Simbología Numérica
Del 0 al 2
Desde el artículo anterior sobre numerología simbólica, nos encontramos en una zona de indefinición.
Imaginad qué sucede cuando un impulso que surge desde algo desconocido comienza a insinuarse en tu mente, tomando primero una forma visual-mental y arrastrando para ello elementos cerebrales almacenados anteriormente. Ni siquiera la idea final se ha concretado todavía, pero algo comienza a moverse. Entonces, tomas una pluma, la acercas al papel y comienzas a… escribir este artículo.
Ese instante de indefinición pero en el que ya aparece una intención es lo que se simboliza como el paso previo al punto primero que aparecerá en el círculo definido. Pero no nos adelantemos, vayamos paso a paso.
Primero está la oscuridad, aunque sólo sea así para nuestros ojos limitados. En realidad sería la Luz Absoluta, pero lo representaremos como lo Ignoto, lo Desconocido, lo Absoluto, la Oscuridad Primigenia:
Y en esa oscuridad, desde esa primera intención apenas insinuada, surge un círculo pero sin definición, que lo representaremos como un círculo blanco con líneas discontinuas sobre ese fondo oscuro:
El círculo, como ya dijimos, simboliza el tiempo infinito y es el contenedor universal. Es un círculo indefinido porque es la nada para nuestros sentidos. Es el “0” inicial. No tiene límites ni centro, no tiene partes definidas. Como eso es difícil de concebir para mi mente humana, necesito apoyarme en símbolos que me permitan “imaginar” o sea hacerme una imagen de ello. Esa es precisamente una de las funciones de los símbolos, la de servir de puente entre nuestra intuición y nuestra necesidad práctica de referirnos a algo concreto. Un paso más, y nos olvidamos del trasfondo oscuro, porque ahora es la única realidad para nosotros que empieza a perfilarse:
Y en el momento en que la intención se concreta, el plano del círculo se cierra, delimitando así el teatro de operaciones, y por esa misma razón aparece el centro: el germen, aquello de donde todo surgirá: la semilla del Uno:
El punto activo central es el generador de todo el Universo de las cosas: en otras palabras, había un Germen no manifiesto dentro del Circulo No Manifiesto, pero un instante después aparece como Centro Manifiesto de un Circulo Manifiesto, a partir de ahí su dinamismo crea el Universo de las Cosas. A partir de ahora tenemos el “Uno” con el significado de “la Unidad de este Universo”, y el Germen o Punto Indivisible y Activo que lo crea.
Continúa las Estancias de Dzyan describiendo estos momentos de la puesta en marcha del nuevo universo manifiesto:
La Oscuridad irradia la Luz, y la Luz emite un Rayo solitario en las Aguas hacia el Abismo de la Madre. El Rayo traspasa el Huevo Virgen; el Rayo hace estremecer al Huevo Eterno, y desprende el Germen no Eterno, que se condensa en el Huevo del Mundo.
Estos párrafos fueron rescatados en el siglo XIX, aunque su origen es mucho más remoto. Tras ese lenguaje aparentemente oscuro encontramos una descripción de esos primeros momentos. Efectivamente, desde la oscuridad primera vemos surgir la luz. Esta Luz se refiere a la Inteligencia del Logos, o Pensamiento Divino, quien actúa sobre la Madre, o raíz de la Materia, dando lugar a la formación de todo el Universo.
Para aquellos no tan familiarizados con la filosofía y con el lenguaje místico, basta con entender la vieja trinidad de Theos, Chaos y Kosmos, en su forma griega. Theos, aunque traducido a veces como Dios, se refiere al movimiento, como Platón nos enseña en su diálogo Crátilo, donde deriva esta palabra del verbo theein (θέειν), “mover”, o sea el dinamismo del Pensamiento Divino. Chaos (χάος), se refiere al “vacío, abismo, sima”, es decir a aquello que es un receptáculo informe, que todavía no ha recibido la impronta de la forma. Theos actuando sobre el Chaos, da lugar al Cosmos (κόσμος) el Orden, el Arreglo bien ordenado, o sea el Mundo.
De la misma manera, un Artista (Pensamiento Divino) tiene en su mente una Idea, que plasma sobre el barro (Caos), para dar lugar a la Obra (Cosmos)
Ese Rayo primero, de Inteligencia Divina actuando sobre el Huevo o Circulo Fértil Primero, hace surgir el Primer Germen que se desprende, o sea que nace de ahí, como el niño que se separa de sus padres, y que no es eterno. La raíz es eterna, pero su manifestación, el Cosmos, es periódico y no eterno.
Ese primer Germen activo, ese punto central en el círculo, se pone en movimiento. Su primer movimiento es de expansión, de dualidad. Surge así el número dos, que se expresa ahora en un movimiento “lineal”, es el primer diámetro que aparece en el huevo de la creación:
Este primer movimiento, se traduce en una división del Círculo en dos partes. Como dice el texto bíblico:
“Bereshit bara Elohim et hashamayim ve’et ha’aretz.”
“En el Principio 1 (comienzo y origen) los Elohim 2 (plural aumentativo) crearon (diferenciaron, separaron) los cielos y la tierra 3 (lo manifiesto, mundo, país)”.
"La idea de que Dios creó el universo de la nada (creatio ex nihilo) se ha vuelto fundamental para el judaísmo, el cristianismo y el islam, pero no se encuentra directamente en Génesis, ni en toda la Biblia hebrea, y no es la opción preferida. Los autores sacerdotales de Génesis, que escribieron alrededor de 500-400 a. C., no se preocuparon por los orígenes de la materia (el material que Dios formó en el cosmos habitable), sino por la fijación de los destinos". Genesis 1:1 - Wikipedia
En el Antiguo Egipto, el comienzo del Mundo se ejemplifica como el huevo puesto por Geb, desde donde surgen todos los seres. Un himno nos los presenta así:
He aquí, me regocijo en mi estandarte y en mi trono.
Soy el Creador en la Oscuridad
Mi lugar está en los Confines del Cielo,
Soy el Gobernante del Infinito.
Soy el Hijo de la Tierra,
Surgido del Huevo del Mundo.
Me regocijo en el Señor del Palacio.
Mi Nido no se ve; He roto el Huevo.
Soy el Señor de los Millones de Años.
He hecho mi Nido en los Confines del Cielo,
Y desciendo a la tierra como el ganso que expulsa todos los pecados.
Papiro de Leyden
Continuará
Notas:
H.P. Blavatsky refiere que más que el Principio como comienzo, se refiere a la Fuente u Origen.↩
Los Elohim: habitualmente traducido por Dios, pero en realidad es un plural, y apunta a que los primeros hebreos creían en varios dioses. En la cristiandad pasan a ser los 7 Ángeles de la Presencia. De hecho este término se utiliza en sus formas derivadas (El-) con un sufijo añadido a los 7 dioses de los planetas principales, los que en la tradición judeocristiana reciben los nombres terminados en El: Rafa-el, Mica-el, etc.↩
El término traducido por tierra tiene un significado más amplio, se refiere al “mundo”, o sea al conjunto de lo creado y visible, como contraposición a lo increado e invisible, los cielos. La separación por un diámetro horizontal, divide así lo celeste de lo terrestre, el mundo material del el mundo de las causas.↩