ECONOMÍA DE GUERRA
DEBE Y HABER
Recientes acontecimientos internacionales me han hecho repensar cómo valorar de otra manera la economía. Esta palabra tiene su origen etimológico en el griego “oikos”, que significa “hogar”, y “nomos”, que significa “ley” u ordenamiento – de donde “oikonomia” – o “administración del hogar”, o del Estado, o de cualquier otra cosa que nos concierna de cerca.
Algo que conocemos todos es eso del “debe”, las deudas, y del “haber”, lo que se posee. Claro que si miramos de nuevo a estos conceptos desde otro ángulo, están las deudas, por ejemplo, morales o kármicas, y lo que de verdad poseemos o de lo que tenemos dominio sobre ello, por ejemplo las “virtudes”.
Una buena economía implica, en lo personal, dejar pocas cosas que cumplir o hacer (debe), entre ellas “restar” los errores y daños hechos por nosotros mismos, al tiempo que hay que acumular muchas virtudes, buenos actos, etc.
De ahí, como en todo buen ejercicio económico de final de año, que haya también el llamado “Día del Ajuste de Cuentas”, como lo denominaban los antiguos egipcios, donde se repasan todos nuestros actos económicos, siendo en este caso el “oikos”, nuestra propia alma y ser.
Hablemos ahora del “Contable”, ¿quién es? Pues sólo puede ser uno mismo, eso nos dice el Libro de los Muertos, donde el corazón, o sea lo más íntimo de nosotros mismos, nuestra conciencia, es el testigo de nuestros actos Y EL FISCAL ante el Tribunal de los Jueces Divinos, que se encargan de tomar nota, o sea la memoria indeleble representada por los llamados Lipikas (sánscrito: escribientes), o administradores del Karma.
Es evidente pues que lo que me llevaré conmigo sólo será lo que sea verdadero y real, quedando detrás todas las ilusiones. Pero, mientras que sigo vivo y actuando en esta encarnación, ¿Qué es lo que realmente poseo, lo que uso, y lo que no poseo ni uso?
Estas preguntas me surgieron a raíz de escuchar que en este conflicto internacional al que aludía al comienzo, la economía de los países ha sido afectada profundamente, y al valorar la importancia económica de ciertas naciones con respecto a otras, los analistas han descubierto que en esta confrontación los supuestos países ricos y poderosos, no lo son tanto, y que las economías secundarias poseen mucho más valor, llegando en realidad a poseer la mayoría de la “riqueza real”.
Estos análisis económicos han descubierto que para muchas potencias del llamado primer mundo, su riqueza consiste en bienes “ilusorios”, no productivos, no reales, evanescentes. Por ejemplo, muchas personas que viven en estas sociedades se sienten “ricas”, o al menos modernas y al día, porque tienen un buen teléfono, un ordenador, está en contacto con muchos amigos a través de las redes sociales, atienden a múltiples cursos online, sobre cosas como “coaching”, “ecología chupi”, o “macramé”.
De la misma manera, los países grandes poseen así mismo grandes inversores bursátiles, en telefonía, en redes sociales, en cine y “entretenimiento”, en turismo, etc., etc. Estos son sólo algunos ejemplos. La mayor parte de la industria se traslada a los países del tercer mundo. Allí se produce de todo, en China, India, Sudáfrica, Indonesia, etc., Por otro lado, se importa petróleo, gas, componentes electrónicos, bienes agrícolas, de otros países, porque se piensa que toda esa industria no es necesaria mientras se posea la máquina para imprimir billetes y los medios de comunicación para hacer que los demás lo acepten.
Curiosamente, los países de segundo orden, según el esquema corriente de las cosas, aparentemente no poseen tanto como los anteriores, pero se ha demostrado su gran capacidad para mantener una industria pesada importante, extracción de recursos minerales, petróleo, recursos agrícolas y pesqueros, tierras raras, esenciales para la fabricación de microchips, etc., etc.
Si aplicamos esa realidad a nuestra propia vida, también veremos lo mismo, la existencia de valores personales aparentes y valores reales.
Vivimos vidas “prestadas”, porque intentamos ajustarnos a alguno de los modelos que nos ofrecen, incluso en la manera de vestir, de llevar el pelo cortado, o coleta, el lugar donde nos reunimos, las cosas aceptables sobre las que “debemos” hablar, etc.
Hoy cuando se habla de temas metafísicos, en un lugar público, se tiende a bajar la voz, con vergüenza, sin embargo si hablamos de sexo, de violencia, o hacemos una critica inmoderada, elevamos el tono de voz, sin sentirnos azorados en lo más mínimo. O sea, mientras nos ajustemos al modelo todo está permitido.
Pensamos que “estamos al día”, por la ropa o los aparatos accesorios de los que hacemos gala, por el súper ordenador, la súper cámara, el súper audífono, o el súper lo que sea. Aunque vivimos sin tiempo real para nosotros mismos, eso sí, nuestra vida está llena de “ins” y evitamos todos los “outs”.
Esas cosas, en verdad, no las poseemos, ellas nos poseen a nosotros, nos arrastran a consumirlas, conseguirlas, pagarlas, presumir de ellas, y vuelta a empezar de nuevo. Ellas nos poseen a nosotros.
Son como las economías de los países del primer mundo occidental.
Cabría preguntarse pues ¿en una cada vez más clara cercanía de una Nueva Edad Media, qué clase de economía real, tanto en lo material, como en lo espiritual, debemos desarrollar?.
- En lo material:
Deberíamos repensar y recrear modos de vida más tradicionales, o sea menos dependientes de valores propios del “mercado” y más realistas y útiles. Deberíamos valorar de nuevo el trabajo manual, la agricultura, el vivir con y de la tierra, pero no destruyéndola sino respetándola. Vale más un pequeño huerto que media docena de coches eléctricos, vale más un conocimiento básico de cómo construir con las manos nuestra casa que saber cómo suscribirse a una página web para publicar nuestro perfil o contratar una hipoteca… Pero eso quizás no sea útil ahora, aunque algunos pasos deberíamos dar en esa dirección.
- En lo espiritual, ético y moral, o como queráis llamarlo…
Bien pensado, no voy a contestar a esta segunda parte, simplemente os digo y propongo lo siguiente: si alguien fuese tan amable, ¿podría decirme e ilustrarme, sobre cuáles son las Cosas Reales, la “economía” de verdad, las leyes o normas que protegen esta casa que soy yo mismo?.
¿Alguna propuesta? Atrévete… Escribe aquí abajo una pequeña lista de lo que merece la pena, seguramente aprenderemos algo.
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