martes, septiembre 27

Pesismos u Optimismo - Voltaire versus Leibniz

-

Pesimista u Optimista

Voltaire versus Leibniz

Pesimismo y optimismo, son dos actitudes humanas comunes y alternas. Aquello del vaso medio vacío o medio lleno, implica que sólo se ve un lado del vaso. Y al igual que para caminar hacen falta dos piernas, optimismo y pesimismo son necesarios, pero en una combinación adecuada que llamaremos Visión Cabal.

Decían los chinos que primero hay que analizar las cosas a vista de pájaro y luego de cerca como una tortuga. Seguramente en la lejanía las cosas no se ven tan mal, pero cuando nos acercamos hasta los más mínimos defectos se hacen aparentes.

Ambas posiciones fueron representadas por dos personajes históricos, dos filósofos de carácter y estilo de vida muy diferentes. Y es que cada uno cuenta sobre la feria según le va el negocio.

Voltaire, burgués de clase media, quien desde el comienzo comenzó a despuntar como escritor, se topó en su juventud con el noble caballero de Rohan, según parece por alguna disputa sobre una cita literaria, aunque más bien se trataba de una discusión cuyo fondo era obtener el favor de cierta dama. Voltaire recibió una paliza gestionada por los lacayos del caballero, quien consideraba un menoscabo enfrentarse personalmente a un plebeyo. Aunque Voltaire intentó varias veces desafiar a un duelo al caballero, éste no se lo permitió por las mismas razones.

Quizás en esas lides y otras más, la huidiza figura de Voltaire aguzó su otra espada, la crítica, la fina ironía en el manejo de la misma y la burla. Se convirtió en la pesadilla de los clericales y en el intolerante enemigo de la intolerancia.

En definitiva, Voltaire era pesimista en tanto en cuanto su agudo instinto le permitió ver las resquebraduras del viejo sistema, a través de las cuales se filtraba la podredumbre de una sociedad decadente.

Leibniz sin embargo fue lo contrario. Era tal su talento, su capacidad de generar creaciones y trabajos en tantos ámbitos de la ciencia y del pensamiento que Diderot, a pesar de ser su contrario tuvo que admitir su altura intelectual diciendo “Cuando uno compara sus talentos con los de Leibniz, uno tiene la tentación de tirar todos sus libros e ir a morir silenciosamente en la oscuridad de algún rincón olvidado”

Sirvió como asesor para los gobernantes de la Casa de Brunswick, como historiador y consejero político e incluso como bibliotecario. Viajó por toda Europa conociendo a todas las eminencias y novedades científicas de la época. Fue el primero en publicar notas sobre el cálculo integral, aunque Newton lo descubrió primero, e incluso llegó a diseñar una calculadora mecánica capaz de hacer las cuatro funciones básicas.

Leibniz consideraba, y no podía ser de otra manera, que este mundo era el mejor de todos los mundos posibles. Al menos para él. Como contrapartida todas las desgracias y males de la vida podían así ser justificados (“Ensayos de Teodicea sobre la bondad de Dios, la libertad del hombre y el origen del mal”, Ámsterdam, 1710) La palabra “optimismo” tiene origen en sus consideraciones filosóficas.

A raíz del famoso terremoto de Lisboa en 1755, Voltaire no encontrando justificación “divina” a dicho evento, inició una crítica generalizada contra el Optimismo filosófico, pues quedó demostrado así con aquel evento que, llegado el caso, este podía ser el peor de los mundos posibles.

En su obra “Cándido, o el Optimismo”, encontramos que a su protagonista, seguidor de Leibniz, constantemente le suceden desgracias, y su mentor, llamado Pangloss, “todo lengua”, le aconseja siempre de manera “optimista”, porque todo es para su bien, aunque él mismo en su corazón no lo cree.

¿Los caracteres respectivos de Voltaire y de Leibniz, nacieron con ellos o se hicieron así debido a sus circunstancias personales? El Karma personal siempre está entretejido con nuestras creencias.

Quizás hay que ser Voltaire y Leibniz al mismo tiempo. Empezar siendo pesimista como Voltaire… o como el mismo Buda, y terminar siendo optimista como Leibniz y como…el mismo Buda.

Toda la doctrina budista se fundamenta en la realidad del Dolor, su existencia omnipresente, ya sea despierto o en pesadillas, real o irreal, pero siempre vivido como tal. Buda es pesimista en este sentido. No se hace vanas ilusiones sobre el mundo al que considera fuente inagotable de engaños y traiciones, de mentiras y falsedades:

¿Qué crees que es más: el torrente de lágrimas, que llanto y lamento has derramado en este largo camino, corriendo y apresurándote a través de esta ronda de renacimientos, unidos con lo no deseado, separado de lo deseado, esto, o las aguas del cuatro océanos?

Mucho tiempo has sufrido la muerte de padre y madre, de hijos, hijas, hermanos y hermanas. Y mientras sufríais de este modo, en verdad habéis derramado más lágrimas en este largo camino que agua hay en los cuatro océanos.”

Sin embargo, a pesar de esa visión pesimista del mundo, el Buda, renunciando a su Nirvana, permaneció entre nosotros, así cuentan las leyendas orientales, hasta que el último ser humano entrase en el Nirvana. Desde luego para esto hay que ser muy optimista, y sobre todo paciente.

El dios Brahma, dicen los textos, pidió al Buda que explicase su doctrina a todos los seres humanos, porque no todos estaban ciegos, con los ojos cubiertos de polvo. Entonces el Bendito, examinando el mundo con la vista de un Despierto, vio seres con poco polvo en sus ojos y aquellos con mucho, aquellos con facultades agudas y aquellos con torpeza, aquellos con buenos atributos y aquellos con malos, aquellos fáciles de enseñar y aquellos duros, algunos de ellos viendo la desgracia y el peligro en el otro mundo.

Y habiendo visto todo esto, le respondió a Brahma:

“Abiertas están las puertas a lo Inmortal a los que tienen oídos. Que muestren su convicción.”

Pensar que en este mundo construiremos nuestra nuestra felicidad es de locos, a lo más podremos conseguir momentos de paz y serenidad en espera de la siguiente guerra. Esto es ser pesimista. Pero también sabemos que hay puertas, que hay salidas, y formas de escapar de la ilusión de este mundo.

Ahora bien, mientras que juguemos en esta liga hay que ser Voltaire y, como él mismo, luchar por los desfavorecidos y contra las injusticias, sin caer en las trampas e ilusiones que nos acechan. Luego hay que ser Leibniz y darse cuenta de que realmente, más allá de la ilusión terrenal, este mundo está construido de la mejor manera posible, ciertamente, pero no para que seas feliz, sino para que aprendas a luchar, a salir victorioso de sus trampas infinitas, para que finalmente sepas como dirigirte como saeta certera hacia la luz inextinguible del Ser.

Descargar en PDF