sábado, julio 17

¿De verdad existen los Maestros?

 ¿De verdad existen los Maestros?

Siempre hay alguien que sabe algo más. Algunas veces incluso hay quienes son capaces de destilar al oído elementos misteriosos, experiencias nunca oídas antes. También está el fruto del convencimiento basado en haber estado cerca de otro ser humano que por su sabiduría y entrega podríamos calificar de "Maestro". Desde otro punto de vista, como cada ser humano tiene un nivel de desarrollo y unos intereses propios, el número de "maestros" es bastante elevado, porque todos de alguna manera somos maestros de algo, y todos en algún momento hemos sido discípulos de alguien. O sea que hay una cadena infinita de seres humanos que han enseñado a otros, y no sólo una enseñanza digamos que técnica, sino una enseñanza viva, realmente de vida interior, de espiritualidad. 

Pero decía el sabio Confucio que es de tontos mirar el dedo que señala la luna, hay que mirar a la luna y no quedarse embobados en el dedo. Así que con vuestro permiso, me voy a olvidar de los dedos-maestros por el momento, aunque hay algunos que quedan hipnotizados de por vida por el dígito apuntador, como si de gallinas se tratase.

Empecemos por... el principio. Este universo y todo lo que contiene, visible o invisible, puede explicarse bajo una óptica materialista o bajo una óptica finalista y espiritual. Para apoyar esta última opinión así como su contraria podrían aportarse miles de libros, bibliotecas enteras, hechos científicos e históricos, testimonios personales a favor o en contra...

En realidad el resultado final de esa confrontación dialéctica no importa, porque lo que realmente importa es lo que uno percibe y siente como verdadero. Así para mí, y espero que para muchos de los que me leen, este universo desde luego tiene sentido, lo percibo como un ser vivo organizado. Y pienso que dada su extensión sin límites, según cuenta la ciencia, y dada la variedad y tamaños infinitos de conciencias que existen, desde la de un protozoo hasta la humana, puedo imaginar también una serie infinita de conciencias superiores a la mía. 

Vida Infinita

Además, por otro lado observo que la naturaleza está profundamente organizada, desde los electrones hasta los seres humanos, reyes de este mundo particular, y puedo sospechar por tanto que probablemente existe una "cadena de mando" que incluiría las inteligencias más elevadas que de alguna manera manejan todo este tinglado al que llamamos universo, y no me refiero ni a la CIA ni a la KGB, sino algo mucho más grande y serio (tampoco me refiero a los marcianos ni a los venusinos...)

Toda la tradición clásica, religiosa y filosófica, describe una puesta en marcha de todo este sistema universal bajo la dirección de una entidad superior. Las religiones lo identifican con eso que llaman Dios, la filosofía tradicional sin embargo plantea algo diferente: de esa divinidad nada puede decirse pues está más allá de la conciencia humana a la que desborda (desde luego no es un señor barbudo en un trono celestial) y por tanto no puede ser objeto de especulación. 

Lo que sí es obvio para la filosofía tradicional es la existencia de un Orden, de una Inteligencia Rectora, de una Directriz y de un Plan Universal, que no es lo mismo que ese dios de las religiones, ni tampoco se trata de la Divinidad Absoluta e Incognoscible de algunas filosofías esotéricas, sino simplemente el director de esta gran orquesta, o en lenguaje platónico el Demiurgos, el hacedor de este mundo, quien como bien explica Platón, fijándose en los Modelos Ideales o Arquetipos Primeros que emanan de lo Absoluto, formó este mundo a su semejanza, con mayor o menor fortuna.

Si aceptamos esa Inteligencia rectora, tendremos que aceptar necesariamente la existencia inmediata de múltiples y casi infinitas inteligencias intermedias y finales que, desde lo más sutil hasta lo más concreto y desde lo más espiritual hasta lo más material, gobiernan y ordenan este mundo hasta en sus más mínimos detalles.

Dentro de ese rango de jerarquías tendremos también que colocar a ese grupo díscolo e intermedio, que se sitúa entre los seres vivos más inferiores y los "ángeles", y al que llamamos Humanidad. Justamente por ser intermedio, no sabe a veces si dirigirse hacia arriba o hacia abajo, si jugar en la liga de los dioses y ángeles, o en la liga de los monos y fieras.

El Demiurgos o Inteligencia Creadora hizo su creación lo mejor que pudo, aunque no siempre logró imitar completamente los arquetipos ideales, dejando pues al mundo la tarea de buscar su propia perfección a través de ese camino al que llaman Evolución. Así las Leyes Universales y el Tiempo desde entonces empujan esta creación inacabada hacia su final perfecto, y para ello los que son más conscientes, las inteligencias superiores, tiran hacia arriba de todos los que están abajo para que esta carrera evolutiva llegue a buen fin. 

Arquetipos Platónicos

En ese trabajo de "tirar para arriba", hay varios elementos en juego, el primero es la propia Ley Natural, que hace que los seres por medio de intentos y fallos, poco a poco encuentren las respuestas correctas para superar las trampas de la materia. El segundo es mediante la agencia directa de esos "superiores", o sea de esa hueste de seres que están por encima del ser humano y que tirando de aquí y empujando allá hacen avanzar en su conjunto a la humanidad en la dirección correcta. Si no fuese por su acción los seres humanos habrían desaparecido de la faz de la Tierra hace muchísimo tiempo.

Esa especie de "mafia divina" actúa secretamente pero de manera muy eficaz y silenciosa siempre ateniéndose a las leyes del karma. Su acción no es individual sino que controla los grandes movimientos del pensamiento, de la historia y de los avances científicos. Es la fuerza detrás de tantos artistas, científicos, pensadores y filósofos, grandes militares y estadistas, a los que impulsa de una manera inexplicable para los demás, hasta las cotas más altas del genio humano, para luego, pasado el viento que los empujaba, volver a su estado humano normal o a veces mediocre. 

Hay una tercera vía: ese gran súper ejército espiritual también dedica una pequeñísima parte a atraer algunos pocos seres humanos más atrevidos a formar parte de sus filas, digamos que son sus oficinas de reclutamiento. Pero sólo tratan con muy pocos casos excepcionales, tanto por el número como por la personalidad de aquellos a los que convoca. Dado que es un ejército que no está sujeto a las limitaciones y condiciones humanas, no requiere muchos reemplazos.

Desgraciadamente, a pesar de las innumerables advertencias de aquellos que supervisan o conducen a la humanidad, a pesar del sigilo y el secreto con el que esto se lleva a cabo, esta Oficina de Reclutamiento se hizo popular a finales del siglo XIX, con la aparición en público por primera vez de personas que afirmaban ser sus enviados o discípulos. Y digo desgraciadamente, porque durante siglos y siglos su acción se mantuvo secreta o al menos discreta, sus nombres eran ignorados, sus seguidores eran desconocidos y poco numerosos, y de repente toda esa popularidad falsa hizo que, como setas que aparecen con las primeras lluvias, surgieran por cientos, si no miles, los grupos y grupúsculos más o menos esotéricos que se auto proclaman sus seguidores. De repente se podía encontrar un Maestro de Sabiduría en cada barrio y vehementes discípulos adoradores en casi cada esquina. 

Así apareció pues ese nuevo fenómeno de la "Adoración de los Maestros" o como dicen los ingleses el "Guru Worship". Aquello que siempre se quiso mantener oculto, de repente se vendía por los cuatro rincones a precio de saldo, la gran impostura tomó su sitio, y los libros "esotéricos" se publicaron por miles y miles, aunque nunca eran suficientes para satisfacer el ansia por lo "espiritual", lo "maravilloso" y en definitiva para satisfacer la estupidez humana.

Olvidamos así que los seres humanos, hombres o mujeres, o elles (¡?), antes de pretender ser discípulos, tienen que aprender primero a ser precisamente eso: un digno partícipe de la Humanidad, tiene que aprender a ser un ejemplar admirable del género humano, o en otras palabras dignos Idealistas, luchadores del Bien, de la Verdad, de la Justicia y de la Belleza, implantando primero estos valores  en sí mismos y luego invitando a otros a beber de esas mismas fuentes. Ahí justamente, en el Idealismo, nos encontraremos todos, católicos y protestantes, judíos y musulmanes, agnósticos y creyentes, de izquierdas y de derechas, ¿porque quién no ama la Verdad, el Bien y la Justicia?

Dijo un sabio que ser Idealista es lo más grande que se puede ser en este mundo y, a veces en la búsqueda de Iniciaciones y Maestro lejanos, queremos saltarnos ese paso imprescindible y necesario, porque incluso el más grande de los discípulos no deja por ello de ser un Idealista. Aún más, sin ese requisito nunca podrá ser un aspirante honroso a ser discípulo de la humanidad, y si un día se convierte en un Iniciado o un Bodhisattva o un Maestro entre los millones y millones de seres humanos, será precisamente por ser un Gran Idealista.

¿Y cómo se hace uno Idealista? Pues contemplando en el fondo de tu corazón las cosas que Tú sabes que son la Verdad, el Bien, la Belleza y la Justicia, y arremetiendo con furia, como Quijote enamorado, contra todo lo que vaya contra eso, primero en ti mismo y luego en los demás pero siempre lleno de amor y fraternidad hacia el mundo entero, luchando contra los que parecen gigantes a primera vista: la mentira, la maldad, la fealdad y la injusticia, allá donde estés y de la manera que puedas, sin dañar ni ofender pero firme en tu Ideal. Ser idealista es el regalo más grande que los Maestros nos han dado, y ciertamente, desde luego, los Maestros existen.

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