sábado, septiembre 10

Colapso Social II - Hambrunas, Guerras y Epidemias

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COLAPSO SOCIAL II

Hambrunas, Guerras y Epidemias

Se dice que bastaría con el 0,36% del patrimonio de los multimillonarios para acabar con el hambre a nivel mundial, al menos esto afirma el director del Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas.

Mentira.

Porque no se elimina el hambre con limosnas de los millonarios, se elimina con sistemas justos que impidan la existencia de depredadores humanos.

Las Naciones Unidas es incapaz de frenar el apetito voraz de los países y de los tiburones corporativos, es incapaz de establecer paz en el mundo, o al menos acuerdos que impidiese las matanzas y destrucciones que las guerras conllevan, incapaz también, aunque no el único culpable, de re-dirigir a los gobiernos, y éstos a sus nacionales, hacia un sistema más equitativo, más humano, que contemple un grado de justicia suficiente entre los poderosos y, en definitiva, entre todos los seres humanos.

Ahora bien, no hay que olvidar que cada ser humano es responsable de su propia injusticia. La injusticia, incluso en pequeña escala, es la madre de la Gran Injusticia. El egoísmo de los multimillonarios no es más que la proyección del egoísmo individual de cada uno de nosotros. El sistema es quien lo alienta y lo alimenta, con la excusa del avance tecnológico y la libertad a toda costa, incluso más allá de la libertad, fomenta esa lucha inacabable de todos contra todos.

Sólo la reforma del corazón de cada ser humano producirá el cambio necesario, porque el otro cambio, el que se sustenta desde arriba, ha fracasado. Esto es lo propio de las Edades Medias, donde no hay grandes estrategas, grandes gobernantes, filósofos, héroes y líderes dignos de ese nombre. Sólo cabe pues la construcción de módulos de supervivencia, que deben ser buenos, justos y sabios.

Hambrunas, guerras y epidemias, es el nombre de los 3 de los azotes de la humanidad.

El Maestro Jeshua ben Pandira, ya advirtió sobre las características de las épocas que marcan el final de un tiempo, no el final último de los tiempos, sino de una época en la que se disuelve lo que existe y tras la cual surgirá un tiempo nuevo:

Mateo 24:6-8
“Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será el principio de los dolores”.

No se trata de creer en mensajes apocalípticos, sino que la anterior visión es el resultado de un conocimiento profundo de la historia que nos enseña que invariablemente a cada día le sigue una noche, y afortunadamente otro amanecer.

Cuando el Colapso Social llega, éste afecta a grandes grupos, a naciones y civilizaciones enteras, de ahí que se diga que “oiréis de guerras”, como nos sucede actualmente, porque están por doquier, y basta con ver las noticias para entender que a pesar de nuestros grandes conocimientos científicos y riqueza, ambos suficientes para regir con justicia todo el mundo, somos incapaces de gobernarnos con un mínimo de cordura.

Las causas no son únicas, se trata de un conjunto de factores que aparecen juntos, de la misma manera que el invierno no sólo es frío, también hay lluvia y tormenta, y el viento sopla con fuerza. No obstante, en tiempos modernos se han propuesto diversas teorías y modelos acerca del colapso social. Entre ellas habría que destacar las siguientes:

Arnold J. Toynbee, historiador británico. En su libro “Estudio de la Historia” señala que la historia demuestra que la capacidad de una sociedad para responder a los desafíos depende de la existencia de “minorías creativas”. Estas minorías creativas, cuando se reblandecen y dejan de poseer el impulso creativo ante los problemas planteados, provocan el estancamiento y el acumulo de problemas no resueltos.

Pregunta: ¿Nuestras élites están más dedicadas a ofrecer soluciones o a captar dinero y beneficios exclusivos? De hecho, ya no existen élites, sino corporaciones que rigen los gobiernos, siendo los gobernantes simples títeres que obedecen sus dictados. Es lo que se ha dado en llamar “el estado profundo”, o sea las auténticas fuerzas que gobiernan los estados.

Joseph Tainter, antropólogo e historiador estadounidense. Expone en “El Colapso de las Sociedades Complejas” cómo se llegó al final de la civilización Maya, la desaparición de la cultura del Chaco, así como la caída del Imperio Romano, basando su teoría en el fracaso de la instituciones para resolver los problemas crecientes de las sociedades, cuya complejidad hace que las inversiones sociales alcancen un punto en el que el rendimiento, dada esa complejidad, es más bajo de lo esperado.

Por ejemplo, el rendimiento de una parcela de tierra es “x”, si trabajo con dos parcelas de tierra el rendimiento debería ser “2x”, con tres parcelas de tierra debería ser “3x”, y sucesivamente. Pero la realidad demuestra que el manejo de mayor número de parcelas requiere, por ejemplo, maquinaria, trabajadores, contables, impuestos más gravosos, etc., etc. Finalmente la mayor complejidad no es capaz de producir el rendimiento que se esperaba de ello.

Pregunta: ¿No suena a algo parecido a lo que sucede en nuestra sociedad? Alguien que quisiera abrir una tienda, o un pequeño negocio, ampliando de esta manera lo que personalmente es capaz de producir, se encontrará con tantas tasas, impuestos, papeles a rellenar, necesidad de contables, de expertos en declaración fiscal, que no rendirá lo suficiente como para arriesgarse a emprender algo nuevo.

Jared Daimon, geógrafo, biólogo, fisiólogo evolucionista estadounidense, escribió el libro “Colapso: Por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen”. En su obra considera los factores ambientales, y el cambio climático provocado por ello, como agentes que pueden llevar a una sociedad al desastre.

Ejemplifica en su libro lo sucedido en la Isla de Pascua, donde el culto religioso exigía erigir cada vez más “Moais”, las famosas estatuas gigantes de piedra de esa isla, llevando así a una tala progresiva de los bosques para conseguir la madera necesaria para su transporte, hasta finalmente convertir la isla en un paraje yermo y sin recursos forestales. Cuanto más adversas eran las condiciones climáticas y ambientales más árboles se destruyeron para erigir más Moais para obtener el favor de los dioses.

Pregunta: ¿Cuáles son nuestros “Moais”? Utilizamos coches de gasolina para ir más rápido hasta llegar al sofá donde veremos una película o un programa de TV. Ante la catástrofe ambiental aceleramos el proceso, destruimos los viejos coches para sustituirlos por coches eléctricos que también dependen de las centrales eléctricas, ¡y éstas a su vez dependen del fuel y del gas!.

Pitirim Sorokin, sociólogo americano de origen ruso, escribió “Dinámica Social y Cultural”. En dicho libro estableció una teoría de los ciclos sociales. Estos ciclos están caracterizados por una mentalidad típica en una cultura determinada. Esta mentalidad general evoluciona a través de una serie de etapas:

  • Ideacional, donde predominan los contenidos y realidades espirituales.
  • Sensitiva, etapa en la que se vuelca en los “sentidos”, en la obtención de bienes materiales.
  • Idealista, que es una síntesis de las dos anteriores, una convivencia armónica entre lo espiritual y material.

Sorokin pensaba que nuestra civilización occidental está inmersa en un materialismo intenso, caótico que anuncia un inmediato colapso.

Pregunta: ¿No es acaso esa la sensación que tenemos? Cada día nos levantamos acuciados por mensajes materialistas en la búsqueda de “mayor confort”, “descanso”, “experiencias inusuales”, “obtención de dinero y poder”, y hasta “cambios corporales” ahora posibles. Mientras tanto, al lado de todas esas cosas, está la sensación de que algo se va a torcer, de que cualquier cosa puede ocurrir, que nada es estable y que el peligro se esconde detrás de cada rincón de la historia. Una ola de pesimismo social nos invade, todo puede ir peor de lo que pensamos, y sin embargo… la huida adelante sin propósito, el olvido pasajero inmerso en cualquier clase de experiencia o aventura parece ser la única salida.

Samuel P. Huntington, politólogo y profesor de Ciencias Políticas, escribió sobre “El choque de civilizaciones”. Analiza las posibilidades de confrontación, no ya entre países sino entre civilizaciones y culturas. Hay raíces profundas que van más allá de la economía y del poder militar.

Justo en estos momentos estamos asistiendo a la confrontación entre “Eurasia” y “Occidente”, y aún persiste el enfrentamiento entre “Islam” y el mundo occidental de raíz cristiana. Predice así Huntington que las diferencias culturales y religiosas son y serán las fuentes primarias de conflicto en el futuro.

Pregunta: ¿No es cierto que los factores religiosos han sido la mayor fuente de problemas militares recientes? Podemos citar los constantes choques entre israelíes y palestinos, o el enfrentamiento del mundo musulmán radical contra occidente y sus valores. En Estados Unidos es cada vez más creciente el conflicto entre la sociedad civil y los grupos religiosos radicales.

Por último, ¿por qué se generan nuevas enfermedades incontrolables como la reciente pandemia de COVID?. Las teorías sobre su origen son muchas, pero lo importante a retener es que tanto el COVID como otras enfermedades infecciosas son el resultado del hacinamiento, humano y animal, en busca de una mayor producción, sin consideración por sus derechos naturales.

Antes que los antibióticos y las vacunas fueran accesibles y estuviesen ampliamente disponibles, los azotes clásicos de la humanidad, como son la lepra, la peste, la fiebre amarilla, el cólera, la tuberculosis, etc., desaparecieron o disminuyeron gradualmente, como demuestran las estadísticas. Ello fue posible gracias a la higiene personal y a las medidas sanitarias colectivas, como canalización y saneamiento tanto de las aguas como de los residuos.

La educación también tuvo un papel importante en la lucha contra las enfermedades infecciosas. Por contra, la pérdida del sentido básico de la responsabilidad comunitaria, la disgregación social, la pérdida de raíces sociales y familiares, típica de nuestra época, favorecen la propagación y el brote de epidemias infecciosas.

Todos los factores mencionados anteriormente se unen para empujarnos hacia una Nueva Edad Media. De nosotros depende que dure mucho o poco.

Continuará

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