viernes, junio 17

Atención desviada y Recta Atención

 Atención desviada y Recta Atención

¿Por qué es tan importante el adecuado manejo de la atención? Porque la atención es el auténtico comienzo del autocontrol, es promotora de la meditación que lleva poco a poco a ir sorteando las trampas que nos presenta el mundo ilusorio.

Puede leerse en la obra "El Corazón de la Meditación Budista", del autor Nyanaponika Thera, que este camino de la Atención puede "ser considerado como el Corazón de la Doctrina... La Recta Atención es, de hecho, la base indispensable para el Recto Vivir y el Recto Pensar, en todas partes, en cualquier momento y para todo el mundo... Es un método para la superación de la pena y las lamentaciones, para la destrucción del dolor y la aflicción. ¿No es esto lo que todo el mundo desea?"

La Atención, como mecanismo, no sólo se refiere al mundo externo, o sea el mundo que nos rodea, también se relaciona con nuestro cuerpo, con los sentidos, con nuestra mente y sus contenidos. Posee además una especial conexión con la memoria, el recuerdo;  de hecho en Pali, lengua hermana del sánscrito en la que fueron escritos los textos budistas, el término que designa la Recta Atención, "satipatthana", posee al mismo tiempo el significado de Atención y de Recuerdo. 

Efectivamente, atención y memoria están relacionados: tras el primer contacto superficial de la atención que surge ante un estímulo (visual,verbal, físico, interno, etc.), se sigue del reconocimiento del mismo y de su significado, basándonos para ello en nuestra memoria y en el recuerdo de las experiencias previas.

El despertar del sueño en el que vivimos es un lento proceso y además laborioso. Requiere una voluntad constante, sin desvíos, dirigida a ese fin. La impermanencia o transitoriedad de la vida debe alertarnos, porque todo tiene su momento, y desaprovechar lo que el destino nos ofrece es quizás perder el último tren para cambiar. En realidad, hay muchos más trenes, pero habrá que esperar otra oportunidad, y esperar significa sufrimiento.

EL LUGAR CENTRAL DE LA MENTE

Ciertamente podemos desglosar el ser humano en diversas partes, podemos decir con Platón que el ser humano es Nous (Espíritu), Alma y Cuerpo, o clasificarlo como hacen los hindúes en 5 koshas o envueltas, o en 7 principios, como señala la tradición esotérica. Las divisiones son explicativas y múltiples, pero la realidad es una y persistente: somos SERES MENTALES.

Seres mentales, diseñados y atrapados en un conjunto complejo de principios (mentales, físicos, espirituales), que explica por qué las diferentes tradiciones asignan diversos esquemas para explicar el misterio del hombre.

Ahora bien, la Mente es lo más cercano que tenemos, más cerca que nuestra piel, que nuestros órganos, que nuestras manos o pies. La mente no es el cerebro, éste sólo es el ordenador que se encarga de procesar lo que la mente dicta. De la misma manera el computador que utilizo para escribir este artículo no es "mi yo", ni las manos que golpean el teclado, ni la inteligencia de quienes lo construyeron, ni es el Internet con el que se comunica. Simplemente el ordenador es el "medio" donde interactúan todas esas cosas. Y de la misma manera en que a veces el ordenador me distrae de la tarea con sus alarmas, su música, o las noticias, o con las alertas de llegada de nuevo correo electrónico, así también nuestro cerebro-ordenador tiene sus querencias, sus alarmas, sus "caminos trillados" que conducen a pensar y repensar en círculos las mismas cosas. Así pues, en conclusión, la mente no es igual que el cerebro, pero si éste se estropea afecta a su funcionamiento.

En definitiva, soy un ser mental, en el sentido de que la mente es el instrumento más cercano a mí mismo y que utilizo su poder para recordar, enjuiciar, archivar, analizar, etc. No obstante, la mente también es otra "máquina", aunque más sutil que el cerebro-ordenador, más personal, pero TAMPOCO ES MI YO. Soy un ser mental porque uso preferentemente la mente, pero yo no soy la mente vulgar de uso diario, la calculadora mental que siempre me acompaña. De hecho puedo observarla, puedo ver cuándo está acertada, y cuándo falla, y cuándo entra en un bucle de ideas circulares que no llevan a ningún sitio. Llegado el caso, sólo hay una facultad que es capaz de frenar la mente en su loca carrera: la Voluntad Pura, que pone en marcha la Atención Pura.

EL OBSERVADOR SILENCIOSO

Dice al autor del libro mencionado anteriormente:

"En el principio, Dios creó el Cielo y la Tierra», mientras que el «Dhammapada», uno de los más bellos y populares textos de las escrituras budistas, comienza con las palabras: «La mente precede a las cosas, las domina, las crea». Estas trascendentales palabras son las respuestas del Buda,tranquilas y sin agresividad, pero resueltas, a esa creencia bíblica. Aquí se separan los caminos de estas dos religiones: una conduce a la lejanía de un imaginario «Más Allá»; la otra lleva directamente a casa, al mismo corazón del hombre" 

Situémonos pues en el centro de nosotros mismos, como observadores, sin enjuiciar, sin pensamientos discursivos, sin asociaciones de ideas. Sólo observamos sin implicarnos en la observación:


Alrededor del núcleo central de la conciencia se sitúan diversos factores. Cada uno de ellos, por turnos o simultáneamente, dependiendo de su mayor o menor intensidad, atraen el "foco" de la atención hacia una esfera u otra. Así, si tengo un dolor físico, mi atención se dirige a esa parte del cuerpo, a la percepción del mismo, con sus características e intensidad. Si una idea "me asalta" el foco de atención se dirige a esa idea, si un ruido externo tiene suficiente intensidad "reclama" el foco de la atención.

Este es el primer nivel de trabajo con la Atención, la observación directa, sin pensamientos ni análisis, sin emocionalidad, con la máxima intensidad posible, y con la máxima "despersonalización" posible del hecho sobre el que se enfoca.

En este ejercicio, aunque simple, trabajamos con la des-subjetivización de la Atención, buscamos objetividad, intensidad, máxima atención, y evitamos en todo lo posible seguir el camino de las asociaciones de ideas relacionadas con aquello en lo que se enfoca nuestra atención.

Dominar las asociaciones de ideas automáticas, es un nivel más avanzado aún. Por ahora basta con conseguir una Atención Directa y Objetiva, sin interferencias y despersonalizada.

El desarrollo de la Recta Atención, se refiere precisamente a evitar "torceduras", desviaciones, provocadas por pensamientos y asociaciones ilusorias. 

Una respiración calmada, centrando la atención sólo en el aire que penetra y que sale, sin ninguna otra idea, puede ser una primera ayuda para aquietar los pensamientos enloquecidos, las cadenas automáticas de pensamientos. Pero no creamos que con eso basta, ni que es totalmente beneficioso, porque al fin y al cabo, eso es poner un tapón a la salida del vapor de una caldera en ebullición. Se corre el riesgo de que explote.

La caldera en ebullición es el resultado de la falta de control de nuestros pensamientos y emociones, de un lado, y del otro, el sometimiento a todo tipo de pasiones (mentales, físicas, etc.) Ahora bien, si hemos entendido de alguna manera el objeto de la vida, si hemos vislumbrado algo de sus entresijos, y podemos entender que es necesario mejorarnos y controlarnos, entonces el control respiratorio puede ser útil, transitoriamente. De la misma manera que para operar y curar el corazón, el cirujano lo detiene, también la detención momentánea del aluvión de nuestros pensamientos, para permitir emprender una serena meditación, y sobre todo para empezar a corregir nuestra atención, es una saludable medida.

El Camino de la Atención se construye sobre "la humanidad del corazón" (Confucio), que es parte integrante del Recto Entendimiento, o Visión Perfecta, y de la Recta Intención.  

Si sufrimos, es por alguna razón, por una creencia falsa sobre lo que es la vida, o por unas expectativas que no se cumplen, o por enfermedad, o por soledad, etc. etc. Si no sabemos por qué esto sucede, el Camino de la Atención no tiene sentido, porque si se emprende un camino tiene que ser para llegar a algún lugar y alejarse del dolor.