miércoles, octubre 5

NUESTRO PAPEL EN UN MUNDO LLENO DE ODIO E IRA

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NUESTRO PAPEL EN UN MUNDO LLENO DE ODIO E IRA

El problema de permanecer equidistantes, en medio de los conflictos que nos rodean y que probablemente se agravarán en el futuro, es que uno se convierte en diana para todos los bandos implicados. Es un riesgo que hay que correr.

El mundo se ha lanzado a una vorágine de sanciones, ataques, diatribas, descontento por doquier y enfrentamientos aparentemente irresolubles. El karma grupal o colectivo, acumulado a lo largo de los años, ha generado una ola de conflictos que irremediablemente corren sin control hacia un choque frontal. Sufriremos sus consecuencias en mayor o menor grado.

Esta catástrofe colectiva se ha formado por la unión, interacción, y acumulación de todas nuestras catástrofes personales. Nadie está a salvo de culpa, unos por acción, otros por omisión y negligencia.

Por consiguiente, si bien las circunstancias nos obligan ahora a permanecer equidistantes, con objeto de no agravar los males, ello no nos exime de buscar las causas del conflicto en nosotros mismos.

El odio es un gran mal, pero también es relativamente fácil de vencer.

¿Por qué es un gran mal?, porque sus consecuencias pueden multiplicar el mal hacia los demás, y hacia nosotros mismos, haciéndonos caer en las simas más profundas y oscuras del ser, con consecuencias a larga distancia muy penosas, incluso más allá de esta vida.

¿Por qué es relativamente fácil de superar?, porque nos produce un fuerte malestar, una gran infelicidad, que incluso se traduce en lo físico con variadas formas de enfermedad a corto o largo plazo. Y dado que buscamos ante todo nuestra propia satisfacción, nuestra propia felicidad, el odio es un gran obstáculo para ello. Es fácil darse cuenta de que a quien más daño le hace es a uno mismo.

El Odio actúa pues como un veneno peligroso, y tiene un antídoto. Todos lo conocen: el Amor, o sea la bondad que se expresa como amor, la bondad que está llena de paciencia, tolerancia y compasión. Pero eso no es posible, no ahora, no en el momento de la explosión de ira y odio.

Lo que sí se puede hacer es desviar la atención de forma voluntaria, hacer que la bomba no estalle en este momento, enfriarla recurriendo a un vigoroso control mental que, como si actuase sobre un animal desbocado, tendrá que utilizar amabilidad, distracción, y firmeza al mismo tiempo, evitando que estalle.

Obviamente, un rescoldo de fuego que meramente ha sido cubierto para ocultarlo, vuelve a renacer con toda su fuerza, o puede incluso explotar, si no prestamos atención y aplicamos medidas definitivas:

  1. Desviar la atención: En realidad es una forma de hablar, lo que hacemos es justo lo contrario. Debemos aprender:
  • Fijar la atención voluntaria en las cosas que importan y son buenas y verdaderas. Y si no somos capaces, al menos pensar o enfocar algún símbolo o emblema que represente para nosotros todo lo bueno, la pureza, los ideales.

  • Saber controlar la secuencia de pensamientos y emociones que siguen a la fijación de la atención involuntaria o pasiva: cuando nuestra vista o pensamiento es atraído hacia algo, inmediatamente generamos una serie de ideas asociadas, imágenes relacionadas, sonidos, etc. Esto crea una especie de cascada mental y emocional. De tal manera que, casi inevitablemente, después de un altercado, o una discusión, o una situación que nos desagrada, la imagen del lugar, de la persona, del problema, o del objeto dañado, vuelve una y otra vez a nuestra memoria e inmediatamente genera una nueva ola de frustración, rabia, odio e ira que se repite y se retroalimenta.

Las “manos negras” que controlan el mundo, o sea aquellos poderosos que controlan los medios de difusión, propaganda, etc., saben esto muy bien, y se encargan de generar esas imágenes odiosas y palabras pensadas para agitar la ira, una y otra vez. Son los famosos “slogans”, que no sólo usaban los nazis, sino que ahora también muchos medios de comunicación lo utilizan repitiendo el mismo mensaje de diferentes maneras, repitiendo los mismos principios que la propaganda nazi de Goebbels.

  • Hay que trabajar previniendo la enfermedad. Buscar y erradicar poco a poco todos los resentimientos. Para algunos esto significa “olvidar”. Olvidar es centrar nuestra atención en otras cosas, no volver una y otra vez sobre el mismo asunto, no repetir en nuestra cabeza la ofensa, ni la imagen de la persona, ni sus gestos más desagradables, sino por el contrario crear en nuestra mente una buena imagen o al menos neutra de nuestro supuesto “enemigo”. A través de nuestros gestos inconscientes, transmitimos información, y cuando estamos ante la situación, o la persona que nos genera odio o violencia, estamos emitiendo señales de irritabilidad y desagrado, que a su vez reaccionarán sobre la otra persona, creando un bucle de desconfianza y evitación. Si no lo hacemos así, esa pequeña ofensa, se convertirá en odio apasionado y violencia que persistirá más allá de esta vida. No sólo el amor incondicional e ideal modifica nuestro futuro y hace que nos asociemos a otras personas tanto en esta vida como en otras, también el odio se arrastra de encarnación en encarnación, creando enemistades que pueden generar catástrofes vitales en el futuro.
  • Muchos de los líderes guerreros, grandes comandantes de ejércitos que, aunque a veces son admirados, han sido ejemplo de crueldad sin límites, de odio arrastrado de una encarnación a otra. Así se cuenta de personajes tales como Gengis Khan, Atila, Lenin, Hitler, Polpol, etc., y de otros menos conocidos como Julio César, que a pesar de su grandeza histórica, que nadie puede negar, fue muy cruel llegando a llenar la Vía Apia de crucificados.

    Estamos en una época crítica, un paso en falso puede suponer la muerte de millones de personas. No es lo mismo, no, no son iguales las guerras napoleónicas, o la segunda guerra mundial, porque ahora está implicada toda la humanidad, millones de personas pueden ser víctimas del odio infinito e infeccioso, que se propaga por todas partes, de todas las maneras posibles, además de la manipulación de la propaganda.

    Esto nos afectará en nuestra vida diaria. Se nos agriará el carácter, tomaremos partido, execrando no ya al que consideramos culpable, sino a todos los que no sigan nuestra opinión, o que simplemente comparten nacionalidad con el enemigo, o raza, o cultura.

    ¿Qué podemos hacer? Ahora la historia nos arrastrará más o menos, pero hay que evitar que nos arrastre en lo personal, no debemos ni podemos ahora caer en las manos del odio y la ira, y si alguien tiene que llevar a cabo su deber para con su familia, su patria, o su pueblo, que lo haga, pero sin odio en el corazón, como Arjuna, el noble guerrero.