domingo, abril 12

Siete Claves para Superar la Crisis y No Morir en el Intento 05 - Clave 4: No perder el Tiempo ni la Energía

Clave 4: No perder el Tiempo ni la Energía

Esta importante y famosa ecuación pone delante de nosotros una relación importante, la del tiempo-velocidad y masa por un lado y por el otro la energía. 

Aplicado a los seres humanos, como concepto general, necesita además añadir otro factor: los seres humanos somos sistemas abiertos, interactuamos con muchas cosas y personas alrededor. Desde nuestro nacimiento nos ha sido otorgada condicionalmente una cierta cantidad de masa, energía y tiempo, relativamente invariable salvo que lo estropeemos con nuestras estupideces, acortando el tiempo, aumentando de masa y perdiendo nuestra energía en tareas inútiles. 

Observemos los cambios en nuestra propia vitalidad, así de pequeños tenemos mucho tiempo y energía, pero poca masa, poca masa física, poca masa social, poca masa pensante, etc, mucha energía física, emocional y social, tiempo de sobra para aburrirnos, días que se nos hacen interminables, veranos infinitos.

En la vejez se invierten los valores, así hay poca masa física o va disminuyendo su fuerza, los huesos se hacen frágiles, se pierde la energía física, se empobrece también nuestra energía social y se fragilizan nuestras emociones o bien se endurecen, los días transcurren muy rápidos, las estaciones se precipitan con los años hacia la muerte inevitable.

Esa extraña relación entre masa y energía va acompañada de cambios en la percepción del tiempo.


Inconscientemente lo percibimos y conforme avanzamos hacia la edad adulta intentamos compensarlo bien con ejercicios físicos, con dietas en lo que toca a la masa corporal, con vitaminas para lo energético o cambios dietéticos, descansos obligatorios mejor al lado de la naturaleza. Y aún así el tiempo se va acortando, de manera que aumentamos la velocidad en las tareas, empleamos más energía en el lado izquierdo de la ecuación. Inexorablemente el tiempo se va acortando aún más y llegado a un punto no podemos dar más energía, especialmente si la hemos desperdiciado anteriormente.

Esto es una ecuación científica y vital de la que no se puede escapar, no tiene solución, aunque sí tiene final: se llama muerte. En este juego siempre somos perdedores.

¿Qué se puede hacer entonces?: Cambiar de plano, jugar esta partida en otro terreno.

Observemos las posibilidades de movimiento del cuerpo, compararla con el movimiento de los sentimientos, y luego con la velocidad y variabilidad de la mente. Hay planos que tienen limitaciones, movimientos más condicionados, y otros planos son más libres y abiertos. Nuestra ecuación personal de tiempo-energía tiene pocas posibilidades de éxito en el plano material, pero elevemos el nivel, subamos lo más arriba que podamos, meditemos y tratemos de ver nuestra vida de una manera panorámica, desde arriba de una montaña, de hecho imaginemos que somos una poderosa montaña que tranquilamente asentada contempla la vida en el valle. Veremos que el tiempo parece detenerse: es porque hemos cambiado de plano. 

Observemos la confusión de problemas que nos rodea, el ovillo inextricable de las causas que nos han traído hasta aquí y las múltiples posibilidades aún no concretas que se interponen en la visión de nuestro futuro. Tomemos de nuevo distancia, hacia arriba, hacia lo mejor de nosotros mismos, hacia la quietud alejada de las pasiones. Entonces veremos que ese ovillo, al tomar distancia, se convierte en una línea y descubriremos marcas especiales a lo largo de ella, momentos en que alguien nos ayudó, o alguien nos descubrió secretos de la vida, o experiencias que nos marcaron profundamente. Seguramente veremos que esa aparente confusión adquiere significado: se convierte en una cadena de acontecimientos fundamentales que nos trajo hasta aquí. Lo demás es solo ruido de fondo.

Lejos de esa personalidad diaria que nos ahoga, que nos agita constantemente, está esa otra conciencia, esa otra visión abierta, desde un lugar donde se respira, donde desaparece esa constricción en el pecho que nos acompaña casi todos los días. Esa nueva conciencia nos permite mirar con confianza a lo que nos rodea, a lo que se extiende delante. No hay prisa, está fuera del tiempo, es otro tiempo, un tiempo que no cuenta ni corre, si no que permanece. Si somos capaces de perseverar en ese estado de conciencia el tiempo dejará de perderse, porque será el tiempo esencial, actuaremos en el momento preciso, en la dirección adecuada, sin prisas pero con la exactitud de la verdad.

Y entonces la energía será infinita, porque no tendrá plazos, ni estará confinada ni contada, fluirá libremente, y se aplicará allí donde debe sin perderse en vericuetos inútiles. Inagotable hará que tu acción desconozca el cansancio, porque el cansancio que hay que temer no estará: el cansancio mental y espiritual, que es el más peligroso. Por el contrario sabrás que trabajas cubierto por una mente más grande que tú, por una energía más grande que tú. En calma y en paz.

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