miércoles, mayo 3

Interiorizar y Exteriorizar - Ora et Labora

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Interiorizar y Exteriorizar

Ora et Labora

Vivir en la vorágine del día suele suceder en los primeros años de nuestra vida. Inmersos en la lucha por la supervivencia, muchas veces despiadada, hace que las fuerzas aún vibrantes de la juventud inciten a la batalla, a la respuesta inmediata, a abrirse camino incluso a trompicones. La necesidad de afirmación y conquista vierten hacia el exterior toda nuestra energía e intenciones.

El paso de los años, la aparición de las enfermedades, a veces las decepciones mundanales, inevitablemente conducen a una especie de depresión vital, no sólo psicológica, tal como les sucede a menudo a las personas mayores. La impotencia para comunicar las propias experiencias, bien por incertidumbre o a causa de conflictos aún no resueltos, las traiciones de los demás o de uno mismo que giran constantes en la conciencia, acosada ésta por la cercanía de la inevitable muerte, tienden a aislar al ser humano. Así la edad avanzada nos arroja al camino de la soledad interior y a la renuncia a un mundo que no entendemos, y que de todas maneras ya no nos importa.

“Así oí en cierta ocasión”, ¡qué bella expresión ésta!, es la frase con la que comienzan muchos sutras budistas, porque esas son las palabras que preceden la enseñanza de un sabio. Oí pues a un filósofo y sabio decir, algunos años atrás, que cuando más se interiorizan las cosas más hay que exteriorizarlas. Salir hacia fuera realmente, necesita primero haber caminado hacia adentro, y sólo un camino verdadero interno es el que conduce a la acción externa.

Todos los grandes reformadores del mundo, primero tuvieron que caminar hacia dentro, y de su senda en las cavernas interiores, surgieron a la luz miríadas de luces que iluminaron la noche de la humanidad.

La vida nos propone justamente lo contrario, la salida al exterior sin preparación real, la decepción, la frustración, y luego el encerrarse en la nada vacía del fracaso interior.

Pero este juego dentro-afuera, no sólo se corresponde con las edades del hombre, sino que debe regir cada instante de la vida. Hoy el mal entendimiento de algunas enseñanzas, lleva a la gente joven e incluso no tan joven, tratando de aliviar su dolor presente, a ejercicios de meditación pseudo orientales que más bien deberían llamarse “ejercicios de adormecimiento” o incluso “ejercicios de vacío mental”.

Así se ordena no pensar, “poner la mente en blanco”, como si la mente se pudiera parar en seco. O concentrarse en la respiración, sin entender bien por qué o para qué, o recitar palabras casi ininteligibles en cualquier idioma que no sea el de uno mismo, mientras más oscuro mejor, o sea que se trata de practicar diversas formas de “Valium Mental”, pues en eso consisten: son técnicas de adormecimiento de la propia conciencia que nos aguijonea dolorosamente.

Nuestro mundo está en plena decadencia, como lo estaba el Imperio Romano a principios del siglo VI, época en la que Benito de Nursia estableció unas reglas monásticas, la llamada Regla Benedictina, cuyo eje central giraba alrededor del lema “Ora et Labora”, o sea rezar y meditar de un lado, y trabajar del otro en el mundo externo en relación con los demás. Era un punto medio entre las exigencias de la comunidad idealista a la que se pertenecía, es decir entre la institución y por otro lado el desarrollo individual, y aunque no expresado directamente en el lema, éste también incluía las lecturas, o sea la formación personal.

No hay que subir a una montaña del Tíbet, para seguir un camino sereno de disciplina personal, meditación, trabajo en la relación con los demás y aprendizaje. En esto precisamente consistían tanto las antiguas escuelas de filosofía, como los templos tibetanos, donde cada uno tenía su responsabilidad consigo mismo, con la comunidad, y al mismo tiempo con la obligación de aprender y enseñar.

Benito de Nursia, su orden monástica, ayudó entonces a cruzar las aguas de la Edad Media, rescatando obras de inmenso valor, y sobre todo enseñando a muchas generaciones.

Ahora, en pleno siglo XX-XXI, al comienzo progresivo de esta Nueva Edad Media, esto mismo es lo que nos enseñó el sabio filósofo al que tantos añoramos.

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