LA MALDAD
No estamos hablando simplemente de lo malo y lo bueno, que hasta cierto punto es opinable. La Bondad es el arquetipo del Bien encarnado en los seres vivos, mientras que la Maldad es la manifestación en los seres humanos del Mal.
Dicho así es muy simple. Tratemos de refinar un poco más nuestra búsqueda. El Mal no existe como una entidad autónoma, como una especie de sombra oscura que planea sobre los hombres, ni tampoco es un ser abominable, llámese Satán o cualquier otro nombre de esas deidades imaginarias del infierno, ese lugar así mismo imaginario.
Para entender bien qué es la maldad, primero tenemos que hablar del mal. Y para hablar del mal tenemos que definir qué se entiende por el bien.
En las tradiciones de la Antigua Sabiduría, el Universo, manifestación viva del Logos, o el Pensamiento Divino, es en sí mismo un Ser en evolución, un ser constituido por infinitos números de seres.
Primera aclaración: ese “Pensamiento divino” no es el resultado de un Ser que piensa sentado en su trono, no se trata de ningún dios personificado, sino la expresión (λόγος) o sea la “palabra, discurso y razón”, tambień relacionado con “ley” (latin: Legus). En otras palabras, son las condiciones dirigidas y planificadas de esta manifestación del universo, y digo ésta porque otros universos han precedido, según la tradición, a éste, y otros se desarrollarán mucho después.
Este Logos se manifiesta periódicamente, como rayo que se origina en lo Desconocido, lo que en la India llaman Parabrahman (o sea, lo que está más allá ─para─ de Brahmâ, el universo manifiesto)
Para los que piensan de sí mismos que son materialistas, que no existe otra cosa más que lo que puede verse, tienen que reconocer que más allá del Big-Bang, la teoría de moda, había algo, algo que no podemos definir con nuestros métodos científicos porque éstos y sus instrumentos, habiendo nacido en este universo no sirven para medir, tocar, sentir, percibir lo que no está dentro del mismo.
También cada ser humano es un Big-Bang, nace sin saber quién es, ni quién fue, ni quién será. Cada existencia humana es un pequeño universo que nace y muere. A menos que sus facultades espirituales o intuitivas le permitan tener vislumbres de ese otro terreno desconocido.
Todos, salvo los psicópatas empedernidos, tenemos cierto sentido de eso que llaman el Bien, la Verdad y la Justicia. Tengo una querida amiga, que se define agnóstica, pero entre toda la gente que he conocido en mi profesión es la persona más generosa, más dispuesta a pelear por los demás, por ideales humanistas y de defensa de la Justicia. Aunque alguien lo niegue, esa es una prueba que va contra la Materia sin sentido. Porque la sensibilidad hacia los demás, incluso en contra de nuestros propios intereses egoístas, es la mejor prueba de la existencia de valores que trascienden la pequeñez del ser humano.
Claro está que para las almas nobles, que sienten dentro de sí esos valores, hasta el punto de dedicar sus vidas a ello, el dios que nos plantean las religiones, el Ser Todo poderoso (aunque incapaz de mover un sólo dedo para evitar el genocidio de los inocentes) es un muñeco, y nada más, un espantapájaros sin sentido, que algunos agitan en su ignorancia para asustar a los otros, para sentirse así menos solos en su camino de locura.
Pero aquí no estamos hablando del dios espantapájaros, sino del Bien, la Verdad y la Justicia, y la Belleza, los Arquetipos inspiradores que apelan a los más profundos sentimientos del alma humana.
Y fijaros si son reales, la fuerza tremenda que tienen, que hacen que los seres humanos capaces de sentirlos en su interior, luchen por esos Ideales pagando incluso con su propia vida.
Las modas pasan, las ideas políticas y sociales cambian, han cambiado y cambiarán, pero el fuego que siente un ser humano, en cada época, en cada lugar, por hacer brillar la Verdad que él puede concebir, la Justicia que él puede desear, eso no pasará.
Y esa, y no otra, es la Fuerza del Espíritu, ese es el Mensaje del Logos, del Dios “Síntesis”, que representa las Leyes y el Destino de este Universo.
Y de Parabrahman, o sea de lo que está más allá de este logos-universo, nada podemos decir, salvo que es la Raíz sin Raíz del mismo, según la tradición.
¿Entonces a qué llamaríamos el Bien? Hasta los materialistas tendrán que reconocer que el Bien es la culminación propia de toda Evolución, otra Ley de este Universo. El Bien es aquello que nos acerca a nuestro propio destino evolutivo, el bien es lo que hace que de la crisálida surja la maravillosa mariposa que un día fue gusano, el Bien hace que pueda haber Derechos Humanos, surgidos de un deseo no sólo de Bien sino de Fraternidad, un componente del mismo. El Bien, hará que un día los seres humanos sean realmente hermanos, que busquemos lo mejor. No os voy a decir qué es lo mejor, porque cada época y cada ser humano lo consideran de manera distinta. Simplemente imagina que estas Navidades que vienen pudieras pedir ya sea a Papá Noel, o los Reyes Magos, o a quien tu creas, lo mejor que puedas pedir, lo mejor que puedas concebir para todos, imagina una Humanidad Ideal, un Amor Fraternal entre todos los seres humanos, avanzando en la estela del Universo con velas en la mano y cantando sólo Himnos al Bien.
Quizás la oruga piensa que va a morir, y de hecho muere, todas las orugas lloran a la desaparecida en el interior de su tumba-crisálida. Quizás por eso mismo, el dolor de la existencia, las muchas cosas que nos pasan, y que contemplamos como el Mal, sean los pasos necesarios que haya que dar para convertirnos en seres alados.
Primera conclusión: el Mal no es siempre lo que pensamos, también es la sombra del Bien, o sea la necesaria proyección oscura en este universo, para que el Bien pueda aparecer. Éste sería el Mal metafísico, el necesario aspecto de la evolución, que se manifiesta en la lucha.
Pero la maldad es diferente, porque es el Mal encarnado y hecho dueño del pensamiento de un ser y dirigido contra los demás seres, sin otro propósito salvo el de hacer daño.
Los mitos y viejas historias que perduran a través de los milenios contienen enseñanzas profundas, el viejo “Mito de la Caída”, o sea del descenso de los seres humanos a un estado inferior de conciencia, tratan de la raíz misma del Mal. Algunas religiones han hecho de ese mito una justificación para la existencia de ellas mismas. Así la Caída de Adán, justifica la caída de todos los seres humanos en las garras del mal, y la necesidad de una Salvación a través de dichas religiones.
Analizaremos en los próximos artículos el Mito de la Caída y el Mal, tanto en la Biblia, como en el Antiguo Egipto, y otras culturas clásicas, quizás podamos encontrar algunas claves fundamentales.