domingo, enero 23

Bhagavad Gita 07 - Reencarnación, el Deporte y Juego de los Seres Divinos

Reencarnación, el Deporte y Juego de los Seres Divinos

"Para aquél que ha nacido, la muerte es cierta, y para uno que haya muerto, el nacimiento es cierto" Bhagavad Gita cap 2, verso 27.

"Estamos de acuerdo en que los vivos nacen de los muertos, no menos que los muertos de los vivos…Es indudable que hay un regreso a la vida; que los vivos nacen de los muertos; que las almas de los muertos existen; que las almas buenas libran bien, y que las almas malas libran mal." Fedón 71c-73a. Platón

Jugar y Jugar, eso es lo que se nos olvidó. De pequeños el tiempo de juego era infinito, de hecho éste no existía; las posibilidades eran múltiples, hasta que lógicamente alguien te llamaba al orden. 

La psicología infantil reconoce el valor fundamental del juego, hasta el punto que lo considera algo innato, que surge desde el interior sin causa exterior que lo motive. No es una actividad utilitaria, no se hace para ganar dinero, o fama, o cualquier otra cosa, sino que su valor está en ello mismo, se disfruta en sí: como resultado se gana en creatividad, imaginación, inventiva, en relaciones interpersonales, en afirmación de la propia naturaleza, en definitiva, en ser partícipe actor en este mundo. Pero no sólo juega el ser humano: es una característica también de los mamíferos, o sea es un resultado evolutivo, sólo se ven en algunos "pájaros listos" y algunos atisbos rudimentarios en los grandes reptiles que apuntan al juego.

Pero quien más juega, adivínenlo, es... Dios. En palabras sesudas y filosóficas, se dice de la Divinidad Incognoscible que el único atributo que el hombre puede vislumbrar es el Movimiento, o sea la transformación incesante. Y a eso, los antiguos filósofos hindúes, lo llaman "lila", el juego divino. Es por lila que el mundo existe y evoluciona, y está también en la misma raíz esencial de la conciencia humana, porque sólo por el juego se evoluciona. 

Para los hindúes Brahma, la divinidad, no tiene necesidad de nada, no quiere ser o alcanzar algo que no posee, porque es TODO. Entonces el mundo se crea y existe por puro placer, por libertad, sin ser constreñido por nada. 

Y en ese gran campo de juego infinito es donde los seres humanos niños quieren jugar. Deciden lanzarse a este mundo hartos ya de tanta beatitud para jugar una vez más. Ese es el gran deporte de la reencarnación, donde a cada uno nos toca, o quizás hemos elegido con nuestros actos anteriores, un personaje, un juego y unas reglas, aunque luego en el fragor del juego, en la batalla diaria lo hemos olvidado, nos hemos vuelto demasiado serios, nos hemos creído este teatro en demasía. Así penamos y lloramos por aquello que sólo es algo pasajero y un mero sueño.

A veces tenemos terribles pesadillas durante el sueño diario. En ellas hemos visto a personas muy queridas morir, sufrir, enfermar. Nosotros mismos hemos llorado desesperadamente por situaciones penosas que hemos sufrido durante esos sueños.

Más tarde, todavía en el medio de la noche, al despertar y abrir los ojos, comprobamos con alivio que estamos bien, que nuestros seres queridos duermen plácidamente, que la casa sigue estando como la dejamos al ir a dormir.

De la misma manera, llegará el momento en que no sólo abramos los ojos, sino que también despertemos realmente de ese sueño prolongado al que llamamos vida, que juega con nosotros haciéndonos creer que estamos despiertos.

Cuando ese día llegue, descubriremos, tras despertar de verdad, que siempre estuvimos allí, que en realidad no nacemos ni morimos, sólo perduramos y "que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son", como dijo el poeta con intuición luminosa.

Y este papel que nos toca en el teatro del mundo, hay que interpretarlo bien, no importa si el papel es de pobre o de rico, de famoso o ignorado de todos, porque al fin y al cabo sólo es un papel cuyo protagonista muere con el último verso, y los aplausos, si los merece, los recibe el actor. El cumplimiento de ese papel es precisamente lo que el Bhagavad Gita llama el deber, la Recta Acción.

Pero además enseña desde sus primeros versos que somos inmortales jugadores y, reconoce al mismo tiempo, que el problema fundamental es el olvido de eso mismo, en aras de un deseo de falsa inmortalidad para el rol pasajero, pues ese rol es justamente el que perece al final de esta partida. Tú Juan, y tú Pedro, y tú María, y tú también… moriréis como tales, no habrá ya más nombre ni apellido, ni hombre ni mujer, ni viejo ni joven, despierta pues, porque ensimismado en este juego olvidaste que tú eres otra cosa, un algo ignorado por ti, tan sutil y callado que casi no sabes que existe. Deja que hable la Voz del Silencio, que te diga quién eres realmente, no te aferres al papel del condenado a muerte de este juego último, pero sobre todo disfruta tú mismo de tu buena actuación. 

Krishna, el dios del juego, también encarna pero, como dice el Bhagavad Gita, él no olvida sus innumerables encarnaciones. 

"La vida es un drama donde no importa cuánto duró, sino cómo se representó." Séneca

"No olvides que es comedia nuestra vida y teatro de farsa el mundo todo, que muda el aparato por instantes y que todos en él somos farsantes." Quevedo

Continuará

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