domingo, mayo 9

Psicología 02 - La Aventura de la Conciencia


En el pasado artículo sobre psicología vimos la importancia del impulso del deseo, simbolizado por el dios Kama en oriente, y por Eros y hasta Cupido en el simbolismo occidental. Este dios nos lleva a correr, saltar, amar, odiar también, y a toda clase de movimientos más o menos ordenados o desordenados de nuestros sentimientos, afectos y querencias. 

¿Es eso bueno o malo? 

Depende del momento personal y desde el punto de vista espiritual. Si no existiera seríamos como estatuas de sal, detenidos en medio del movimiento incesante de la vida, por tanto sin capacidad de aprender y experimentar. Por otro lado, su presencia es la causa de todos los vaivenes, sustos y alegrías que la vida nos ofrece, con muchos más momentos de sufrimiento que de paz, según nuestra memoria... 

Pero esto no es normal. 

Observemos la vida alrededor, desde las piedras, que también están vivas, pues están constituidas por átomos en eterno y constante movimiento, evolucionando. Sin embargo, aparentemente todo permanece la mayor parte del tiempo en quietud, en silencio y en paz. 


El mundo vegetal acepta lo que la vida le propone, lo que la naturaleza y el viento le otorga, azotes y caricias, hielo y lluvia, el sol implacable y la sequedad. Las aparentemente quietas piedras y montañas, también están sometidas a los mismos agentes, y también reaccionan aunque mucho más lentamente, a veces en ciclos inmensos de millones de años, pero también viven.

Si existen deseos en las piedras o en el mundo vegetal, son casi imperceptibles, quizás detectables en la persistencia de la piedra, o en los brazos de los árboles que extienden sus ramas hacia el aire que los rodea, y también hacia la tierra con esas otras ramas terrestres que son las raíces, como si así quisieran asegurarse antes de saltar hacia el cielo. 


Pero la evolución, que nunca cesa y que obliga a subir la escalera de la conciencia a toda la creación, creó los seres con ánima, es decir con deseos y aversiones que también son otro tipo de deseos, que necesariamente tienen una referencia fundamental sin la cual no podrían existir: el "yo". 

Así nacieron los animales, poseyendo una conciencia individual, que va desde la simple capacidad de huida ante una amenaza física hacia ese yo naciente, hasta el conocimiento del propio nombre, como les ocurre a los mamíferos más avanzados, dentro de los cuales no incluyo al hombre, porque creo que pertenece a otro nivel diferente de la evolución. 

La Tontería Cuantitativa del ADN


Por más que se empeñe el materialismo en señalarnos lo parecido que somos a los monos, y que nuestro ADN sólo se diferencia un 5% del ADN de un gorila, no creo que exista un 5% de diferencia entre un chimpancé y un ser humano, primero porque los grados evolutivos son grados cualitativos y no cuantitativos. 

Un ordenador casero "básico" de nuestra época utiliza una memoria ram de unos 8 a 16 megas, o sea de 8.388.608 kilobytes a 16.777.216 kilobytes, osea 16 millones de veces más memoria que la de los humildes "128 kilobytes" de los primeros ordenadores personales. 

Desde luego las tareas que pueden realizar hoy en día son inmensas, pero no dejan de ser "cajas tontas", pues no muestran una inteligencia independiente mayor de la que tiene una ardilla, porque no todo es la cantidad sino también la calidad. Así que una diferencia de ADN del 5% significa.... nada, nada en números y nada en calidad. ¿O quizás hay algo más que el ADN?

El Salto Cualitativo

La evolución llevó la conciencia desde la piedra, o sea una conciencia puntual, si es que una piedra tuviese algo que pudiéramos llamar conciencia, hasta la "conciencia" vegetal, que permite a la planta crecer en la dirección adecuada, extenderse por las superficies, penetrar en el suelo, hasta la conciencia de las plantas más evolucionadas: los árboles, que extienden sus ramas hacia el infinito. Y de ahí a las plantas "carnívoras", esos vegetales que se aproximan al mundo animal. 

Pero esas "conciencias" no son autónomas, simplemente son reflejos-conciencia o acúmulo automático de la experiencia evolutiva, que sólo en el animal avanzado empieza a ser una conciencia individual, apenas un tú y  yo.

El verdadero salto cualitativo es el salto hacia el Hombre 

(R.A.E: del latín "homo, hominis" 1ª acepción: Ser animado racional, varón o mujer. Aunque podría haber escrito en vez de Hombre "Ser humano", pero entonces alguien diría, "no y no, debes decir ser humano y ser humana". Pero entonces entramos en un conflicto, porque si estoy hablando por ejemplo de una mujer mala y cruel, y digo que es una "ser humana cruel", ¿en qué quedamos es humana o es cruel? No cabe un tonto más en este mundo... por eso creo que estamos llegando a un fin de ciclo... necesario)

Como iba diciendo, el Hombre se caracteriza porque a diferencia de las piedras de conciencia puntual, de las plantas de conciencia dimensional o de superficies, y de los animales de conciencia tridimensional, el hombre es capaz de "navegar" en otra dimensión además del espacio: el tiempo. Y esto trae consigo, la memoria y la melancolía, el error y pecado que no se olvida, el futuro y con ello la ansiedad, el miedo a lo incierto y a las consecuencias de nuestros actos. 

Se extiende así nuestra conciencia desde el pasado hasta el futuro, y se extiende aún más hacia nuestro origen y a las futuras vidas, si es que creemos en ello.

El presente, la mayor parte del tiempo, queda reducido al momento de la incertidumbre del peligro inmediato, a la vivencia de la vorágine de los sucesos que ocurren día a día, y que la mayor parte del tiempo, tomándolos por reales, nos abocan a una lucha llena de ambición, miedo, y rechazo al mismo tiempo, que sólo escapa para mirar hacia atrás culpables, o al futuro con miedo o ansiedad.

Esa es nuestra cruz de cuatro brazos, crucificados en el espacio y el tiempo. Si fuéramos pájaros dedicaríamos este artículo a las estrategias de vuelo, despegue y aterrizaje, si fuésemos piedras hablaríamos de como quedarse más quietos aún, de no dejarse llevar ni por el viento ni por el agua, y si fuésemos plantas hablaríamos de nutrirse bien desde las raíces y llenar de oxígeno nuestras hojas. Pero como somos hombres y mujeres (esta vez lo dije bonito) nuestro primer y principal problema es, sin lugar a dudas, el manejo del tiempo, y el movimiento de la conciencia a través del mismo. 

El tiempo y el espacio por lo tanto son como el río a través del cual navegamos nuestra vida, y para ello utilizamos una embarcación, nuestro cuerpo y mente, y una serie de instrumentos de navegación, remos, timón, velas, motor a veces, aparejos, quilla, etc. 

Estudiar la psicología humana tiene como objeto saber con qué instrumentos contamos, cuáles son sus virtudes y debilidades, y cómo y cuándo utilizarlos de manera conveniente. Les invito pues a ese viaje, reserven sus tickets, porque en nuestra próxima entrega ya no callaremos más, hablaremos del gobierno y de todo lo demás. Prometido.

Continuará

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