miércoles, diciembre 14

Navidad, Navidad ¿Falsa Navidad?

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NAVIDAD, NAVIDAD, ¿FALSA NAVIDAD?

Respeto todas las creencias, y de ningún modo estoy en contra de la celebración de la Navidad; muy al contrario, lo que realmente me produce rechazo y tristeza es ver en lo que se ha convertido dicha fiesta. Su desacralización, paralela al descenso progresivo del número de fieles cristianos practicantes, es aprovechada por todos para vaciarla totalmente de contenido e incluso, como se va a hacer ahora en Inglaterra, prohibir a los funcionarios el uso de la palabra “Navidad” para señalar estas fiestas, cambiándola por “Celebraciones Festivas”, supuestamente para no ofender a otras religiones.

La realidad no es esa, porque esas religiones nunca se sintieron ofendidas por ello. Un viejo amigo sirio me contaba que en su barrio, en la ciudad de Alepo, ciudad que fue casi destruida durante la guerra, convivían hace años cristianos, musulmanes y judíos en fraternidad. Otra cosa diferente es lo que nos cuentan aquellos que han envenenado ese país.

El problema más bien radica en que esa celebración, la Navidad, ha perdido progresivamente sus fieles seguidores, al tiempo que se ha universalizado su celebración se olvidaron sus significados profundos y sus costumbres tradicionales. La Navidad ahora es Macy’s o Bloomingdale’s en Nueva York, El Corte Inglés o Primark en Madrid, o el Black Friday que ya se ha hecho “viral” como precalentamiento de la Navidad.

De lo que se trata pues es de comprar, porque está de oferta, porque es “Navidad”, porque “te lo mereces”, según dicen los publicistas, o porque “hay que hacerlo”, pues nadie puede quedarse sin su regalo, aunque sea lo último que hagas en la vida. Eso es la Navidad, nada más. ¡Ah sí!, lo olvidaba, comer como si fuese el último día en nuestras vidas de condenados.

¿Pero qué es la Navidad? Es un cuento, una historia, una leyenda, celebrada por innumerables generaciones, durante miles de años, es un Niño Sol que nace, una alegría profunda, no importa que seas cristiano o no, porque ese Niño tiene todos los nombres, todas las esperanzas, todo lo bueno que todos esperamos que suceda.

Es la eterna promesa de que después del terrible invierno de la guerra, del hambre, de la depresión, del mal que nos rodea, vendrá el Sol, la Luz, el Bien, la Verdad, la Justicia, todo lo bueno, que callado está escondido en nuestro corazón, porque apenas nos atrevemos a expresarlo, pues sería de tontos, de blandengues, de idealistas irreales. Ese niño se llama Jesús para algunos, para otros es la esperanza de un nuevo Buda que nos enseñe, para otros es Krishna, para otros simplemente es el Niño Sol.

Otras fechas parecidas, de otros pueblos y otras épocas reflejan esa misma celebración, es el Solsticio de Invierno, la época de lo que los romanos llamaban el nacimiento del “Sol Invicto”, “Dies Natalis Solis Invicti”, el nacimiento del Nuevo Sol que se afirma victorioso sobre la oscuridad.

En la religión mistérica de Mithra, de la que por su propia índole se conocen pocas cosas, aparecen los mismos signos solares en las representaciones halladas en los antiguos Mithraeum, los lugares de culto subterráneos, porque este Niño antes de nacer tiene su lucha y su batalla allí mismo, en la oscuridad. Ahí encontramos a Mithra, la fuerza solar espiritual, abatiendo el toro de la materia con un cuchillo, o más bien sacrificándose a sí mismo, en el sentido ritual e iniciático del sacro-oficio, o sea el sacrificio de lo inferior en aras de educir la espiritualidad en nosotros mismos, pues el toro no es más que la sombra oscura de uno mismo.

Estas representaciones de la lucha solar contra la oscuridad, adoptan una típica disposición de las figuras intervinientes en la llamada “tauroctonia” o sacrificio del toro. Todo el Ecuador Celeste, el Medio Cielo, para los antiguos delimitaban el mundo superior de los dioses y el inframundo de los seres mortales. La Luna y el Sol, están allí presentes, y un rayo del sol ilumina la cara de Mithra, quien a su vez lo contempla. El Sol está allí arriba, pero está también en el corazón de cada ser humano. Todo el templo subterráneo de Mithra es una alegoría astronómica, como también lo es la celebración de nuestra Navidad:

A la derecha está la constelación de Canis Maioris, le sigue la Hidra o serpiente, luego más a la izquierda está Escorpio, que con sus pinzas se cierne sobre la doble balanza de Libra representada por los genitales del toro, y más allá está la Espiga, en la cola del toro, que es la constelación de Virgo. Todas estas constelaciones se presentan en el Ecuador Celeste, y marcan con sus nombres simbólicos, los elementos mistéricos de la escena que vemos representada.

Finalmente, a un lado y a otro, están Cautes y Cautópates, los hermanos gemelos quienes ayudan o impulsan a Mithra haciéndole salir de la roca. Representan respectivamente el Solsticio de Invierno y el Solsticio de Verano, indicados por las antorchas que portan, una apuntando arriba y otra hacia abajo, o sea el Sol arriba del verano y el Sol abajo del invierno. Mithra es la fuerza solar o espiritual encerrada en la materia.

Si nuestro mundo fuese estático, cada cosa permanecería en su lugar por toda la eternidad. Pero es justamente el movimiento del Sol, los cambios estacionales limitados por Cautes y Cautópates, los solsticios, lo que ayudan a salir de la roca: todo esto en realidad nos habla acerca de la ciclicidad presente en toda la creación, desde los giros atómicos, hasta las revoluciones estelares, el día y la noche, y la vida y la muerte. Es el ciclo evolucionante que impulsa a todos los seres vivos, guiados por la Luz del Espíritu.

Esa es la experiencia que nos hace salir de lo denso y material, para impulsarnos hacia arriba. Morimos, renacemos, y para recordarlo, cada año, tenemos nuestra pequeña muerte, los meses invernales. Cuando finalmente nace el Niño Sol nos alegra porque nos trae un Mensaje de Eterna Esperanza Renovada.

Cantemos pues canciones dedicadas al Niño, cantemos cosas del corazón en alabanza y recuerdo de Aquel Sin Nombre, que nació entre los hombres muchas veces, para ayudarnos a salir de la oscuridad, que recibió muchos nombres en muchas partes del mundo, Aquel del que los cristianos, en sus leyendas, dicen que nació en Belén, بيت لحم, “Bait lehem”, “La Casa de la Carne”, pues es quien “encarnó” entre los hombres, como tantas veces ha hecho y hará.

Ven canta, sueña cantado
Vive soñando el Nuevo Sol
En que los hombres
Volverán a ser hermanos

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