miércoles, febrero 22

LAS HUMANIDADES PREVIAS - Tradiciones Budistas Exotéricas y Esotéricas

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LAS HUMANIDADES PREVIAS

EL DESCENSO DEL SER HUMANO A LA MANIFESTACIÓN

Tradiciones Budistas Exotéricas y Esotéricas

Las teorías evolucionistas que poco a poco se hicieron prevalentes en el mundo occidental, no fueron compartidas en su totalidad por otras religiones y tradiciones.

Sin embargo el budismo, tanto en su aspecto exotérico como en el esotérico, contempla la “Evolución” como naturaleza intrínseca de la manifestación del mundo. Es innegable, y en ambos casos, aunque por razones distintas, se acepta en general estas ideas.

Entiende la tradición oriental que la manifestación en el mundo es un doble proceso, uno espiritual y otro físico, que bien podría ser representado por el siguiente gráfico:

De tal suerte, en cada ciclo evolutivo, hay un descenso del espíritu, o un revestirse de materia, mientras que por el otro lado hay un ascenso evolutivo de la materia, que proporciona así las formas orgánicas adecuadas para albergar los elementos superiores.

Este proceso, repetido innumerables veces, hace que se produzca una doble evolución, una la de lo inteligible, y la otra de la materia durante el periodo de manifestación del universo, lo que los hindúes llaman Manvántara. En el caso de los animales, plantas, minerales, átomos, etc., la esencia inteligible es la idea o arquetipo global de esa especie o conjunto, pues no existe una individualidad independiente, sino una “alma o ser colectivo” que informaría a todo un género de lo manifestado.

A través de los trabajos de un colectivo de sabios radicados en el siglo XIX, durante cierto tiempo, en el Tíbet, y representados en Occidente por la figura de H. P. Blavatsky, se pudo tener acceso a ciertos comentarios, hasta entonces no publicados, los llamados Libros de Dzyan (palabra equivalente a la japonesa Zen, y a la hindú Dyhan) que exponen una visión de la humanidad como un conjunto u oleada de vida que se manifiesta poco a poco, en coordinación con la evolución de la vida mineral, vegetal y animal, y de la misma Tierra como planeta habitable.

Esta tradición expuesta por H. P. Blavatsky en cientos de artículos y en sus libros, apunta a la existencia de un Budhismo pre-Buddha. Es decir, una Sabiduría Perenne, llamada Budhismo (escrita con una sola “d”), que es la fuente original, según estos escritos, de donde dimanaron muchas otras tradiciones filosóficas y religiosas aparecidas en el mundo, a lo largo de los siglos. Así el Budhismo sería pues la Sabiduría Perenne o Atemporal, interna, y por ello sabiduría esotérica, que nada tiene que ver con la idea estrafalaria que hoy tenemos sobre lo esotérico, puesto que en origen es simplemente el conocimiento interno, o sea aquel conocimiento que requiere una transformación en nosotros mismos, o un entendimiento profundo en el que se necesita que también haya un cambio profundo para poder alcanzarlo.

Sin embargo, el Buddhismo (con dos “d”, que proporciona un sentido pasivo reflejo al término) es la creación de Gautama Sakyamuni, más conocido como el Buddha (doble “d”) o sea el “Iluminado”. Es el sistema moral y filosófico fundado por el príncipe Gautama, conocido por todos.

En este último sistema, ampliamente difundido, también existe el concepto de evolución pero no como un destino final, un arquetipo ideal a alcanzar por la creación entera, sino que sus argumentos filosóficos se refieren a algo muy parecido a la creencia (sí, creencia) de la ciencia moderna. O sea, un Universo, de cuyo origen sólo puede decirse que es una expansión, que se inicia cuando el tiempo empieza a contar, y cuyo fin para algunos es la disolución completa, por mera extinción y desaparición en el infinito, o bien como piensa la mayoría desapareciendo en una implosión, o sea que cuando la fuerza expansiva de este universo se agote, todo volverá a su origen.

Como antes del momento “0” del famoso Big Bang no había mundo, no había materia, no había leyes físicas, ni tiempo, la ciencia rehúsa intentar siquiera describir qué es lo que hubo, si es que algo hubo, antes de ese comienzo. Y cuando todo implosione, estaremos de nuevo en el vacío, no del Universo, que será o no será o se recreará o no, sino el vacío de nuestro entendimiento.

Por tanto el “buddhismo exotérico” de hoy, en su mayoría y especialmente las escuelas del Sur de Asia y la India (hinayana), sigue de cerca esta visión materialista, que entiende que el mundo está constituido por una serie de fenómenos mecánicos, que se manifiestan como una Ley inexorable o Dharma, donde los seres humanos, animales, etc, están sometidos a esta vorágine de fenómenos materiales, pasando de una condición a otra, manifiestos o no manifiestos, disolviéndose a cada nueva encarnación, para reaparecer, no siendo ya el mismo, porque para este budismo materialista no existe ninguna esencia detrás que sobreviva, aunque, eso sí, heredando esta nueva existencia todas las características y karma de la previa encarnación. Este buddhismo exotérico, o sea externo y carente de lo interno, es un buddhismo materialista, contrario a la creencia que el común de la gente tiene del mismo, no en vano uno de sus mayores representantes, el conocido como Dalai Lama actualmente, declaró ser buddhista y marxista en lo político. Para esta clase de buddhismo exotérico el fin último de la iluminación es realizar la idea de “Sunyata”, o sea el vacío, la no existencia, el nihilismo final, con el cual se equipara el concepto de Nirvana.

TRADICIÓN ESOTÉRICA SOBRE EL HOMBRE

Para la Sabiduría Atemporal, el hombre, en la presente etapa de la evolución, o sea esa mezcla entre lo espiritual y lo físico al 50%, ha llegado a ser lo que hoy es a través de un proceso complejo por fases sucesivas, que en la jerga adoptada en el siglo XIX se dio en llamar “Rondas”, o ciclos, pasando por estadios sucesivos y paralelos de la propia Tierra, que se fue haciendo cada vez más densa. El ser humano fue en un principio, en este ciclo o ronda en el que nos encontramos, casi una entelequia, un esquema sutil, que poco a poco fue transformándose hasta adoptar, mediante el paso por una serie de RAZAS-RAÍCES, la forma dotada de inteligencia que ahora es.

Estas Razas-Raíces, así llamadas por estos inspiradores de la obra de Blavatsky, constituían en realidad Humanidades, o Ciclos Grupales evolutivos del ser humano, constituida por muchos subgrupos en los que cabría diferenciar etnias diferentes. Esta evolución se fue produciendo progresivamente en lo físico y en lo mental-espiritual.

En lo físico, paralelo al cuerpo físico de la Tierra, el ser humano fue adquiriendo más y más densidad, mientras que en lo mental-espiritual fue perdiendo el aspecto espiritual puro, como los niños que pierden su inocencia primera, al paso que se fue desarrollando la mente analítica y egoísta que hoy ampliamente “disfrutamos”.

Esta tradición esotérica no ha sido aceptada por el buddhismo exotérico hinayana, entre otras cosas porque dicen no encontrar dichos textos, los llamados Libros de Dzyan, entre sus textos canónicos.

Más allá de disquisiciones eruditas sobre esta disputa, basta con reflejar el contenido de un texto canónico, el Vinaya-Pitaka, en su traducción tibetana, el Dulva, volumen V del Kangyur tibetano, donde el Buda cuenta el origen de la humanidad y cómo ésta fue densificándose poco a poco, pero eso lo dejamos para el siguiente artículo.

Continuará

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