viernes, marzo 3

LAS HUMANIDADES PREVIAS - 3

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DESCENSO DEL HOMBRE SEGÚN EL KANGYUR TIBETANO II

El Sutra budista, el Dulva que forma parte del Canon Budista, continúa narrando cómo el ser humano fue descendiendo, encarnando en formas cada vez más materiales, y continúa describiendo la constitución de las sociedades humanas, las castas, las ciudades y las casas, etc., en definitiva toda la sociedad como era entonces conocida, hasta la aparición del Buda.

Lo interesante es que asocia el texto el egoísmo humano, la aparición del mismo y su profundización, a la densificación material de su cuerpo, paralela a la pérdida de espiritualidad. Veamos pues su contenido, aunque no reproduciremos aquí todo sino sólo las partes fundamentales.

Entonces ocurrió que uno de estos seres, de naturaleza curiosa, probó el rocío con la punta de uno de sus dedos, de modo que desarrolló un gusto por él, y empezó a comer trozos de él como alimento. Otros seres lo vieron probando este rocío de manera que siguieron su ejemplo, y empezaron a comer trozos de él como alimento.

A partir del momento en que aquellos seres comieron el rocío como alimento, sus cuerpos se tornaron toscos y gordos; perdieron su brillo y hermosa apariencia, y la oscuridad cubrió la faz de la Tierra.

En el capítulo anterior esta humanidad en ciernes era descrita como “de cuerpos etéreos, libres de toda impureza. Sus facultades eran perfectas, eran sublimes en todas sus partes, de considerable belleza y agradable color. La luz procedía de sus cuerpos; se desplazaban a través del espacio y se alimentaban de alegría…”

La curiosidad, o sea el deseo de conocer y por ello de poseer, hace su primera aparición. Mientras que en los animales la curiosidad se extingue pronto, en el ser humano permanece hasta avanzada edad. Cuando todo te pertenece, cuando tú mismo eres todo, no necesitas nada, el deseo la necesidad de adquirir cosas, aunque solo sea mentalmente, es muestra de que se carece de algo, es en realidad la pérdida de la totalidad espiritual para encadenarse al conocimiento particular, es dejar de ser águila para volverse tortuga, proceso necesario para completar la propia perfección.

Por esta razón se crearon el Sol y la Luna; también nacieron las estrellas, como lo hicieran el día y la noche, los minutos, segundos, fracciones de segundo, meses y quincenas, las divisiones de tiempo y los años. Aquellos seres que se alimentaban del rocío vivieron grandes épocas durante un largo período de tiempo.

Los textos del Libro de Dzyan adjudican a las primeras humanidades, a su primer descenso a la manifestación física, a lo que llamaban los Chayas o sombras, unos largos periodos de vida. El tiempo evolutivo había comenzado, la manifestación periódica había dado una vez más sus primeros pasos silenciosos.

El aspecto de aquellos que comían poco de aquel rocío era claro, puro; mientras que el de aquellos que comían mucho de él era oscuro. Entonces, aquellos cuyo aspecto era claro dijeron a los otros: ¿Por qué, yo tengo un claro y delicado aspecto, y en cambio tú eres oscuro! Y así se establecieron las distinciones.

La diferenciación evolutiva comienza a actuar, la homogeneidad primera se va perdiendo gradualmente, el texto lo remarca a través de la descripción del tipo de alimento que ingerían y de las diferencias corporales que se iban estableciendo, al tiempo que esas mismas diferencias se hacían notar en lo moral.

Aquellos cuyo aspecto era claro estaban orgullosos de ello, y se volvieron pecadores y malvados, y entonces el rocío se desvaneció.

El texto relata la aparición posterior de una substancia segregada por la misma tierra (prithivî-parvataka) o sea la Montaña, especialmente del Himalaya, y Prithivi, la madre tierra.

Los textos de Dzyan hablan de una primera manifestación de estos seres en la Isla Sagrada, la tierra que nunca fue ni será sumergida, ni desaparecerá hasta el final de los tiempos, esa es precisamente prithivî-parvataka.

Luego se comenta en el Dulva de esta humanidad que “pervivieron en estado de gran esplendor durante un largo período de tiempo“.

Posteriormente se describen otros alimentos, que también desaparecen con el tiempo, y que también les hizo vivir durante largos periodos de tiempo, o sea se están describiendo auténticos periodos geológicos. Finalmente aparece un “arroz” especial:

…un arroz de crecimiento espontáneo, no tosco, sino limpio, sin películas, de unos cuatro dedos de longitud. Nunca hubo carencia de él; si era cortado durante la noche, había crecido de nuevo por la mañana; si era cortado por la mañana, había crecido de nuevo por la noche. Lo que era cortado crecía de nuevo, de modo que nunca se echaba en falta.

En el momento que comenzaron a alimentarse de aquel arroz, sus diferentes órganos empezaron a desarrollarse; algunos de ellos tenían los de los machos, y otros los de las hembras. Entonces se observaron, y concibieron el amor y, ardiendo en lujuria, acabaron por cometer fornicación.

Esta tercera etapa se caracteriza porque aparecen los órganos físicos a desarrollar, y aparece una diferenciación de los sexos, machos y hembras. En el Libro de tibetano de Dzyan se comenta que esta etapa de división de los sexos se caracterizó por el comienzo de la civilización y las primeras construcciones:

… estos seres pecaminosos estaban tan poseídos por los brazos de la maldad que comenzaron a construir casas. “Aquí”, dijeron, “podríamos hacer todo aquello que no nos está permitido”.

El texto continúa explicando que los seres humanos comenzaron a apropiarse del arroz no para su consumo del día, sino para semanas y meses, sin necesidad de ello.

…Y debido a que estos seres tomaron provisiones para almacenar de este arroz que crecía de forma espontánea, éste se tornó basto; una cáscara envolvió el grano, y una vez que había sido cortado no crecía de nuevo, sino que permanecía como se le había dejado.

Se organizan pues, y aparecen las sociedades tal como las conocemos hoy, con fronteras, propiedades, etc., y con el egoísmo que nos caracteriza:

Entonces estos seres se congregaron unidos en el dolor, la profunda pena, y la lamentación, y dijeron: “Señores, inicialmente teníamos cuerpos etéreos, libres de toda impureza, de perfectas facultades, etc, etc, … Dejadnos ahora dibujar líneas de demarcación y establecer fronteras entre las propiedades de cada uno.” Y así dibujaron líneas de demarcación y establecieron fronteras. –“Esto es tuyo” – “Esto es mío”, dijeron.

El robo, las disputas aparecen, la imposición de un orden, las leyes, los reyes, las castas, etc. Lo que el mismo Buda nos relata es por tanto no sólo un eco del conocimiento ancestral sobre el origen del hombre, sino sobre todo asocia de manera clara el comportamiento humano, su egoísmo progresivo, con la transformación corporal, que corre paralela con la de la misma Tierra, el cuerpo donde vivimos.

Como decíamos al principio de esta serie, las llamadas Estancias de Dzyan, quizás una de los escritos más antiguos del mundo, anterior a los propios Vedas hindúes, han permanecido y permanecen en su mayor parte bajo llave. El siglo XIX fue testigo de la aparición por primera vez de fragmentos de dicho tesoro arcaico, copia de los mismos, elaborada por H. P. Blavatsky se guardan en la bóveda especial antibombas del British Museum. El budismo tibetano de hoy, así como el hinayana del sur de Asia, ignoran esta tradición del Libro de Dzyan, pero para los que han leído sus contenidos podrán ver que hay un eco de los mismos en sus propios textos canónicos como el Vinaya, en el quinto libro, “Dulva”, del Kangyur tibetano.


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