martes, mayo 9

Entre Dos Infinitos



ENTRE DOS INFINITOS

 (Si te gusta la música, acompaña esta lectura con lo que ella inspiró)

Después de escribir las últimas letras de un inacabado poema, el poeta apartó sus manos lejos del frío y arrugado papel, tan frío como su propia alma.

Tras desesperados intentos, no había podido encontrar dentro de sí la divina inspiración para su poema.


“¡Necesito musica; necesito que los ángeles toquen mi seco corazón!” se dijo a sí mismo. Con ojos húmedos y manos temblorosas hizo girar una vez más el viejo disco con su música favorita.


Despaciosamente, siguió lánguidamente el trazado aéreo de la divina música,ascendiendo hasta planos etéreos que él sólo conocía, salvando de morir a su alma un día más.


Paisajes sublimes aparecieron entonces ante sus ojos ahora serenos, bosques de eterno verde, fuentes de aguas turquesas, donde las hadas calman su sed.


Entonces, su corazón consolado se llenó de cálida alegría, tanto que por un momento pensó que incluso pudiera morir de felicidad…


A la mañana siguiente, un sirviente entreabrió despacio la puerta del estudio, extrañado por el silencio entró en la estancia, mas era ya demasiado tarde. Su cuerpo inánime yacía sobre el escritorio.


Todos lamentaron aquella pérdida, y su obra inacabada. Una multitud doliente acompañó su cuerpo hasta su última morada.


Aquella misma noche, el poeta, que había estado navegando por paraísos infinitos de inspiración celeste, volvió de aquél lugar secreto para acabar su poema... pero no pudo encontrar su cuerpo.


Triste, sin cielo y sin cuerpo, sin manos para escribir, su alma permaneció absorta durante largo tiempo enfrente del viejo escritorio.


Entonces escuchó una música diferente, que procedía de un lugar ignorado, tan bella que suspendió su alma en una suerte de instante eterno e infinito y, aunque no tenía ya cuerpo, todavía podía sentir su corazón palpitando...


Muchos días y años pasaron, dejando caer inútilmente miles de atardeceres sobre las cortinas opacas y polvorientas de aquella habitación. Hasta que una noche solitaria un ángel pasó en su camino de vuelta por aquel lugar solitario y triste para llevarse consigo los quebrados jirones de lo que un día fue un fantasma enamorado.


Pero antes de marchar, con sus propias manos celestiales escribió la última palabra, el final del poema más hermoso jamás escrito por un hombre y... un ángel.