martes, octubre 11

Momias del Antiguo Egipto - La Vida que Continúa

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MOMIAS DEL ANTIGUO EGIPTO

LA VIDA QUE CONTINÚA

Recientemente hemos podido asistir, aquí en Madrid, a una excelente muestra, con piezas muy representativas y bien organizadas alrededor de la temática de la Momificación en el Antiguo Egipto y sus ritos funerarios. Esta excelente muestra ha sido presentada por la Caixaforum de Madrid en colaboración con el British Museum.

Aunque muy bien organizada, y contando con buena información general sobre los elementos allí expuestos, sin embargo como era de esperar no posee una explicación simbólica tanto sobre el conjunto como cada uno de los elementos allí expuestos. Con la idea de aportar parcialmente algunas explicaciones, vamos a introducir algunas de ellas acompañando a las imágenes de dicha exposición.

LA MOMIFICACIÓN - EL EMBALSAMAMIENTO

Generalmente se entiende la momificación como un proceso por medio del cual el cadáver adquiere mayor solidez y resistencia contra la corrupción y desintegración. Aunque el objetivo inicial pudo haber sido tal, la realidad es que en la mayoría de las momificaciones, debido a su rica composición en líquidos balsámicos, perfumes, sales y resinas, etc., éstos más bien han deteriorado los cuerpos. De hecho, aquellos enterrados en las arenas del desierto en época predinástica se conservan mejor que las momias posteriores.

Desde los primeros tiempos, una constante fue la utilización del Natrón, un carbonato de sodio natural que tiende a hidratarse fuertemente, y que por tanto es capaz de extraer los líquidos de los cuerpos con los que se pone en contacto. El jeroglífico que lo representa ḥsmn podría traducirse por “aquello que hace firme, permanente o estable por toda la eternidad”, que es precisamente la función del natrón.



ḥsmen - natrón

Curiosamente, en el papiro médico de Ebers hay una fórmula para “permanecer eternamente jóvenes”, en las que además del polvo de alabastro (alba-astrum, la estrella de la mañana o Venus), miel, y otras sustancias, se incluye el “natrón”.

El natrón aparece a veces entre los vendajes, o en el interior de la momia, o en otras cavidades naturales, etc. En eso consistiría primariamente “momificar”, o sea desecar, como los salazones de pescado, o el curado de ciertas carnes por todos conocidas.

El resto de ingredientes utilizados varió con el tiempo, pero en general se trata de perfumes, aceites, gomas resinosas, etc, cuyo objeto era “embellecer”, cuidar, presentar respeto y honrar al difunto.

LOS VENDAJES SAGRADOS Y LOS AMULETOS

Contrario a la creencia popular, quizás influenciado por las películas y hasta por los cómics, la momia no estaba rodeada por una serie de tiras interminables que rodeaban todo el cuerpo como si de un huso se tratase. En realidad cada parte del cuerpo (dedos, manos, muñecas, codos, antebrazos, etc, etc.) estaba dotada de un vendaje específico, con signos y oraciones escritas sobre los mismos, de tal manera que cada venda era en un “nudo mágico”, no sólo una protección sino que también confería un poder a esa parte del cuerpo. Entre los mismos se encontraban a menudo diversos amuletos, dependiendo de la zona del cuerpo o del texto inscrito sobre los vendajes.



Símbolo “neter”, dios, y el lazo del vendaje


El signo jeroglífico que se utiliza para describir los vendajes es el de “nudo”, se trata de los mismos nudos mágicos y protectores que vemos en el Libro de los Muertos alrededor del cuello de Anubis, de la cintura de Isis y Nephtys e incluso en sus arreglos capilares.

No en todas las épocas se sometieron a las mismas reglas, ni tampoco eran aplicables a todo el mundo, pues dependía de su condición como noble o perteneciente a la realeza, o por su grado de implicación religiosa. En otros casos era una concesión real, de la misma manera que en nuestra cultura occidental cristiana, las catedrales e iglesias fueron a veces lugares de enterramiento de personajes no sólo de la realeza sino también aquellos considerados como santos o que habían prestado un servicio importante al estado.

En realidad, no hay nada nuevo bajo el sol, puesto que nuestros huesos o las cenizas que resten, serán también dispersadas, las tumbas vaciadas, y sólo los reyes y grandes sacerdotes permanecerán, aunque no por mucho tiempo, en sus tumbas protegidas y cuidadas. Pero volvamos a nuestra momia egipcia.

Los vendajes no tenían como misión mantener la integridad del cuerpo a toda costa con vistas a una posible resurrección, sino que formaban parte de un ritual complejo, entre cuyos fines se encontraba el de establecer un lazo entre el ka viviente del difunto y los vivos.

De la misma manera que en nuestra época a los “santos” se les supone ser intercesores ante la divinidad, y se les presenta oraciones, peticiones, ofrendas, etc., también en el Antiguo Egipto estos cuerpos consagrados actuaban como enlace entre los vivos y los que viven en el más allá.

Por otro lado el culto era beneficioso en ambas direcciones, puesto que las oraciones y ofrendas que se les presentaba eran también beneficiosas para reintegrar la fuerza del “ka”, el verdadero intermediario.

Los dioses, como Ra, tienen hasta 14 kas, o potencias de sí mismos, los seres humanos también lo poseen, y es aquello que, como dice el Libro de los Muertos, mantiene la vida y la forma durante todos nuestros años, y cuando decae surge la enfermedad y la muerte. Entonces el ka, antes no manifiesto salvo como expresión de la fuerza vital interna, tras la muerte se independiza del cuerpo como su “doble”, porque es el “maestro de la forma”, el contenedor de la misma, como indica su símbolo.

Para la ciencia moderna el envejecimiento es un proceso interno y fisiológico que depende de cierta “programación” de nuestras células, que permiten una serie de ciclos de renovación o división celular prefijados. Curiosamente el gran médico y alquimista Paracelso, habla de un concepto similar, pues dice que el circuito vital que recorre el cuerpo entero, tiene prefijado también una serie de rondas determinadas.

Para la visión tradicional, sin negar lo anterior, estos mecanismos físicos son contemplados como la expresión externa o material de unas leyes internas más sutiles, aunque no por ello menos reales. A eso es lo que los antiguos egipcios llaman la potencia del ka.

En las entradas de las tumbas se leen a veces oraciones o peticiones para que se “repita” el nombre del difunto, porque así se da fuerza al ka del mismo. Esta es una creencia general antigua; que la palabra genera fuerzas en lo invisible.

Es el mismo principio utilizado en el Antiguo Egipto para las altares “htp” de ofrendas, donde aparecen inscritas fórmulas en las que se describen objetos imaginarios, tales como jarras de cerveza, carnes, panes, etc, que el sacerdote ofrendante lee mientras vierte líquidos sobre esos mismos objetos representados en el pequeño altar. La acción mágica que despiertan las palabras es llamada “prt- ḫrw”, o sea la palabra mágica, la palabra que ofrenda, la palabra que surge desde el lugar, en este caso el pequeño altar, y que hace que se convierta en realidades para el ka del difunto, porque éste no vive de la carne, ni de la cerveza, sino de la fuerza oculta que encierran cada una las ofrendas y del poder de la palabra que las menciona.

prt- ḫrw, la palabra mágica que surge

¿Y CÓMO RESUCITABAN?

Otro concepto erróneo, influenciado por el materialismo y por otras religiones, es pensar que el cuerpo se embalsamaba, se vendaba, y se le colocaba las fórmulas del Libro de los Muertos en un papiro, bien entre las piernas o un lado o entre las vendas, de manera que la recitación de estos textos le sirviesen para resucitar.

En pocas palabras: esta idea es absolutamente absurda, macabra, y horrorosa para un egipcio. Para empezar alguien tendría que explicar como moverme para tomar el papiro en mis manos y leer su contenido si se supone que ¡estoy muerto!

La vida después de la muerte sólo podía tener dos posibilidades, o regresar a este mundo, ignorante, olvidado de sí mismo y recomenzar una nueva vida, o bien pasar a otra esfera, al “Ajet”, o sea el “Horizonte de Luz”, vestido de luz, alimentado por la luz, convertido en un ser luminoso, como espíritu glorioso o Aj.


Ajet el horizonte de luz


Aj, el espíritu libre, el Fénix o Bennu

Las máscaras funerarias, como la que encabeza éste artículo, nos presentan precisamente un semblante en paz, mirando hacia algo infinito, hacia ese horizonte de esperanza. Nada tiene que ver esa idea, con la idea macabra de momias danzantes, de cuerpos mutilados que fueron en su momento adornados, embellecidos, rodeados de perfumes y esencias y de las fórmulas del “Libro de la Salida del Alma a la luz del Sol”, que le recordaban sus creencias y sus anhelos.

La Egiptología ha desmembrado sus cuerpos, los ha radiografiado, los ha desnudado, nos ha explicado las enfermedades que tenían, pero en su búsqueda materialista no ha visto lo esencial, no ha sabido describir la poesía, ni parte de la gloriosa visión que ellos tenían de la vida y de la otra Vida.

A veces cuando consideramos estas antiguas ceremonias y costumbres, a primera vista pudieran parecernos exóticas y ajenas, pero al aproximarnos nos damos cuenta que el ser humano, sus miedos, sus esperanzas, no han cambiado tanto, seguimos queriendo las mismas cosas. Y así, quizás ya no tengamos tablas de ofrendas, pero seguimos leyendo textos en los funerales, expresamos nuestros deseos de bienestar y gloria para los que se marchan, recordamos sus hechos durante la vida, ante su familia y amigos, encendemos velas, y cantamos himnos. Porque en el fondo todas esas cosas hablan de lo mismo: la esperanza y fe en la vida que continúa, y en Aquello que en cada uno de nosotros permanece a pesar de todo.

Continuará