jueves, junio 15

PSICOLOGÍA CLÁSICA y psicologías prostituidas

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PSICOLOGÍA CLÁSICA

y psicologías prostituidas

La Psicología es la ciencia o logos de la psique, y por tanto su objeto es el estudio de el alma humana. Comprender sus mecanismos es comprendernos a nosotros mismos y sobre todo aprender a guiarnos en el sendero que nos hemos marcado en la vida.

La Psicología Clásica era parte integral y una con la Filosofía, pues si ésta significa «Amor por la Sabiduría», llegar a alcanzarla tiene su mayor obstáculo en esa parte de nuestro ser que llamamos Alma; y que no es como algunos creen el Espíritu, que es algo más profundo y misterioso.

La psicología clásica, siguiendo a Platón, nos plantea un triple entramado del ser humano: «soma» o cuerpo, «psique» o alma, y «nous» o espíritu. Ese intermedio enredador, el alma, es precisamente la parte de la que se ocupa la psicología.

La psicología clásica se centra pues en esta parte específicamente humana, aunque sin olvidar la influencia de lo corporal y lo espiritual, y considera que el estudio de la psicología no es, como ocurre en la psicología moderna, una mera descripción de las propiedades psicológicas, ni tampoco está destinado a personas que padecen una específica enfermedad psicológica, sino que por el contrario, la psicología nos proporciona una comprensión clara de nosotros mismos, y un conocimiento de los motores internos de la personalidad humana, dotándonos así de las herramientas necesarias para trabajar de manera práctica sobre nuestra personalidad para llegar finalmente a alcanzar una cierta armonización de la misma, un equilibrio entre los requerimientos de este mundo y los del otro.

Hoy lo que se ha dado en llamar psicología más bien consiste en estudio pormenorizado y observacional de los comportamientos humanos, una especie de etología (parte de la biología que estudia el comportamiento de los animales) del animal humano. Interesa sobre todo al psicólogo moderno conocer qué desencadena qué, entender las reacciones frente a estímulos, conocer las recompensas adecuadas al comportamiento esperado, y conocer los mecanismos semianimales o instintivos del ser humano, para mejor manejarlos. La psicología hoy, en la mayoría de los casos, como ciencia (sin despreciar por ello la buena voluntad de aquellos psicólogos que intentan sinceramente ayudar) es una especie de conductismo al servicio de los que manejan la propaganda política y comercial, la mass media, los periódicos, etc.

Ahora bien, sin entrar en detalles podemos entender que, como dice Platón, el ser humano es un compuesto de “Esto y de lo Otro”, o sea un compuesto físico y algo más, que todos los metafísicos y religiones del mundo han tratado de definir. Y en medio, entre “esto y lo otro”, hay una confluencia, un terreno de nadie, un lugar fronterizo que es el centro de todas nuestras batallas humanas, de nuestros sufrimientos, de nuestras alegrías transitorias, etc. Es decir, se refiere a ese nivel mezclado que es quien me lee, y quien te escribe estas letras, el alma humana, o psique, que es de lo que trata la Psicología.

LA PERSONALIDAD

La personalidad humana, o sea la máscara con la que nos presentamos ante el mundo y ante nosotros mismos, con la que a veces pretendemos engañar a los demás y de paso a nosotros mismos, es el resultado complejo de nuestra historia personal, en esta vida, y también de lo que traemos de herencia, ya se trate de la herencia genética, de la herencia cultural, o de la herencia del alma.

Somos indudablemente seres condicionados, pero con una pequeña capacidad de cambiar, de reaccionar libremente. Esa pequeña capacidad es capaz de grandes resultados a largo plazo si tenemos la valentía y voluntad constante para intentarlo.

Nuestra personalidad además de compleja y escurridiza, es difícil de definir, tiene una serie de problemas básicos, que toda psicología tiene que tener en cuenta:

a) Los diferentes aspectos de la personalidad poseen “diferentes edades de evolutivas”, es decir, diferentes desarrollos: aunque nuestra edad, según nuestra cédula de identidad puede ser, por ejemplo de 30 años, sin embargo a veces nuestra mente tiene 60 años, nuestra parte emocional 14 años, etc. Esa es una fuente de conflictos y desequilibrios constantes.

b) Cada nivel de la personalidad tiene sus “leyes” propias, y lo que es lícito para un nivel no lo es para otro bajo ciertas circunstancias. Para mi cuerpo es lícito descansar cuando estoy cansado, pero si mi mente considera importante cumplir cierto deber en ese momento, producirá un choque con mi parte física. Entonces, ¿qué leyes deberían ser predominantes? las mentales, las físicas, las espirituales?

c) Poseemos “múltiples personalidades”, somos seres múltiples desde el punto de vista de la personalidad: somos, por ejemplo, un buen amigo, un pésimo trabajador, un hijo fantástico, un padre holgazán, etc., y todo eso al mismo tiempo. Pero también somos seres individuales (indivisos), poseemos una parte que es única. En consecuencia, aquí tenemos otro conflicto entre el hecho de poseer una parte inmutable o individual y las personalidades múltiples que adoptamos.

d) Toda la “personalidad” está inmersa en el mundo material, en el plano material. Por lo tanto, sus leyes físicas nos afectan. Y una de las leyes más importantes de la materia es la “periodicidad”, o ciclicidad, todo sufre cambios cíclicos, día y noche, verano e invierno, altibajos, etc. Nuestra personalidad también sufre las mismas influencias. En consecuencia, podemos definir una doble influencia de la naturaleza sobre nuestra personalidad, que es causante de la oscilación constante de entre un “polo positivo” y otro “polo negativo”, como la electricidad. En la terminología china, lo denominaríamos yin-yang, y en la hindú “rajas” y “tamas”.

La influencia rajas, significa que en ciertos momentos de nuestra vida nos encontramos en un estado de aceleración, impulsividad, nerviosismo, “demasiado”, “demasiadas cosas”, actividad exagerada, etc.

La influencia tamas, significa que en otros momentos nos volvemos pasivos, pesados, estamos en un estado de inercia, tristeza, lentitud, sentimientos sombríos, etc.

Pasamos de un estado a otro constantemente. Así, por ejemplo, después de estar muy nerviosos, trabajando demasiado, trabajando ansiosamente para conseguir nuestras ambiciones, nos agotamos, nos cansamos y nos frustramos, y entonces caemos en el polo opuesto, entramos en un estado de depresión “tamásico”, en que ya nada nos interesa, e incluso en que renunciamos a todo.

Luego, después de un cierto período de tiempo en este estado inercial, nos retroalimentamos y cambiamos al otro estado contrarío de nuevo, creyendo así que romperemos todas las barreras a la vez, y sin embargo repitiendo de hecho el mismo ciclo una vez más. Creemos, llenos de coraje, que con una reacción violenta podremos salir de este estado de inercia, pero lo que ocurre en realidad es que volvemos a los viejos caminos una y otra vez.

Es interesante considerar esto, observar nuestras vidas durante los últimos meses o años, y descubrir estas leyes periódicas y cómo nos afectan.

¿Dónde está la solución? La solución está en “Satwa”, o el punto neutral de equilibrio, o el camino del medio, que no se trata de una media aritmética, sino una cierta actitud que puede llegar a detener este ciclo incesante e infernal.

Tomemos un ejemplo: un hombre, que trabaja desde la mañana hasta la noche, en varios trabajos. Se despierta temprano, toma su desayuno, y de inmediato se pone manos a la obra sin apenas tiempo para comer ni descansar, hasta finalmente regresar a casa por la noche, sin tiempo de ver a sus hijos ni a su esposa. Ni siquiera tiene vacaciones, y aunque las tuviese no sabría que hacer con ella. Es muy rico, pero no puede dejar de trabajar, se siente culpable por ello, e incluso deprimido, pero no puede cambiar.

Entonces, ¿qué tipo de influencia lo está afectando? ¿Rajas o Tamas? Un primer examen superficial nos indica que como tiene un tipo de vida muy “acelerado”, y trabaja excesivamente, etc., parece estar bajo la influencia de “rajas”.

Pero si miramos detenidamente el problema, podemos ver que en realidad está bajo el engaño de “tamas”, porque en realidad está en una especie de prisión, en un estado pasivo, incapaz de cambiar las cosas, está prisionero de su trabajo y de sí mismo, sintiendo su vida como una carga, sin esperanza, etc.

Entonces, quizás un día este hombre decida frenar esta forma insatisfactoria de vida. Está muy enojado, se da cuenta que sus hijos no lo aman, que está perdiendo su afecto, que su esposa está lejos de él. Entonces, se dice a sí mismo: “De ahora en adelante voy a cambiar, ni un minuto más soportaré esta vida que llevo. Mañana voy a cesar en mi trabajo, voy a parar esta loca actividad, y este y aquel negocio, etc. No voy a trabajar, ya no necesito más dinero”.

Probablemente nada ocurrirá… nada, sólo confusión, y nuevos problemas. Se sentirá inquieto, desasosegado, preguntándose si tomó una buena decisión. Y todo ello debido a que dicha decisión surgió de un vaivén impulsivo, algo que surgió del propio malestar y nerviosismo, de la impaciencia.

La única forma en que podemos detener esto es con “Satwa”, es decir: comprensión, planificación, ser persistente, consistencia, firmeza. Satwa significa entender claramente las necesidades, lo que hay que cambiar, y luego, acompañado de voluntad, implementarlo paso a paso, con calma y serenidad.

Las reacciones de Rajas y Tamas son fruto de “ondas emocionales”, las hay de ira, depresión, angustia, ceguera, etc.

El equilibrio, la serenidad, no se obtiene por súbita decisión sin pensar, sino por un alejamiento interior de la batalla externa, por un nuevo sentido dado a nuestros actos, por colocar las cosas en su sitio y darles a cada cosa la importancia debida.

Continuará: La Acción Externa y el Templo Interior

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