lunes, junio 5

Me han robado mi opinión

-

Me han robado mi opinión

Nadie podrá subirse sobre tus hombros a menos que inclines la cabeza.

En realidad “nuestra opinión” nunca nos perteneció. La opinión es una suerte de vaga idea que toma posesión de nuestra mente, ocupando así un lugar fijo en la misma.

Pero ¿cómo llegamos a construir nuestras opiniones? Se construyen por medio de diversos mecanismos, aunque todos tienen en común su falta de relación con el verdadero ser interior.

La Opinión Consensuada: Es la opinión acomodaticia, lo que todo el mundo repite hasta la saciedad, se incorpora a nuestros conjunto de opiniones globales que nunca incomodan a nadie, ya que la mayoría de la gente tiene la misma opinión.

La Opinión Inculcada: Es la opinión introducida por los “líderes de opinión”, por los grandes medios informativos y audiovisuales, siempre asesorados por estudiosos del marketing, que a su vez se apoyan en estudios psicológicos (?) realizados por profesionales vendidos al poder.

La Opinión Exitosa: Se trata de apuntarse al carro del vencedor. Aquello que nos hace parecer mejores, más grandes, en definitiva más “vendibles”

La Opinión automática: Se expresa sin pensamiento previo, y dependiendo del resultado que se obtiene en el medio externo, se incorporará o no al conjunto de “nuestras opiniones”.

Podrían definirse varios tipos más; pero el hecho fundamental es que de una manera u otra estas opiniones pasan a formar parte de nuestra “Biblioteca de Opiniones”, que está conformada por una serie de fichas clasificadas. Por ejemplo las organizaremos bajo los epígrafes de familia, matrimonio, hijos, educación, trabajo, político o partido, los transportes públicos o los viajes espaciales, la ciencia, la religión, etc., etc., etc.

Cada vez que en una reunión de amigos, o en el trabajo, o entre nuestros colegas en la universidad, alguien mencione un tema, inmediatamente, casi inconscientemente, revisaremos las caras de los que nos rodean, sus características, el lugar donde estamos, las relaciones de poder en ese grupo, y a continuación, si nada lo impide, buscaremos en nuestro fichero particular de opiniones y extraeremos la opinión correspondiente al tema del que se está hablando.

Prudentemente, sin dejar de observar las reacciones de los demás, avanzaremos “nuestra” opinión, aunque a la verdad no sabríamos decir si la obtuvimos leyendo el titular de un periódico, o se la oímos decir a alguien, o simplemente nos la comunicó un amigo o visitante al cual respetamos.

Fuera como fuese, tras emitir dicha opinión, la gente que nos rodee o bien aplaudirán, o la discutirán, o se reirán de ella, o incluso se enfadarán con nosotros. Dependiendo del resultado obtenido, guardaremos la ficha con un signo +, o bien con un signo -, o directamente arrojaremos la ficha correspondiente a la basura, porque no nos ha servido. Las opiniones son monedas de cambio, que se muestran u ocultan o se truecan por otras dependiendo del éxito social obtenido.

Por eso digo que las opiniones no nos pertenecen, no forman parte de mí mismo, como mi cuerpo, o mis ojos, o mis brazos, sino que es algo cambiante como si fuese un fenómeno atmosférico, o como un objeto de valor en el mercado.

Los ladrones de la pública opinión

Los fenómenos descritos más arriba, son bien conocidos por los líderes políticos, o quizás debería decir “caretas públicas”, porque los que manejan a estos títeres son otros. Éstos roban opiniones, te las quitan. Ellos saben que son valores inseguros, que en realidad no te pertenecen, y como tales objetos de cambio, pueden ser trocados por otros. Dado que tienen a su disposición los medios de comunicación y la educación del país, etc., es fácil borrar de tu mente una opinión y cambiarla por otra.

Luego, tú, “libremente”, en base a una “opinión bien formada”, de la que algunos se enorgullecen, sin darse cuenta que quienes la han formado no son ellos sino que otros se la han implantado en su interior, vas y adoptas decisiones, votas a partidos, eliges a los líderes, con total y absoluta libertad, toda, toda la libertad que… ellos te dejan.

Así se construye un mundo incoherente, donde la verdad y la mentira caminan juntas, donde no existe un principio rector que ilumine nuestras decisiones. Platón señalaba que algunos hombres son sabios, aquellos que realmente han meditado y experimentado la verdad de las cosas, mientras que otros son ignorantes. La ignorancia se puede curar, en tanto que la sabiduría no necesita cura, pero el que está lleno de opiniones verdaderamente no tiene cura, pues aun poseyendo medias verdades u opiniones, las otras medio mentiras acabarán por sofocar lo poco que sabe.

La opinión por tanto, nunca fue verdaderamente tuya, y nunca lo será, pero no te desanimes, esto forma parte del gran juego en el que vivimos. Lo más peligroso en este juego es que los Señores de la Caverna de la Opinión en la que vivimos te convenzan de que no hay otra cosa salvo la materia de la que está hecho tu cuerpo, y que no hay nada que pueda llamarse espiritual, y que toda vida no es más que una sucesión de carambolas fortuitas de la materia. No teniendo pues sentido de continuidad ni principio regente, la vida se convierte así en un juego monstruoso donde no hay esperanza. Salvo para aquellos que sienten y saben que tras la noche viene el día.

Dicen las leyendas, sólo leyendas, pero no por eso con menos verdad, que en la mítica Atlántida, las clases dirigentes llegaron a alcanzar tal nivel de maldad y crueldad, que la desesperación del pueblo sano les llevó a clamar al cielo alzando los brazos, y se dice que en súplica gritaron desesperados el nombre de la Divinidad Desconocida, Aquello, pidiendo ayuda. El fin llegó.

“Si puedes mantener la cabeza en su sitio cuando todos a tu alrededor la pierden…”, como decían los versos de Rudyard Kipling, entonces, eso es lo que importa, mañana nos veremos en la nueva partida, serenos y en paz porque entenderemos un poco más. Y aquellos que manejan el mundo tendrán que hacer frente a todo el mal que han hecho. Inexorablemente.

Descargar en PDF