Sabiduría y Trabajo por objetivos
Los textos de sabiduría, como por ejemplo el Bhagavad Gita, la Voz del Silencio, etc., de los que algunos extractos hemos ofrecido en estas páginas, utilizan un lenguaje alegórico y simbólico, lo que lleva a muchos a pensar que se trata de textos más o menos poéticos, o sea "espirituales" en un sentido vago, y que por tanto se les escucha como el que escucha el trino de un ruiseñor, o se los considera como "composiciones inspiradas". Como resultado de ello, muchos de los idealistas y espiritualistas en general tras una primera fase de enamoramiento de dichos textos, se hacen partidarios de los mismos, como se es partidario de tal o cual compositor, cantante o grupo de música. Suena tan bien, ¿no es cierto? Pero todo ese entusiasmo poco a poco se enfría, porque no habiendo plan alguno sino sólo un sentimiento, queda como un buen recuerdo y quizás como buenos consejos para leer cuando uno está deprimido. En definitiva, sentimentalismo nada más.
Por el contrario, en las organizaciones empresariales, en el mundo del trabajo y de la enseñanza, de las universidades y de los centros de investigación, etc., han descubierto lo que los discípulos de los maestros antiguos ya conocían y aplicaban y que desgraciadamente han olvidado los "discípulos" modernos: trabajar por objetivos, y fundamentar herramientas de participación; por el contrario, los "seres de luz" (?) espirituales de hoy en día olvidan lo que la tradición inventó hace muchos siglos.
Hay gente que tiene repugnancia a trabajar con ordenadores, con planes, con objetivos primarios y secundarios, con verificación en pasos, con formas que permitan la participación en los proyectos comunitarios, etc. Piensan que todo eso es materialismo, que eso es propio del "mundo de fuera" y democrático [¡¡].
Sin embargo, el filósofo y místico Plotino, según nos cuenta Porfirio, su discípulo, a pesar de su espiritualidad o quizás, por el contrario, por esa misma espiritualidad que tenía, dedicaba gran parte de su tiempo a enseñar, a reunirse para intercambiar ideas, e incluso se sabe que daba a menudo consejos, guía sobre asuntos terrenales, sobre los negocios y la educación de los hijos, a todos los que se lo pedía, además cualquiera podía acercarse a escuchar sus enseñanzas. Por el contrario, los "maestros espirituales" de hoy en día, están demasiado ocupados en asuntos celestiales como para tener tiempo para hablar con la gente o estar con ellos. Jesucristo llamaba a los niños alrededor, y daba sermones en la montaña, repartiendo incluso comida, Buda se rodeaba de su congregación, pedía limosna para comer como los demás, y luego al atardecer se sentaba con todos para enseñar y escuchar al mismo tiempo, y esto lo hizo hasta su muerte a los 80 años de edad.
Como resultado de todo ello, por abandonar esos instrumentos de participación e interacción práctica, muchos grupos espirituales se ven abocados a apenas subsistir, mientras que los que sólo buscan el dinero o la fama cada vez tienen más seguidores.
La pregunta se plantea entonces, ¿Debería "pecar" como esos que se mezclan con la gente (aquí poner cara de horror) o sostenerme inflexible en mi propósito y vivir alejado del mundo? Olvidamos que si algo es espiritual no es porque sea blando, perfumado, o porque flote en el aire: espiritual significa que ponemos a los demás por delante en nuestros esfuerzos, porque luchamos por la liberación última de todos los seres humanos y porque luchamos contra el mal y la injusticia. Son los fines los que importa, y que los medios sean acordes a esos fines: honestos y buenos, pero también eficaces y eficientes.
Así un ordenador nos permitirá comunicarnos, cómo muchos habrán descubierto durante la pandemia. Muchas alergias informáticas sólo ocultaban pereza y desgana por cambiar y aprender, no para nosotros sino para los demás. Una cámara de vídeo también es útil, un micrófono extiende nuestro mensaje, pero aún más importante es planificar, clarificar objetivos, verificar resultados, seguir los proyectos paso a paso, rectificar cuando sea necesario y HACER PARTÍCIPES a los demás.
La Gestión Participativa no es anarquía, es ESCUCHAR, comunicar, AUNAR VOLUNTADES, es EXPLICAR sin rodear los proyectos de misterios, con la excusa de que yo sólo sé, y también es ILUSIONAR, hacer sentir a todos que forman parte de un mismo proyecto, de una gran aventura humana y espiritual.