lunes, enero 20

Los Mitos Solares de la Medicina - El Sol del Atardecer, El Declinar

 El Sol del Atardecer, el Declinar



El aspecto paliativo y curativo de la medicina se manifiesta claramente en los mitos del Sol Sufriente, del Sol que decae y se aproxima al atardecer de su recorrido. La decadencia de todos los seres vivos constituye el punto de partida del análisis filosófico y de la aceptación de la transitoriedad de la vida. El sabio es aquel que comprende esta realidad, la asimila y la utiliza como base para explorar lo metafísico: aquello que se encuentra más allá de la puesta de sol. En este sentido, el sabio comparte un papel similar con el médico ideal.

En la Medicina Taoísta, el sabio es quien ha aprendido a controlar las fuerzas vitales y a trascenderlas, canalizándolas hacia una existencia superior y evitando que sean arrastradas hacia la aniquilación de lo intrascendente y mortal. La alquimia taoísta busca preservar las semillas de la creación física para dar origen a las semillas de la creación espiritual: el elixir de la vida inmortal. Este tema, recurrente tanto en la alquimia oriental como en la occidental, también está simbolizado en el dios de la medicina budista.


El Elixir de la Inmortalidad se convierte, por tanto, en el eje central de la búsqueda del sabio y del médico. Este elixir no solo promete la posibilidad de la inmortalidad, sino también el conocimiento del secreto que permite detener la decadencia y renovar las fuerzas vitales. Este ideal, frecuentemente malinterpretado, no se refiere a la juventud física, sino a la juventud del alma, que se reconoce a sí misma como eterna y, por ende, siempre joven. El elixir de la inmortalidad simboliza, más bien, la conquista de la conciencia, capaz de mantenerse íntegra y de continuar sin verse afectada por los cambios transitorios de los cuerpos físicos y perecederos.

En toda la tradición china, la longevidad es una característica propia del sabio, quien conquista esta virtud mediante su fiel adhesión a las leyes naturales, al Tao. Por ello, el sabio no evita la muerte, sino que coexiste con ella, comprende sus mecanismos y adapta su conciencia para sobrevivir más allá de la muerte del cuerpo físico.

La figura del sabio médico y alquimista, poseedor del Elixir de la Inmortalidad, carecía, sin embargo, de un lugar donde descansar, como relatan numerosas leyendas sobre alquimistas y médicos tanto occidentales como orientales: Rhazis, Paracelso, Avicena, Artephius, entre otros. Incomprensiblemente, estos sabios terminan sus días solos, enfermos y en la pobreza, a pesar de haber salvado tantas vidas y poseer los secretos de la muerte y la vida. En realidad, ellos ya habían muerto para el mundo mucho antes, y el último acto de sus vidas solo consistió en abandonar sus vestiduras mortales.

Paracelso

Con el Sol que declina y el Osiris sufriente que se dirige al ocaso, emergen también los mitos de las Isis dolientes, las diosas compasivas que curan, limpian y secan las heridas, calman los corazones y amortajan; son las señoras de la buena muerte, almas compasivas que acompañan en el dolor.

Quizá, en esos momentos en que ya no es posible cambiar el curso de los acontecimientos o cuando solo queda esperar, la mayor ayuda que puede ofrecerse al enfermo proviene del amor y la compasión de un alma sincera y generosa, capaz de activar mecanismos secretos de curación y alivio en el ser humano. Esto puede manifestarse tanto como sanación física o como preparación para acceder a aquella «otra salud»: la salvación confiada. Este tránsito hacia otra vida se realiza sin grandes traumas psicológicos, con confianza y fe intactas. Isis, Panacea, Iaso e Higía representan los mitos que brindan esperanza al sufriente.

Isis, la madre que cuida y cura al pequeño dios huérfano Horus, se convierte en el modelo de socorro para el sufriente abandonado. Sus oraciones imploran su ayuda mientras se identifica con el pequeño dios halcón.


En la Medicina Budista, el Buda Azul Lapislázuli representa la última esperanza y ayuda. Con una compasión infinita, renuncia al nirvana para permanecer al lado de los seres humanos hasta que todos alcancen la liberación. Tras realizar doce votos que lo comprometen a acompañar a la humanidad, su nombre se convierte en un mantra que, repetido por doquier, promete salvación. Según la tradición, si una persona recuerda este nombre en el momento más crítico de la enfermedad o incluso en el umbral de la muerte, será salvada, siempre que haya cumplido con buenos preceptos y obras durante su vida.

Recordar el nombre del Buda Azul Lapislázuli implica llevarlo en el corazón y convertirlo en una fuerza activa en la vida, llena de compasión, generosidad y amor por los demás. Así, en el último momento, los pensamientos se dirigen hacia este ideal de vida, lo que permite al enfermo salvarse y reencarnarse como ser humano. Esta oportunidad es vista como un privilegio divino: el don de nacer, padecer y trascender los lazos de la carne. La vida humana, única e incomparable, es un campo de aprendizaje y redención incluso para el mismo Buda Azul.


Continuará