salvo que estemos dormidos o hallamos tomado algún "tranquilizante" (o sea un valium o un mantra repetido), la conciencia es la misma. Lo que sí que varía es el lugar, tiempo o asunto en el que fijamos o enfocamos nuestra conciencia, también su capacidad para contener muchas cosas pero de manera ordenada.

Por eso, si nuestra conciencia está enfocada en asuntos menores, o sin importancia, o incluso demasiado egoístas u obsesivos, diremos que tengo un nivel de conciencia bajo, o mejor dicho un enfoque bajo

Por contra, si mi conciencia se enfoca en asuntos que van más allá de mi egoísmo, si abarca a otros seres, si se centra en la contemplación de elementos universales, de ideas como la fraternidad entre los seres humanos, en ideales tales como el de la justicia, entonces diremos que nuestra conciencia se eleva, o sea que nuestra voluntad, y aquí está la clave, es capaz de redireccionar nuestra conciencia, o de restringirla a ciertos ámbitos, y de enfocarla en lo que realmente merece la pena. O sea, es una conciencia más inclusiva, donde hay menos yo y más de los otros, menos de lo que le interesa a mis instintos básicos y más enfocada en cosas elevadas.

Ahora bien, para hacer eso, como hemos dicho anteriormente, se necesita voluntad. Una voluntad que no se basa en el interés egoísta sino en los valores éticos universales.

Y aquí viene la confusión, porque para algunos elevar la conciencia es recitar algún mantra, para otros es mirar al cielo, o mejor a la estratosfera, o para otros es escuchar las campanas tibetanas mientras se recita "Om", o colocar música de Bach, o quemar una varilla de incienso, o concentrarse en el ritmo de la respiración.

Todo eso está bien, porque una conciencia dispersa (por causa de una voluntad débil, todo sea dicho) puede ser "distraída" de su locura con algunas de estas cosas. Es como cuando un niño corre alocado y salta de una cosa a otra, y le decimos que venga que pare de hacer eso y le daremos una deliciosa chocolatina.

Lo que llamamos conciencia es el producto de otras cosas que pasan desapercibidas. Ahí está todo nuestro cuerpo, sus necesidades, sus interacciones con el resto, sus imposiciones. Y ahí está también nuestra mente, con sus manías, sus enredos, sus rigideces conceptuales que le impiden ver la realidad, y que le impiden aproximarse a otros seres humanos. Estas dos realidades, siguiendo a Spinoza, que nos hace partícipes del atributo mente y del atributo extensión de Dios, son la causa subyacente de nuestras alteraciones de conciencia

Por consiguiente, elevar la conciencia supone trabajar en las causas subyacentes, o sea trabajar en nuestro cuerpo y fisiología, y en nuestra mente y emociones. En otras palabras trabajar nuestro cuaternario personal: cuerpo, energía, emociones y mente, o como decían los alquimistas: tierra, agua, aire y fuego.

Nuestras tristezas, nuestras bajadas de ánimo, nuestras obsesiones, nuestros enfados, tienen todos raíces muy profundas, a veces muy alejadas en el tiempo, causas remotas que pertenecen a nuestro cuerpo y a nuestra mente.

El refinamiento progresivo, el mejoramiento constante de estas realidades de las cuales no podemos escapar, y que forman la base de nuestra manifestación, es lo que nos ayudará a elevar nuestra conciencia lentamente y de manera segura. 

Lo otro, una buena música, un buen ejercicio, una caminata, un paseo a la luz de la luna, un verso bien leído, o algo de relajación, lo que nos ayuda realmente es a pacificar los impulsos erráticos, los enfoques sin control o desenfoques de nuestra conciencia, sus rebotes arriba y abajo. Por un momento conseguiremos así una cierta paz, una cierta serenidad, que indudablemente ayudará a "elevar conciencia", pero sólo entendido como una tregua, como un vislumbre de lo que puede llegar a ser un real estado de conciencia elevada que sólo se obtiene, como el vino añejo, a través del tiempo y la experiencia, y el buen trabajo sobre uno mismo.

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