lunes, enero 27

Los Mitos Solares de la Medicina - La Oscuridad de la Noche

 La Oscuridad de la Noche


El Sol ya ha cruzado al otro lado. El silencio se impone en el seno de la oscuridad, como en los comienzos de la creación. La vida, casi inerme, lucha por reanudar un nuevo ciclo. La resurrección es la meta, es la clave de los mitos que describen esta etapa.

Los Dioses de la Medicina, los Sabios Sanadores, son capaces de realizar en otros el milagro de la resurrección porque, tras atravesar la noche, han aprendido a resucitar ellos mismos. El médico de la antigüedad comprende que esta es una condición necesaria, pero no al alcance de todos. Mientras tanto, debe esperar, inerme, observando los efectos de la Vida Una sin llegar a comprenderlos del todo.

De Imhotep, "el que trae la armonía o la paz", el legendario médico egipcio, se dice que, tras la muerte de su amada esposa, quien además estaba embarazada, permaneció días en soledad junto a su cadáver. Luego de una larga meditación, decidió realizar lo que sería la primera momificación en el Antiguo Egipto.

Imhotep
Desde sus orígenes, el médico ha intentado lo imposible, o quizás algo que entonces era posible, en aquellos comienzos en los que los dioses caminaban entre los hombres, pero que hoy ya no está en nuestras manos. Todo artista y creador sueña con la intemporalidad de sus obras, aunque no siempre el destino le permite evitar el fracaso directo de su ensayo de eternidad. Sin embargo, el médico ha elegido una tarea aún más desafiante: detener lo imparable. Lucha contra la enfermedad, la decadencia y la muerte, que, como la piedra de Sísifo, recaen una y otra vez sobre la humanidad.

El médico trabaja en silencio, guardando para sí una amarga verdad que conoce bien: la vida física no tiene solución, o al menos no la solución esperada. Cose y cierra heridas, sana cuerpos jóvenes, solo para que sean enviados de nuevo a una guerra interminable. Una guerra donde, invariablemente, las manos de Shiva los triturarán una y otra vez en el atanor de la evolución.

Asclepio supo burlar ese destino, pero Zeus le condenó a desaparecer de entre los hombres, porque ello alteraba el orden natural de las cosas. Por eso, los Dioses de la Medicina, en lugar del Elixir de la Inmortalidad, dejaron a sus sucesores una única arma: el Amor. Este, junto con la comprensión de quienes conocen la verdad dolorosa de las cosas, se convierte en la herramienta principal. Es el mismo Amor que muestra el padre cuando consuela los llantos de un niño en su primer día de escuela: endulza el momento con una caricia o una palabra amable, esperando que llegue el día en que también el niño comprenda.

No, el Dios de la Medicina ni el médico sabio sienten tristeza por las enfermedades ni por la muerte, porque saben que son necesarias. Su pesar reside en la ignorancia del hombre, que aún no sabe ver lo esencial: que el Sol amanece cada día.