sábado, septiembre 16

El Estoicismo Oriental - Introducción

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El Estoicismo Oriental

La Caña que se rompe y la Caña que se dobla.

Como escuela filosófica romana, el estoicismo tiene su lugar claro en la historia, precisamente en un momento de decadencia del Imperio Romano, en el que ya se anunciaba su final. Por esta misma razón, por nacer y desarrollarse en ese tiempo especial, no es extraño que se convirtiese en una doctrina “refugio”: representaba el mástil donde sujetarse en mitad de la tormenta.

Ya había pasado el momento de las especulaciones metafísicas abstrusas y refinadas, ahora se trataba de encontrar soluciones prácticas e inmediatas.

El Estoicismo ha vuelto hoy, retorna de nuevo y cada vez son más sus seguidores. Consciente o inconscientemente sabemos que también esta es una época de naufragio, donde ya no hay casi ningún mástil al que sujetarnos, todas las formas tradicionales de pensamiento y acción se están hundiendo una tras otra.

Otros, sin embargo, consideran nuestro tiempo como original, innovador, aunque en realidad de escasos vuelos. Se trata de modas de pensamiento que no alcanzan siquiera la altura humana, y mucho menos consiguen dar soluciones a los enigmas eternos de la existencia.

No es pues de extrañar que, como en la Antigua Roma, a finales del Imperio, aparezcan las señales de desorientación, y la necesidad de buscar en las doctrinas de origen oriental, el último resto y refugio más o menos desvirtuado de la espiritualidad.

La diferencia consiste en que en Oriente, en el pasado no tan remoto, existía y manaba desde allí un venero oculto de Sabiduría. Hoy, la llamada civilización occidental, por llamarla algo, sin horizonte metafísico alguno, plana y vacía, se ha extendido a todo el planeta. Oriente, por tanto, se ha vuelto Occidente, y el acceso a sus tesoros es aún más opaco e incluso totalmente oculto. Hoy, viajar hasta allí es perderse entre miles de turistas que con su ruido ensordecedor han adulterado una forma de existencia. Por tanto, ya no se trata de peregrinar a tierras lejanas, ahora tan contaminadas como las nuestras, sino del viaje interior, de aprender a penetrar en los lugares desconocidos de nuestra personalidad, y al mismo tiempo emprender la búsqueda de las tradiciones filosóficas aún vivas.

En realidad la peregrinación fue siempre así: el viaje al interior, mientras el alma se ensimismaba en un viaje sagrado externo, lleno de símbolos que recordaban constantemente al viajero aquello que buscaba.

Por eso, en nuestro siglo de desconcierto, también vuelve la Filosofía, o sea el Amor por la Sabiduría y también los desesperados amantes de la misma. Desesperados, porque hoy, más bien se diría, que la Filosofía ya no es el Amor por la Sabiduría, sino la necesidad imperiosa de la Sabiduría y, sus amantes, se han convertido en los frustrados amantes de la sabiduría, pues no encontrándola en lugar alguno, han tenido que bucear llevados de la mano de Maestros en el interior de ellos mismos, el último refugio.

Hay que empezar pues por lo más simple, que también a veces es lo más dificil: la Actitud Estoica. Lograrla no es sólo un esfuerzo de la Voluntad, aunque este es un ingrediente necesario. Es también un entendimiento del mundo, una manera de acercarse al mismo.

Porque lo difícil no es mantener el esfuerzo continuo por ser estoico, sino fijar claramente en nuestra mente los principios de la existencia, que lo facilitan:

  • Transitoriedad: pues ni la peor de las torturas es para siempre.
  • Apariencia: en este mundo ilusorio, nada es lo que parece, ni siquiera nosotros mismos.
  • Reencarnación: o mejor, el sentido de inmortalidad, de la vida que continúa, lo trascendente hecho vida.
  • Hermandad: porque nadie se “salva” sólo, todos caminamos juntos.
  • Servicio: en aras de la Humanidad, en vez de servir a los poderosos.

Si solo nos basamos en una “voluntad de hierro”, en una mera disciplina estoica de fortaleza, seremos como la caña que ante el viento fuerte se rompe. Si, somos capaces de integrar todo lo señalado anteriormente, elevando así nuestra visión del mundo a través de los principios enunciados, entonces seremos la Caña de Bambú, que incluso ante el viento más fuerte sabe adaptarse y superarlo, e incluso aún mejor, cañas vacías del ruido mundanal, que permiten el paso del viento del espíritu.

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