Desde mi puesto, en uno de estos centros de vacunaciones más o menos improvisados, veo pasar ante mi cada día miles de personas. Veo sus pasos, a veces temerosos, otras arrogantes, y también humildes. Todo el género humano pasa ante mí, los veo dirigirse en fila cada uno con su atuendo tribal característico, grandes y pequeños, peinados hacia la derecha o hacia la izquierda, con ropas intencionadamente arregladas o más frecuentemente descuidadas. Una legión inacabable de almas, con cuerpos bellos los menos y grotescos los más, pero al fin y al cabo almas humanas llenas de la misma ansiedad, esperanzas y miedos.
Esta generación pasará, como todas las anteriores, y los eventos de hoy se olvidarán o serán recordados como algo curioso. Nunca han parecido los afanes humanos más groseros ni estúpidos ante la terrible realidad que hemos vivido en esta generación. Y sin embargo, a pesar de todo, empezamos a recobrar la "normalidad", o sea la vuelta al sin vivir de cada día, al olvido de lo esencial para volver a la lucha por el último dispositivo de moda, por la búsqueda del lugar de vacaciones "fuera de aquí", aunque en el camino se crucen los que van y los que vienen, porque el aquí está en nuestra mente y no en un lugar.
Pasará el tiempo pues, y hasta algunos recordarán con cierta melancolía los momentos vividos en confinamiento, momentos de paz y meditación. Sin embargo para otros este "monasterio casero", donde muchas cosas de nuestra vida se replantearon, fue una horrible vuelta al infierno de la realidad personal. La vuelta a la normalidad (?) no hará desaparecer la angustia para aquellos que la vivieron así. Porque la "epidemia", sea ésta cual fuese, una hambruna, una guerra, una enfermedad, nos pone ante la realidad última, transitoria y frágil del ser humano.
Pronto caerán las mascarillas, el sentimiento de libertad parecerá haber llegado de nuevo con el aire que respiramos libremente. Pero una vez pasado el momento, el aire se enrarecerá de nuevo, lleno de las ansiedades de siempre, de las pulsiones de siempre, de las necesidades que una sociedad inhumana y capitalista impondrá de nuevo como una losa sobre el alma de todos los seres humanos.
Pero si por un momento, sólo por un momento, diésemos gracias al destino, al cielo, al karma, o a quien queráis, por la increíble aunque difícil situación pasada, por la ocasión única de encarar nuestros miedos en ese monasterio casero, entonces enfrentaremos mejor la vida que nos queda, la tremenda aventura que nos queda por delante, llena de desafíos, de heroicidades, de generosidad, de cielo y de espíritu sin fronteras, porque una vida sin heroísmo, aunque sea pequeñito y de andar por casa, no merece la pena ser vivida.
Aprovecha la oportunidad, si sabes de lo que hablo, no vuelvas a la "normalidad" que ellos te venden, sino vuelve de verdad a ti mismo, busca la filosofía o sea el amor a la sabiduría, sólo eso te ayudará en ese camino.